Para rescatar del olvido la personalidad del primer japonés que visitó La Habana: Hasekura Tsunenaga, la Oficina del Historiador emitió una medalla conmemorativa.
Hasekura Tsunenaga venía al frente de la embajada que proponía la creación de una ruta comercial directamente desde el Japón hasta el Nuevo Mundo.
En 1994 la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana emite una medalla conmemorativa de la misión de Hasekura Tsunenaga, quien llegó a esta capital el 23 de julio de 1614 a bordo de la nave de la Nueva España (México).
Procedente de la pequeña y fortificada isla de San Juan de Ulúa, estratégicamente situada frente a las costas de Veracruz, ese barco transportaba en sus bodegas la plata amonedada necesaria para las transacciones comerciales, junto a exóticos productos del Oriente: las finas porcelanas Ming y Quing de la China, e Imari del Japón; la loza Satsuma, sedas brocadas; maderas preciosas convertidas en lujosos cofres; exquisitas y olorosas especias.
Tsunenaga encabezaba una espectacular comitiva que, ataviada con exóticas y deslumbrantes vestiduras, portaba sendas embajadas a la ciudad de Sevilla, al rey de España y al Papa en Roma.
Para ello, se hacía acompañar —entre otros— por fray Luis de Sotelo, de la Orden de San Francisco, quien además de servirle de intérprete, era el gestor de un atrevido proyecto: crear una ruta comercial directamente desde el Japón, al margen del galeón de Manila.
Tal empresa era el resultado de más de cincuenta años de labor misionera de la iglesia católica en el archipiélago nipón, y gozaba con el apoyo de su patrón: el señor de Oshu, Date Masamune.
Pero, a la postre, Tsunenaga no lograría su propósito y tendría que vivir clandestinamente tras su regreso a Japón, por no querer renunciar al cristianismo.
De su paso por La Habana, poco o nada se sabe, pues no se ha encontrado ningún documento que se refiera a las actividades que pudo realizar aquí.
Por otra parte, también desaparecieron los archivos privados de las órdenes religiosas luego de la confiscación de sus bienes a mediados del pasado siglo.
Sólo se ha podido encontrar referencia del paso del japonés por la villa cubana en los Archivos de Indias, el museo de Sendai y la Biblioteca del Vaticano, donde se atesora una crónica sobre la visita de Hasekura, escrita por Escipione Amati y publicada en 1615.
Procedente de la pequeña y fortificada isla de San Juan de Ulúa, estratégicamente situada frente a las costas de Veracruz, ese barco transportaba en sus bodegas la plata amonedada necesaria para las transacciones comerciales, junto a exóticos productos del Oriente: las finas porcelanas Ming y Quing de la China, e Imari del Japón; la loza Satsuma, sedas brocadas; maderas preciosas convertidas en lujosos cofres; exquisitas y olorosas especias.
Tsunenaga encabezaba una espectacular comitiva que, ataviada con exóticas y deslumbrantes vestiduras, portaba sendas embajadas a la ciudad de Sevilla, al rey de España y al Papa en Roma.
Para ello, se hacía acompañar —entre otros— por fray Luis de Sotelo, de la Orden de San Francisco, quien además de servirle de intérprete, era el gestor de un atrevido proyecto: crear una ruta comercial directamente desde el Japón, al margen del galeón de Manila.
Tal empresa era el resultado de más de cincuenta años de labor misionera de la iglesia católica en el archipiélago nipón, y gozaba con el apoyo de su patrón: el señor de Oshu, Date Masamune.
Pero, a la postre, Tsunenaga no lograría su propósito y tendría que vivir clandestinamente tras su regreso a Japón, por no querer renunciar al cristianismo.
De su paso por La Habana, poco o nada se sabe, pues no se ha encontrado ningún documento que se refiera a las actividades que pudo realizar aquí.
Por otra parte, también desaparecieron los archivos privados de las órdenes religiosas luego de la confiscación de sus bienes a mediados del pasado siglo.
Sólo se ha podido encontrar referencia del paso del japonés por la villa cubana en los Archivos de Indias, el museo de Sendai y la Biblioteca del Vaticano, donde se atesora una crónica sobre la visita de Hasekura, escrita por Escipione Amati y publicada en 1615.