Diez aldabas-tiradores de hierro expuestas en el Museo de Arte Colonial conforman una de las más valiosas colecciones de elementos de la arquitectura cubana del siglo XVIII.
Más que para llamar, estas piezas servían para halar o atraer hacia sí las pesadas puertas exteriores o las de habitaciones interiores.


A diferencia de los llamadores o aldabones –con formas de mano, león, lira, cisne–, las aladabas-tiradores poseen diseños de tipo zoomorfo, ofidios o reptiles en mayor número, y otros de patrón geométrico estilizado.
Conociendo el número de herrerías donde a lo largo del siglo XVIII laboraron negros, mulatos libres y esclavos, se infiere una relación directa entre los orígenes de esos hombres y las formas de los objetos, o sea, la transculturación en éstos de un simbolismo mágico-religioso y/o simplemente estético.
Especialmente en las regiones de Costa de Oro y Costa de Marfil, en Ghana, prosperaron durante el siglo XVII sociedades de gran desarrollo militar.
Los pueblos de ANSI de los Baule y el reino de los Achanti se destacaron en el arte de fundición, mediante el cual realizaban objetos inspirados en figuras de cocodrilos, peces y serpientes, con cuyos supuestos poderes mágicos rendían culto a la naturaleza y a la fecundidad.
En algunas piezas pequeñas, utilizadas para pesar el oro en polvo, los Achanti reproducían animales que, como el cocodrilo, representaban divinidades. Estos objetos eran fundidos a la cera perdida y tenían casi siempre las mencionadas formas de reptil, e incluso trazos humorísticos. Con la trata de esclavos, vigente en documentos desde 1501 hasta 1817, se mantuvo un flujo ininterrumpido de mano de obra negra, fundamentalmente de la zona del golfo de Guinea, como prueba don Fernando Ortiz en su obra Los negros esclavos. En el amasijo de africanos traídos a Cuba, están presentes los negros mira de la cultura Achanti, y lucumí, de Nigeria, junto a otros muchos cuyas creencias, costumbres, conocimientos y habilidades comienzan a fundirse con el avatar productivo en la Isla, que asimila esta fuerza de trabajo así como sus influencias técnicas y estéticas.
Es lógico suponer que nuestras aldabas-tiradores fueran fundidas por esos herreros mulatos o negros libertos, quienes tradicionalmente trabajaban el hierro en sus pueblos; probable también que mantuvieran sus esquemas figurativos al confeccionar estos aditamentos que, en la mediana época colonial, adornaron las puertas más representativas de la arquitectura doméstica cubana.

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