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 Nadie sabe cómo ni por qué vías llegó a la Isla, ni si fue introducido en forma deliberada o fortuita. Lo cierto es que comparte en nuestros hogares, parques y centros de trabajo y se hace notar con su piar fuerte y torpe aleteo.
No existen datos sobre la fecha de llegada del gorrión a Cuba. Sólo sabemos que fue traído por los españoles a mediados del siglo pasado, cuando ya era un ave común en Europa, Asia y acababa de ser introducida en Estados Unidos (1850).

 Entre otras anécdotas se cuenta que, al pisar territorio cubano, unos emigrantes españoles traían una jaula con algunos gorriones, junto con su equipaje, sueños y ambiciones. Tal vez tenían la esperanza de mantener el recuerdo del terruño querido, con el piar y la alegría característica de estas simpáticas aves.
Pero al arribar a puerto se encontraron con que ya en aquella época estaba prohibido entrar animales, y el inspector de aduanas así se los hizo saber. Como los pobres inmigrantes no tenían ningún permiso, la decisión fue soltarlos, y así penetraron de manera —diríamos, ilegal— los gorriones en Cuba.
Aunque esta anécdota parece poco real, lo cierto es que el gorrión llegó aquí antes de 1865, cuando el famoso ornitólogo alemán Juan Gundlach lo reportó distribuido por casi toda la Isla. No obstante, aún hoy sigue sin colonizar algunos cayos de nuestro archipiélago, incluso donde el hombre ya ha incursionado.
Existen varias especies de esta pequeña ave, como el gorrión molinero o moruno, que habita en el centro y sur de la península ibérica durante el verano, y emigra al norte de África en invierno. Otra especie parecida es el gorrión serrano (Passer montanus), que vive en Europa y el norte de Asia. En Italia encontramos el Passer italiae, que también abunda en la isla de Córcega. En Japón existe el llamado gorrión rojo (Passer rutilans), que debe su nombre al matiz dominante en su plumaje.
En Cuba habita el gorrión común (Passer domesticus), que es el más difundido de todos. Mide unos 15 centímetros de longitud y tiene el plumaje pardo, variado de negro y rojizo. La parte superior de su cabeza es gris en el centro, y castaña y gris en los lados. Una línea negra pasa por debajo de los ojos, y un collar del mismo color adorna su pecho. La hembra no tiene estos atributos y es de un color más uniforme.
El aspecto general del gorrión común no es atractivo, como tampoco lo es su canto, que se limita a un piar fuerte, a veces molesto. No obstante, a pesar de su apariencia poco afortunada, resulta un ave alegre, inquieta y dotada de una inteligencia poco común entre sus semejantes.
Una de sus principales características es su gran capacidad de adaptación al medio y su amplio espectro alimentario, ya que consume insectos, frutas, granos, desperdicios y todo lo que encuentra en la basura de las ciudades. Ello le ha permitido colonizar una gran cantidad de territorios, lo que unido a su potencial reproductivo, los convierte en estrategas de la supervivencia, al igual que los ratones.
El gorrión anida generalmente en los tejados, rara vez en los árboles, pero puede hacerlo en los sitios más insospechados: postes del alumbrado, lámparas… Su nido es muy tosco, hecho de paja fundamentalmente, aunque también emplea plumas de otras aves, pedazos de tela, ramitas.. Cría tres o más veces al año, desde mayo hasta agosto, poniendo de tres a cinco huevos en cada ocasión. La incubación dura dos semanas y, desde que nacen, los pichones son alimentados por los padres y cuidados con gran amor y celo.
Por excelencia, el gorrión común es el pájaro de las ciudades, donde viven en íntima relación con el hombre. Habita tanto en las urbes como en los pueblos más solitarios. A través de la historia ha seguido a los colonos en todos los países de Asia, donde antes no existía. Se cuenta que todavía permanecen en las ruinas de ciudades destruidas, como testigo viviente de otros días más felices.
Por torpe que parezca, no deja de ser un ave bien dotada. Cuando está en el suelo, salta pesadamente, pero no sin cierta rapidez. Vuela con grandes esfuerzos, aleteando aceleradamente, mas logra franquear grandes distancia, describiendo líneas algo arqueadas al principio, y rectas, después. Antes de posarse en una rama, extiende un poco las alas. Por mucho que le agraden las casas y edificios altos, gusta de mantenerse cerca del suelo, donde abunda su alimento. En los lugares donde se le protege, se comporta muy familiar y no teme a la presencia del hombre, cuyas costumbres ha llegado a conocer tanto, que sorprende y divierte al observador. Pero donde se le persigue y maltrata, se muestra tímido y receloso.
Nada de lo que puede serle útil o hacerle daño, pasa inadvertido a su penetrante vista. Frente a otros animales se conduce de diferentes formas: lo mismo desconfía, que se muestra amistoso con el perro; manifiesta simpatía por el caballo, o roba a la gallina los granos de maíz delante de su pico…
Riñe con otras aves, cuando de su alimento o territorio se trata y, en época del apareamiento, lucha con sus rivales tan furiosamente, que podría creerse que se trata de un duelo a muerte, aun cuando todo se reduce a la pérdida de algunas plumas.
El gorrión es elemento integrante del equilibrio que caracteriza a la Naturaleza, de ahí que al actuar en contra de este pequeño pájaro, podemos alterar las complejas relaciones que existen entre los miembros de aquélla y, por ende, afectar al hombre.
Si alguien me preguntara si el gorrión es un ave beneficiosa o perjudicial, le contestaría que aunque es capaz de comer grandes cantidades de granos en el campo, también consume insectos y larvas que son perjudiciales a los cultivos.
El ejemplo de la llamada «Guerra de los Gorriones», cuando la masacre en masa de estas aves en China trajo consecuencias altamente negativas, constituye una prueba de que las criaturas cumplen una función en la Naturaleza y que la eliminación de cualesquiera de ellas puede desencadenar reacciones impredecibles. El gorrión es hoy día un ciudadano más, que comparte nuestra ciudad y que pone un toque de alegría en nuestras calles. Llego para quedarse y es tan cubano como nuestras palmas.