Observador habitual de su entorno social, el cronista diserta y testimonia en estas líneas sobre las deficiencias culturales que nos aquejaban en cuanto a flores y plantas ornamentales... en algunas áreas capitalinas donde habitaba el hombre, o al menos, por donde pasaba éste, aun cuando fuese de manera circunstancial.
 Con mucha elegancia en el decir y buen olfato en el mirar, el cronista nos traslada al entorno de la zona de Varadero, cercana al mar, adonde iban los bañistas para deleitarse con las aguas y el paisaje marino. Mar, arquitectura y personas se pasean por estas descriptivas líneas. De cada uno nos habla, alude a sus particulares encantos.
 Cronista extraordinario en sus días, pudo legar para su tiempo y el presente interesantes asuntos cotidianos. Sin embargo, con estas líneas, Roig de Leuchsenring estrenaría nuevas emociones y en un plano perceptivo diferente: desde los aires, montado en un aeroplano, como se le diría entonces. En este artículo nos ofrece sus impresiones de aquel viaje aéreo efectuado en una tarde habanera.
 Ante la ausencia en la ciudad del culto y veneración a las flores, el articulista reflexiona sobre la necesidad de rescatar ese amor como base y fundamento de la nacionalidad, porque éstas «simbolizan la tierra y el suelo de nuestra patria, porque deben ser el alimento de nuestro espíritu, porque indican progreso y refinamiento».