El artículista presenta a Zámbila que aunque no es filósofo ni ensayista, «es autor de una teoría filósofica, de una concepción del mundo moderno, cuya paternidad se atribuyen dos grandes pensadores: el conde Hermann Keyserling y Waldo Frank».
Zámbila, Keyserling y Frank, en sus concepciones del mundo moderno han llegado a análogas conclusiones, aunque expresadas con palabras distintas.

 Seguramente que Zámbila no ha leído nunca al Conde de Keyserling ni a Waldo Frank, ni conoce siquiera la existencia del filósofo alemán y el ensayista norteamericano.
De ello tengo dos pruebas irrefutables: una, la declaración del propio Zámbila; otra, el testimonio del doctor Gustavo Cuervo y Rubio.
Pero, antes de seguir adelante, debo hacer a los lectores la presentación de Zámbila. Zámbila es el chauffeur del doctor Gustavo Cuervo y Rubio, cirujano, profesor de la Universidad y compañero mío de viaje, el año 1921, por Francia, Alemania y Austria. Zámbila no habrá cumplido aún treinta años. Cubano. De la raza negra. Carece de título académico, lo cual no le preocupa, pues le basta con que lo posea su capataz. Y además, tiene un título que él ostenta orgulloso: el de chauffeur.
Zámbila no es filósofo ni ensayista. Y sin embargo es autor de una teoría filosófica, de una concepción del mundo moderno, cuya paternidad se atribuyen dos grandes pensadores: el Conde Hermann Keyserling y Waldo Frank.
Precisamente en estos días, con motivo de las conferencias ofrecidas en La Habana por este «redescubridor de América», y crítico de Nuestra América (Nuestra América, de Frank, es para nosotros «La otra América», como lo fue para Martí, en su admirable estudio Nuestra América, escrito y publicado en 1891), se ha discutido por algunos la originalidad de la concepción de la época presente expuesta por Frank en su conferencia sobre La mujer Norteamericana. Frank fijó como símbolo representativo del espíritu del hombre de nuestros días, el automóvil.
El Conde de Keyserling, en El Mundo que nace, presenta, como tipo que encarna el moderno espíritu de las muchedumbres, el chauffeur.
¿Quién copió a quién?, ¿Simples coincidencias en dos hombres de talento, al juzgar la época en que viven?
No es mi propósito esclarecer a cuál de esos dos pensadores corresponde legítimamente la paternidad de esa concepción del mundo moderno.
Pretendo tan sólo, y no por patriotismo, sino por justicia, dejar constancia de que esa teoría filosófica, interpretativa de nuestra época y del hombre de los días presentes, la expuso hace más de quince años, un cubano: Zámbila.
La primera noticia que tuve de ello, fue el año 1921, en Viena. Una tarde, encontrándome en el hotel, observé a mi grande y buen amigo, y compañero de viaje, como ya he dicho, doctor Cuervo, reírse a carcajadas mientras leía una carta. El Quijote no era, desde luego. Pronto mi curiosidad quedó satisfecha.
–Oye –me dijo mi amigo– esta carta que me escribe Zámbila.

–Y, ¿quién es Zámbila? –le pregunté.

–Mi chauffeur –me contestó. Verás qué cosa más interesante y original.

Y así era, efectivamente.
Zámbila le daba a su capataz noticias de La Habana, personas, cosas, acontecimientos. Y todo estaba visto, interpretado, juzgado, automovilísticamente. Los hombres y mujeres eran carros. Las marcas, mejores o peores, servían para determinar la categoría de cada sujeto. Fulana, una real hembra, era un Rolls Royce. Mengana, una cualquiera, era un potinguito. E igualmente graduados y calificados los hombres. Y chauffeur y automóvil, servían a Zámbila para conocer y determinar cualquiera de las actividades, necesidades, usos, costumbres, de la vida moderna.
–Así es Zámbila– comentó mi amigo Cuervo. Ve el mundo en automovilismo. Habla automovilísticamente, en todo y para todo. Para él, por ejemplo, el comer y el beber, es tomar gasolina o aceite. Cuando uno está enfermo, está en el taller. El organismo humano no tiene para Zámbila, corazón, estómago, etc., sino carburador, magneto… Y automovilísticamente juzga también las acciones de los individuos, sus sentimientos, los sucesos de cualesquiera índole.
Cuando mi amigo Cuervo y yo regresamos a La Habana, tuve el gusto y el honor de ser presentado a Zámbila. Varias veces he departido con él. Su concepción automovilística del mundo moderno es indiscutiblemente suya, muy suya, por él creada, sin influencias de lecturas o ajenas opiniones. chauffeur, no por que dirija automóviles, sino por vocación, orgulloso de su oficio, identificado con los carros y con cuanto a ellos se refiera, automóvil y automovilismo, han llegado a constituir su mundo, y su oficio de chauffeur una segunda naturaleza, al extremo de que ya hoy antes que hombre es chauffeur, y para él no existe el mundo sino después del automóvil. Su concepción, pues, automovilística de la edad presente, es absolutamente original y muy anterior a las teorías análogas expuestas por el Conde de Keyserling en El mundo que nace, y por Waldo Frank en La mujer Norteamericana.
Zámbila, Keyserling y Frank, en sus concepciones del mundo moderno han llegado a análogas conclusiones, aunque expresadas con palabras distintas.
Keyserling ve en el chauffeur «el tipo determinante de nuestra edad de muchedumbres, como lo fueron de otras edades el sacerdote y el caballero la mayoría de los hombres se orienta hoy hacia el tipo del chauffeur... en todo el mundo se instaura entre la muchedumbre el tipo del chauffeur… la juventud de hoy se diferencia de los pueblos salvajes en que, en su alma, lo transferible domina sobre lo intransferible. En tal respecto, su conducta encuentra su símbolo, no en el hombre primitivo sino en el coche mecánico. Es completamente mecánica».
Frank juzga que el hombre y la familia moderna norteamericanos, y lo mismo puede aplicarse en mayor o menor grado, a los hombres y las familias de todo el mundo occidental, viven por el automóvil y para el automóvil. La aspiración de unos y otras es: primero, poseer un automóvil; después, ir mejorando la marca. Su categoría social la dará la marca de carro que posean. El vestir elegante, el comer bien, el poseer casa confortable, importan poco. Todo será sacrificado al automóvil.
Zámbila es más amplio en su concepto automovilístico del mundo, pues para él si el mundo existe es porque el automóvil lo necesita. Su teoría abarca las concepciones de Keyserling y Frank. Mejor dicho, Keyserling y Frank han expuesto cada uno, parte, solamente, de la teoría general y completa de Zámbila.
El alemán y el norteamericano coinciden a veces en ideas y hasta en palabras con el cubano. Leyendo a aquéllos me ha parecido en muchas ocasiones estar oyendo al cubano. Por ejemplo, Zámbila, siempre que se refiere a alguno de los hombres providenciales que padecen muchas naciones de Europa y América, a los dictadores, declarados o vergonzantes modernos, lo juzga así: «Ese cogió el timón y arrolla a todo el mundo». Ese mismo juicio lo ha expresado Keyserling con estas palabras: «este éxito (el de los modernos directores de pueblos) procede de que el tipo del chauffeur ha logrado empuñar el timón». ¡Cuántas veces, también, he oído a Zámbila hablar de la familia Tal o Cual, no por los apellidos de los esposos, sino por la marca del carro que poseen: «Doctor, ahí van sus amigos los Packard». Y, refiriéndose al mejoramiento económico de algún sujeto: «El Fotingo se revolvió; ya pasó a ser Dodge». ¿No son esos juicios e ideas, con palabras más o menos filosóficas, los mismos, expuestos después, «por Waldo Frank».
La mecanolatría de la época presente se encuentra tan admirablemente interpretada por Zámbila en su teoría automovilística del mundo moderno y de los hombres de nuestros días que hasta se la ha aplicado al Conde de Keyserling y Waldo Frank.
Cuando en mi investigación sobre el conocimiento que Zámbila pudiera tener de las obras de esos dos filósofos o de la existencia de ellos, le pregunté:

–¿Conoces a Keyserling y a Frank? –me contestó:

–Nunca he corrido esos carros. Y, o son marcas muy nuevas, que no se han anunciado ni puesto a la venta, o muy malas, cuando yo no las conozco. Por si acaso, Doctor, no las compre. Y corre el peligro, además, de que si se rompe una pieza, no haya repuestos en La Habana.

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