Sobre la falta de caballerosidad de los hombres en los ómnibus y tranvías, y de las quejas y peticiones que hacen las féminas ante tan incómoda situación.

 Con la intención de que «los lectores no se aburran con el desarrollo continuado de un mismo tema o de asuntos y personajes correspondientes a una misma época», el articulista ofrece una visión panorámica de la vida y costumbres habaneras de los inicios del siglo XVII, a partir de las investigaciones realizadas por la historiadora norteamericana Irene A. Wright.

 Acerca de la inveterada costumbre criolla de actuar como avestruces no sólo «porque fuese tragón, corredor y agachado, como el avestruz, sino porque, como esa ave, acostumbraba esconder la cabeza para ignorar el peligro que le acechaba».

 Preocupado por la participación, «por primera vez en Cuba, y tal vez en el orbe, de una mujer en lances caballerescos», el articulista comenta sobre esta actividad «hasta ayer reservadas exclusivamente a los hombres y que se encontraban ya en completa decadencia entre nosotros, al extremo que en aquellas Habladurías clasifiqué el duelo entre las costumbres criollas desaparecidas».