Sobre el contrabando, uno de los muchos vicios criollos, que se halla «entre las grandes fuentes de corrupción en las costumbres criollas públicas y privadas de todos los tiempos».
 Teniendo en cuenta que «todo buen costumbrista es en el fondo un benefactor de la humanidad, ya que procura con sus criticas el mejoramiento y la felicidad de sus semejantes», el articulista refiere el mal de la rabia, los remedios y modos de evitarlo.
 Una vez más el articulista dedicó su trabajo al juego, que define como «uno de los vicios capitales del cubano de todos los tiempos».
 Sobre los empleados públicos que, al decir del cronista «son unos sabrosones que se pasan la mañana o la tarde haciendo que trabajan delante de la mesa o la maquinita de escribir, pero en realidad, conversando unos con otros o dando paseítos a los demás departamentos de la oficina o al café cercano; y todo eso, cuando asisten al trabajo y no disfrutan de licencias efectivas o botelleriles».