Con agudo tono humorístico el cronista refiere los dos aspectos de la botella en los teatros, y describe los dos grupos en que se dividen los botelleros que allí acudían: los de entrada general y de localidades.

 Sobre cómo las conveniencias sociales obligan a los familiares del difunto «a dedicarse cuidadosamente a preparar la función espectacular de los funerales, con todo el boato y publicidad que sean posibles» concentran la atención del cronista.

 Una interesante visión sobre un cotidiano hecho, que afecta a todos en varios instantes de la vida, nos la ofrece el cronista, para quien además los «entierros, como las bodas, son actos sociales de gran espectáculo y teatralidad, en que el lujo, la vanidad y la tontería humanos, juegan papel principalísimo».

 Acerca del luto, costumbre en la que el articulista es «donde mejor se revela y pone al descubierto la hipocresía, la mentira, el convencionalismo y la teatralidad que imperan en todos los actos sociales relacionados con la muerte y funerales de cualquier individuo, lo mismo pobre que rico, del "gran mundo" que de la más ínfima clase barriotera».