La segunda mitad del siglo XIX afronta la necesidad de llevar a La Habana fuera de sus límites amurallados hacia la periferia marginal de la ciudad, donde se ubicaba el ancho y frondoso denominado campo vedado.
En este año 2009 los cubanos conmemoramos el siglo y medio de nacimiento del famoso reparto capitalino: El Vedado
En 1859 el ayuntamiento de La Habana aprueba la solicitud de Francisco Frías y Jacott y sus dos hermanas Dolores y Ana relativo a la parcelación de su finca nombrada El Vedado, al noreste, constituida por 29 manzanas (cada manzana era un cuadrado con una medida uniforme de 100 metros por cada lado), que incluía su residencia, ubicada en lo que es hoy las calles 11,13 y C y D.
Frías y Jacott fue un destacado político, agrónomo y economista de le época. De ideas reformistas, sus escritos en el periódico, que dirigía El Siglo, no resultan del agrado de las autoridades coloniales. El conde de Pozos Dulces representa al criollo intelectual ilustrado, promotor de un cambio social y político en el país, se trata de un representante de cierta capa de la clase acomodada, pero progresista criolla, miembro agrupación masónica y opuesto a los desmanes de los colonialistas. Su figura contribuyo en gran medida a que esta zona llevara el nombre de su estancia.
En un parque en forma de triangulo en las actuales calles de Línea entre K y L, en El Vedado, se le recuerda con una gran estatua dedicada a su memoria, en cuya tarja ser postula:
“El Ayuntamiento de La Habana: A la memoria de Francisco de Frías y Jacott Conde de Pozos Dulces 1809-1877 Sabio agrónomo y publicista insigne a cuyo genio creador se debe el haber concebido y trazado el Reparto del Vedado”
Realmente el diseñador fue el conocido ingeniero civil Luis Yboleon Bosquet. Este proyecto urbanístico constituía una avanzada idea de estructuración de un espacio constructivo semejante al diseñado para las ciudades de Boston y Nueva York.
Un año antes el propio Ayuntamiento había aprobado la parcelación de la estancia denominada El Carmelo, perteneciente a José Domingo Trigo y Juan Espino, que comprendía 105 manzanas que abarcaban la actual zona comprendida desde la Avenida de Paseo hacia el suroeste de la ciudad hasta llegar a las márgenes del Río Almendares, antiguo La Chorrera. Tanto Trigo como su amigo Espino avizoran precozmente el futuro crecimiento de esta zona producto del éxodo de la naciente burguesía criolla fuera de los limites del casco citadino.
Los limites intramuros se habían saltado años antes, a mediados del siglo XIX, cuando esa incipiente clase progresista criolla se comenzó a trasladarse hacia El Cerro , La Víbora y Jesús del Monte, donde edificaban casas y mansiones señoriales , de estilo barroco.
El desarrollo de La Habana intramuros estaba estancado e inclusive involucionaba ahogado por la insalubridad y la falta de perspectivas de sus moradores. Se construían viviendas y después se trazaban los caminos o calles sin pavimentación alguna, ni siquiera alcantarillado.
LA OPCION DE EL VEDADO
La segunda mitad del siglo XIX afronta la necesidad de llevar La Habana fuera de sus límites amurallados hacia la periferia marginal de la ciudad, donde se ubicaba el ancho y frondoso denominado campo vedado.
Esta zona, conocida como monte vedado, donde se hallan grandes parcelas en las fincas de El Carmelo, El Vedado, El Príncipe y como la de la familia del Dr. Medina y otras mas como los repartos de La Azotea, y las de Bossino, Rodríguez y Vega, que responde a los patronímicos de sus dueños, se va convirtiendo en una opción para la prolongación de la capital hacia lugares de mayores perspectivas de desarrollo urbanístico.
Haciendo historia una de las primeras obras que pudiera llamarse como sociales ubicadas en el posterior territorio de El Vedado fue el Torreón de San Lázaro, construido como complemento al sistema de edificaciones defensivas construidos en la década del 30 del siglo XVII durante el gobierno de José Fernández de Córdova (1680-1685) autorizado por la Real Cedula del 15 de junio de 1684.
Partiendo de esta construcción militar hasta prácticamente la desembocadura del rio la Chorrera (Almedares) se encontraba una brecha entre el tupido bosque de robles y caobas por donde corría un pequeño tranvía tirado por una mula. Esta línea dio nombre posteriormente, en un Informe sobre Nomenclatura de 1936, a una de las vías principales de El Vedado, la calle Línea.
Sin embargo esta expectativa se ve relegada por unos años como resultado, fundamentalmente, de la crisis financiera ocurrida en la mitad del siglo XIX y el comienzo en 1868 de la primera Guerra de Independencia en la isla.
En realidad el avanzado proyecto urbanístico de regularización y parcelación de esta zona aprobado en el ya lejano 1859 quedo postergado hasta finales del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente siglo.
Finalizada la Guerra Hispano-cubano-norteamericana con la intervención de las huestes de los Rough Rangers comienza la ocupación norteamericana con la designación del general Leonardo Wood, gobernador de Oriente. Se rinde Santiago de Cuba y se firma la paz el 10 de diciembre de 1898 mediante el Tratado de Paris, que pone fin a la contienda. Veinte días después en cumplimiento de este documento el primero de enero de 1899 las autoridades españolas entregan la isla al general norteamericano John Brooke, designado Gobernador Militar de Cuba.
El capital norteamericano comienza a usurpar las principales riquezas del país. La casa Morgan, Rockefeller y los magnates financieros apoyándose en la Enmienda Platt literalmente se adueñan de la economía del país.
Ya en el año de 1895 los capitalistas norteamericanos habían invertido en la isla cerca de cincuenta millones de dólares y para cinco años después aumentar la cifra a más de doscientos millones.
AUGE DE EL VEDADO: INFLUENCIA DEL CAPITAL NORTEAMERICANO.
El estancamiento que tenia la zona puede caracterizarse rápidamente al conocer que hasta el año de 1894 solo se habían comercializado unas 900 parcelas en la zona vedada.
La ocupación militar norteamericana (1898 al 1900) propicia decisivamente un auge en las construcciones e inversiones en el país, pero no es hasta después de la segunda intervención (1906 a1909) que tiene lugar una transformación rápida de El Vedado en una suerte de émulo del “American Way of Life• que se pondría de moda en los primeros años del siglo XX.
Los primeros años del nuevo siglo adquieren para este barrio una connotación especial, es aquí cuando realmente comienza a implementarse la planificación y el orden urbanístico plasmado en los informes y proyectos del urbanista Yboleon Bosquet. Comienza la ocupación casi masiva de esta zona por la elite de la sociedad cubana de la época.
Por donde transitaba el pequeño tranvía tirado por una mula, la posterior calle Línea, en 1901 se ínstala un tranvía ahora eléctrico que llevaba pasajeros de El Vedado hasta San Juan de Dios. También se construye el Hotel Trotcha en la después calle Calzada, se imprime la Revista El Vedado en 1904, se construyen pocetas para baños de mar, se organizan parques utilizando la frondosidad de sus bosques, es decir, se avizora una vida social más prometedora. Según el primer numero de la revista El Vedado, del 12 de junio de 1904 había en ese año 1 162 casa registradas.
La escritora costumbrista Reneé Méndez Capote refleja singularmente este hecho en las siguientes palabras, en el capítulo tercero, de su libro “Memorias de una cubanita que nació con el siglo”:
“hasta después de la segunda intervención no se metió el Vedado a barrio residencial de moda. Entonces empezó a ser el sueño realizado de los nuevos ricos, que con la subida de los liberales al poder empezaron a transformar la vida criolla”
Con la asunción al poder el 28 de enero del 1909 del General del Ejercito Libertador José Miguel Gómez, es que comienza a realizarse ese sueño que menciona la escritora en el párrafo citado anteriormente. En este gobierno se fomenta un amplio Plan de Obras Públicas en el cual se reparan y reconstruyen puertos, se extiende el ferrocarril hasta llegar a Guantánamo y en la capital se pavimentan calles, construyen aceras y sobre todo, concluyen las obras de la red de alcantarrrillado de la capital comenzadas durante la ocupación norteamericana. Esta ultima obra en su época se considero como una de “las siete maravillas de Cuba “.
UN BARRIO ARISTOCRATICO
Poco a poco El Vedado se convierte en un asentamiento idóneo para los nuevos ricos tanto españoles, americanos como criollos, que detentaban cargos empresariales, y de dirección en las esferas políticas y económicas del país.
Un hecho viene a contribuir, de cierta manera a lo comentado en el párrafo anterior, y se trata de que desde el año 1854 el gobierno colonial español había dictado sentencia sobre los bienes del Conde de Pozos Dulces, además de haberlo desterrado al exilio en Paris, por sus ideas reformistas. Se trata de una jugada financiera realizada por un habilidoso empresario norteamericano nombrado William Reddy, quien llega por turbios manejos a intervenir en los créditos hipotecarios de la antigua Caja de Ahorros de La Habana, entre cuyos bienes se encontraban incluidos las propiedades territoriales de la familia del Conde de Pozos Dulces y otros dueños de grandes propiedades en El Vedado.
Los nuevos propietarios rompen con el pasado colonial español representado por las construcciones barrocas y neobarrocos de la vieja Habana e implementan el proyecto originalmente aprobado para esta zona, dándole un nuevo estilo arquitectónico a El Vedado, muy al modo norteamericano.
Numerosas manzanas son empleadas en obras para el beneficio colectivo de la comunidad. Así se crean escuelas, mercados, iglesias, hospitales, y parques para el solaz esparcimiento de los habitantes del barrio.
CONSECUENCIAS PARA EL VEDADO DEL BOOM AZUCARERO
Las contradicciones entre los gobiernos imperialistas de Alemania por una parte y de ingleses, franceses y norteamericanos por la otra desencadenan la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
En Cuba gobernaba, a la sazón, Mario García Menocal, apodado El Mayoral, por su política de mano dura y represiva. Apoyado por Estados Unidos, se reelige Presidente en 1917. Los liberales se alzan en su contra y como pretexto para aplacar los ánimos nuevamente desembarcan los marines, originando la segunda intervención en la isla que dura hasta el 1920.
Durante la etapa de la conflagración mundial capitales americanos invierten en la industria azucarera y se habla de la etapa de la “danza de los millones “o “de las vacas gordas”.
Al finalizar la guerra la especulación se acentúa y el precio del azúcar llega al nivel de 20 centavos la libra.
La sacarocracia extranjera y cubana construyen en El Vedado fastuosos palacetes y lujosas mansiones donde, según los especialistas en arquitectura, se mezclan estilos propios de las etapas del renacimiento italiano y francés y sobre todo del estilo español neocolonial hasta el estilo norteamericano de bajos portales, columnas macizas.
Columnas de estilos dórico, jónico, corintio y mezclas aparecen por las residencias vedadinas, además rejas de enrevesados arabescos y formas decoran los alrededores y sobre todo las puertas y ventanas haciendo un homenaje del hierro a lo barroco.
Se confirma el barrio como un lugar adecuado para la aristocracia y los detentadores del poder político.
Sin embargo, en la segunda década del siglo XX se produce el llamado “crack” financiero, tiene lugar una baja considerable del precio del azúcar y obviamente su repercusión en la isla es catastrófica, sobre todo para la burguesía criolla que ve afectada de forma significativa sus riquezas, y consecuentemente su hábitat y forma de vida.
En 1933 aparece el general del Ejercito Libertador Gerardo Machado Morales como supuesto salvador de la situación critica en la economía del país. El estado invierte grandes sumas en obras de construcción públicas como el capitolio de La Habana, la carretera central, calles y vías, etc., haciendo honor a su lema Agua, Caminos y Escuelas.
Los cambios políticos que se sucedían en el país no alteran, en lo esencial, la estructura aristocrática de El Vedado, aunque si se suceden cambios y aparecen nuevos residentes, ya no tan acaudalados como sus fundadores. Personajillos sin tradición aristocrática, aventureros, y también profesionales con aspiraciones de convertirse en pequeños burgueses, como abogados, médicos y otros.
TRASLADO HACIA EL OESTE
Desde finales de los años 30 del siglo pasado a El Vedado comienza a llegar inquilinos de diferentes categorías y niveles económicos. Las viejas familias aristocráticas ven su espacio invadido y deciden desplazarse hacia el oeste de la ciudad para crear nuevos repartos exclusivos con nombres típicamente norteamericanos como Country Club, Biltmore, Miramar, Kohly, etc.
Por lo tanto entre los años de 1940 y 1959 El Vedado se colma de familias de clase media e incluso de menores ingresos, aunque predomina el gusto de la mediana y pequeña burguesía por el modo de vida norteamericano. En el barrio se construyen ya no solo chalets, sino edificios altos de departamentos, hoteles con salas de juego dominadas por la mafia importada, centros de recreación de todo tipo, como cines, teatros, etc.
Estos intensos años en que El Vedado toma una imagen muy diferente a lo previsto por sus fundadores bien merece un trabajo aparte que prometemos presentar mas adelante a la consideración de nuestros lectores.
Bibliografía consultada:
Eusebio Leal Spengler; “La Habana, ciudad antigua”, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1988.
Jorge Pavez Ojeda: “El Vedado 1850-1940”, Editorial Linotipia Bolívar, Bogotá, D.C.-Colombia, 2003.
Reneé Méndez Capote: “Memorias de una cubanita que nació con el siglo”, Bolsilibros Unión, Ediciones Unión, 1964.
En 1859 el ayuntamiento de La Habana aprueba la solicitud de Francisco Frías y Jacott y sus dos hermanas Dolores y Ana relativo a la parcelación de su finca nombrada El Vedado, al noreste, constituida por 29 manzanas (cada manzana era un cuadrado con una medida uniforme de 100 metros por cada lado), que incluía su residencia, ubicada en lo que es hoy las calles 11,13 y C y D.
Frías y Jacott fue un destacado político, agrónomo y economista de le época. De ideas reformistas, sus escritos en el periódico, que dirigía El Siglo, no resultan del agrado de las autoridades coloniales. El conde de Pozos Dulces representa al criollo intelectual ilustrado, promotor de un cambio social y político en el país, se trata de un representante de cierta capa de la clase acomodada, pero progresista criolla, miembro agrupación masónica y opuesto a los desmanes de los colonialistas. Su figura contribuyo en gran medida a que esta zona llevara el nombre de su estancia.
El legendario edificio del hotel Habana Libre. |
“El Ayuntamiento de La Habana: A la memoria de Francisco de Frías y Jacott Conde de Pozos Dulces 1809-1877 Sabio agrónomo y publicista insigne a cuyo genio creador se debe el haber concebido y trazado el Reparto del Vedado”
Realmente el diseñador fue el conocido ingeniero civil Luis Yboleon Bosquet. Este proyecto urbanístico constituía una avanzada idea de estructuración de un espacio constructivo semejante al diseñado para las ciudades de Boston y Nueva York.
Un año antes el propio Ayuntamiento había aprobado la parcelación de la estancia denominada El Carmelo, perteneciente a José Domingo Trigo y Juan Espino, que comprendía 105 manzanas que abarcaban la actual zona comprendida desde la Avenida de Paseo hacia el suroeste de la ciudad hasta llegar a las márgenes del Río Almendares, antiguo La Chorrera. Tanto Trigo como su amigo Espino avizoran precozmente el futuro crecimiento de esta zona producto del éxodo de la naciente burguesía criolla fuera de los limites del casco citadino.
Los limites intramuros se habían saltado años antes, a mediados del siglo XIX, cuando esa incipiente clase progresista criolla se comenzó a trasladarse hacia El Cerro , La Víbora y Jesús del Monte, donde edificaban casas y mansiones señoriales , de estilo barroco.
El desarrollo de La Habana intramuros estaba estancado e inclusive involucionaba ahogado por la insalubridad y la falta de perspectivas de sus moradores. Se construían viviendas y después se trazaban los caminos o calles sin pavimentación alguna, ni siquiera alcantarillado.
LA OPCION DE EL VEDADO
La segunda mitad del siglo XIX afronta la necesidad de llevar La Habana fuera de sus límites amurallados hacia la periferia marginal de la ciudad, donde se ubicaba el ancho y frondoso denominado campo vedado.
Esta zona, conocida como monte vedado, donde se hallan grandes parcelas en las fincas de El Carmelo, El Vedado, El Príncipe y como la de la familia del Dr. Medina y otras mas como los repartos de La Azotea, y las de Bossino, Rodríguez y Vega, que responde a los patronímicos de sus dueños, se va convirtiendo en una opción para la prolongación de la capital hacia lugares de mayores perspectivas de desarrollo urbanístico.
Haciendo historia una de las primeras obras que pudiera llamarse como sociales ubicadas en el posterior territorio de El Vedado fue el Torreón de San Lázaro, construido como complemento al sistema de edificaciones defensivas construidos en la década del 30 del siglo XVII durante el gobierno de José Fernández de Córdova (1680-1685) autorizado por la Real Cedula del 15 de junio de 1684.
Partiendo de esta construcción militar hasta prácticamente la desembocadura del rio la Chorrera (Almedares) se encontraba una brecha entre el tupido bosque de robles y caobas por donde corría un pequeño tranvía tirado por una mula. Esta línea dio nombre posteriormente, en un Informe sobre Nomenclatura de 1936, a una de las vías principales de El Vedado, la calle Línea.
Sin embargo esta expectativa se ve relegada por unos años como resultado, fundamentalmente, de la crisis financiera ocurrida en la mitad del siglo XIX y el comienzo en 1868 de la primera Guerra de Independencia en la isla.
En realidad el avanzado proyecto urbanístico de regularización y parcelación de esta zona aprobado en el ya lejano 1859 quedo postergado hasta finales del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente siglo.
Finalizada la Guerra Hispano-cubano-norteamericana con la intervención de las huestes de los Rough Rangers comienza la ocupación norteamericana con la designación del general Leonardo Wood, gobernador de Oriente. Se rinde Santiago de Cuba y se firma la paz el 10 de diciembre de 1898 mediante el Tratado de Paris, que pone fin a la contienda. Veinte días después en cumplimiento de este documento el primero de enero de 1899 las autoridades españolas entregan la isla al general norteamericano John Brooke, designado Gobernador Militar de Cuba.
El capital norteamericano comienza a usurpar las principales riquezas del país. La casa Morgan, Rockefeller y los magnates financieros apoyándose en la Enmienda Platt literalmente se adueñan de la economía del país.
Ya en el año de 1895 los capitalistas norteamericanos habían invertido en la isla cerca de cincuenta millones de dólares y para cinco años después aumentar la cifra a más de doscientos millones.
AUGE DE EL VEDADO: INFLUENCIA DEL CAPITAL NORTEAMERICANO.
El estancamiento que tenia la zona puede caracterizarse rápidamente al conocer que hasta el año de 1894 solo se habían comercializado unas 900 parcelas en la zona vedada.
La ocupación militar norteamericana (1898 al 1900) propicia decisivamente un auge en las construcciones e inversiones en el país, pero no es hasta después de la segunda intervención (1906 a1909) que tiene lugar una transformación rápida de El Vedado en una suerte de émulo del “American Way of Life• que se pondría de moda en los primeros años del siglo XX.
Los primeros años del nuevo siglo adquieren para este barrio una connotación especial, es aquí cuando realmente comienza a implementarse la planificación y el orden urbanístico plasmado en los informes y proyectos del urbanista Yboleon Bosquet. Comienza la ocupación casi masiva de esta zona por la elite de la sociedad cubana de la época.
El Alma Mater preside la entrada a la Universidad de La Habana. |
La escritora costumbrista Reneé Méndez Capote refleja singularmente este hecho en las siguientes palabras, en el capítulo tercero, de su libro “Memorias de una cubanita que nació con el siglo”:
“hasta después de la segunda intervención no se metió el Vedado a barrio residencial de moda. Entonces empezó a ser el sueño realizado de los nuevos ricos, que con la subida de los liberales al poder empezaron a transformar la vida criolla”
Con la asunción al poder el 28 de enero del 1909 del General del Ejercito Libertador José Miguel Gómez, es que comienza a realizarse ese sueño que menciona la escritora en el párrafo citado anteriormente. En este gobierno se fomenta un amplio Plan de Obras Públicas en el cual se reparan y reconstruyen puertos, se extiende el ferrocarril hasta llegar a Guantánamo y en la capital se pavimentan calles, construyen aceras y sobre todo, concluyen las obras de la red de alcantarrrillado de la capital comenzadas durante la ocupación norteamericana. Esta ultima obra en su época se considero como una de “las siete maravillas de Cuba “.
UN BARRIO ARISTOCRATICO
Poco a poco El Vedado se convierte en un asentamiento idóneo para los nuevos ricos tanto españoles, americanos como criollos, que detentaban cargos empresariales, y de dirección en las esferas políticas y económicas del país.
Un hecho viene a contribuir, de cierta manera a lo comentado en el párrafo anterior, y se trata de que desde el año 1854 el gobierno colonial español había dictado sentencia sobre los bienes del Conde de Pozos Dulces, además de haberlo desterrado al exilio en Paris, por sus ideas reformistas. Se trata de una jugada financiera realizada por un habilidoso empresario norteamericano nombrado William Reddy, quien llega por turbios manejos a intervenir en los créditos hipotecarios de la antigua Caja de Ahorros de La Habana, entre cuyos bienes se encontraban incluidos las propiedades territoriales de la familia del Conde de Pozos Dulces y otros dueños de grandes propiedades en El Vedado.
Los nuevos propietarios rompen con el pasado colonial español representado por las construcciones barrocas y neobarrocos de la vieja Habana e implementan el proyecto originalmente aprobado para esta zona, dándole un nuevo estilo arquitectónico a El Vedado, muy al modo norteamericano.
Numerosas manzanas son empleadas en obras para el beneficio colectivo de la comunidad. Así se crean escuelas, mercados, iglesias, hospitales, y parques para el solaz esparcimiento de los habitantes del barrio.
CONSECUENCIAS PARA EL VEDADO DEL BOOM AZUCARERO
Las contradicciones entre los gobiernos imperialistas de Alemania por una parte y de ingleses, franceses y norteamericanos por la otra desencadenan la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
En Cuba gobernaba, a la sazón, Mario García Menocal, apodado El Mayoral, por su política de mano dura y represiva. Apoyado por Estados Unidos, se reelige Presidente en 1917. Los liberales se alzan en su contra y como pretexto para aplacar los ánimos nuevamente desembarcan los marines, originando la segunda intervención en la isla que dura hasta el 1920.
Durante la etapa de la conflagración mundial capitales americanos invierten en la industria azucarera y se habla de la etapa de la “danza de los millones “o “de las vacas gordas”.
Al finalizar la guerra la especulación se acentúa y el precio del azúcar llega al nivel de 20 centavos la libra.
La sacarocracia extranjera y cubana construyen en El Vedado fastuosos palacetes y lujosas mansiones donde, según los especialistas en arquitectura, se mezclan estilos propios de las etapas del renacimiento italiano y francés y sobre todo del estilo español neocolonial hasta el estilo norteamericano de bajos portales, columnas macizas.
Columnas de estilos dórico, jónico, corintio y mezclas aparecen por las residencias vedadinas, además rejas de enrevesados arabescos y formas decoran los alrededores y sobre todo las puertas y ventanas haciendo un homenaje del hierro a lo barroco.
Se confirma el barrio como un lugar adecuado para la aristocracia y los detentadores del poder político.
Sin embargo, en la segunda década del siglo XX se produce el llamado “crack” financiero, tiene lugar una baja considerable del precio del azúcar y obviamente su repercusión en la isla es catastrófica, sobre todo para la burguesía criolla que ve afectada de forma significativa sus riquezas, y consecuentemente su hábitat y forma de vida.
En 1933 aparece el general del Ejercito Libertador Gerardo Machado Morales como supuesto salvador de la situación critica en la economía del país. El estado invierte grandes sumas en obras de construcción públicas como el capitolio de La Habana, la carretera central, calles y vías, etc., haciendo honor a su lema Agua, Caminos y Escuelas.
Los cambios políticos que se sucedían en el país no alteran, en lo esencial, la estructura aristocrática de El Vedado, aunque si se suceden cambios y aparecen nuevos residentes, ya no tan acaudalados como sus fundadores. Personajillos sin tradición aristocrática, aventureros, y también profesionales con aspiraciones de convertirse en pequeños burgueses, como abogados, médicos y otros.
TRASLADO HACIA EL OESTE
Desde finales de los años 30 del siglo pasado a El Vedado comienza a llegar inquilinos de diferentes categorías y niveles económicos. Las viejas familias aristocráticas ven su espacio invadido y deciden desplazarse hacia el oeste de la ciudad para crear nuevos repartos exclusivos con nombres típicamente norteamericanos como Country Club, Biltmore, Miramar, Kohly, etc.
Por lo tanto entre los años de 1940 y 1959 El Vedado se colma de familias de clase media e incluso de menores ingresos, aunque predomina el gusto de la mediana y pequeña burguesía por el modo de vida norteamericano. En el barrio se construyen ya no solo chalets, sino edificios altos de departamentos, hoteles con salas de juego dominadas por la mafia importada, centros de recreación de todo tipo, como cines, teatros, etc.
Estos intensos años en que El Vedado toma una imagen muy diferente a lo previsto por sus fundadores bien merece un trabajo aparte que prometemos presentar mas adelante a la consideración de nuestros lectores.
Bibliografía consultada:
Eusebio Leal Spengler; “La Habana, ciudad antigua”, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1988.
Jorge Pavez Ojeda: “El Vedado 1850-1940”, Editorial Linotipia Bolívar, Bogotá, D.C.-Colombia, 2003.
Reneé Méndez Capote: “Memorias de una cubanita que nació con el siglo”, Bolsilibros Unión, Ediciones Unión, 1964.
Raúl Martell Alvarez
Colaborador de Opus Habana