«Quisiera ser Wifredo Lam… (pero no se va a poder)» exhibe más de sesenta obras (pintura, dibujo, instalación, video) producidas por Flavio Garciandía entre 1973 ―año en que finaliza sus estudios en la Escuela Nacional de Arte (ENA)― y noviembre de 2014, desde su taller en Ciudad de México, lo que indica que se trata de una selección precisa, a la vez contenida y actualizada, de obras que pueden considerarse claves para entender su carrera. La exposición es por tanto un recorrido selectivo por los momentos cruciales de una historia que es mucho más amplia.

Hasta el viernes 6 de febrero estará a disposición del público esta muestra antológica en el  Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam.

 «Quisiera ser Wifredo Lam…(pero no se va a poder)» es una visita antológica a la obra de Flavio Garciandía (Caibarién, Cuba, 1954) quien desde fines de los años setenta del pasado siglo constituye referencia y plataforma conceptual imprescindible para entender el arte contemporáneo cubano.
Se trata de un artista sustentado, como pocos, por una sólida formación intelectual y amplísima cultura general que le han hecho conocido internacionalmente tanto por sus obras como por su magisterio ejercido en el Instituto Superior de Arte (ISA) durante la década del ochenta. Nunca «discontinuo» ni en tiempo ni en espacio estético; siempre renovado y desde una asombrosa capacidad creativa e investigativa; artista versátil en extremo, sin perder los asideros conceptuales de su personal investigación y su postura postmoderna. Solo estos argumentos bastarían para asegurar que Flavio y su obra resultan invulnerables.
Resulta en extremo difícil organizar una exposición de carácter retrospectivo de la obra de Flavio debido a lo prolífico de su creación y a la dispersión geográfica de su obra, producida en los últimos 30 años desde muy diversas latitudes: La Habana, Kassel, Nueva York, Monterrey, México D.F.; y por otra parte, una retrospectiva sería un acercamiento a su obra prematuramente sentencioso en el sentido estricto del término, pues implicaría una mirada casi siempre asociada a una carrera artística terminada, acotada en tiempo, definida en lo histórico, pero que poco avizora el futuro. Una mirada así entraría en contradicción con el dinamismo, contemporaneidad y capacidad de sorpresa que la obra de Flavio ofrece. Es por ello que «Quisera ser Wifredo Lam…» ha sido pensada como una antología, una selección, que no transita por los múltiples y diferentes caminos de su obra, sino por sus principales avenidas.
 «Quisiera ser Wifredo Lam…» exhibe más de sesenta obras (pintura, dibujo, instalación, video) producidas entre 1973 —año en que finaliza sus estudios en la Escuela Nacional de Arte (ENA)— y noviembre de 2014, desde su taller en Ciudad de México, lo que indica que se trata de una selección precisa, a la vez contenida y actualizada, de obras que pueden considerarse claves para entender su carrera. La exposición es por tanto un recorrido selectivo por los momentos cruciales de una historia que es mucho más amplia.
Por primera vez —y con carácter excepcional dada la importancia de la muestra— el Museo Nacional de Bellas Artes, el mayor coleccionista institucional del artista, ha «descolgado» de sus salas permanentes las obras de Flavio para que se integren y dialoguen en un nuevo espacio con un grupo importante de otras piezas que solo vieron la luz en los años de su realización, o que han permanecido desconocidas y que provienen de colecciones privadas o de la colección personal del artista.
Las obras exhibidas parten de la etapa fotorrealista del artista (1973-1976) a la que pertenece el paradigmático óleo Todo lo que usted necesita es amor (1975) que ha salido de las salas permanentes del Museo Nacional para encontrarse de frente y por primera vez con el otro Retrato de Zaida (en ocasiones conocido como Sonata, 1973) que Flavio pintara de su colega la artista Zaida del Río. De estas obras la crítico de arte mexicana Rita Eder expresó en esos años: «son las primeras pinturas fotorrealistas que no me parecieron frías, ni superficiales, sino auténticas y cargadas de poesía».
Se exhiben también sus primeras obras de marcado acento expresionista de la serie «El Dorado» (1976-1980) en las que las fotografías que antes fueran base de su trabajo, comienzan a ser solo referencias que se distorsionan y casi diluyen en abstracciones que constituyen el antecedente de aquellas otras tituladas Apuntes para un estudio de la conquista (1981) que presentó como Tesis de graduación en el ISA y fueron exhibidas en la antológica exposición «Volumen I» de enero de 1981.
Frente a ellas, conviviendo en una misma sala y como tránsito radical, aparecen obras producidas entre 1982 y 1986 que se corresponden con el período de investigación sobre el kitsch y la cultura popular vernáculos, temas de los cuales Flavio fue máximo exponente e investigador. Cisnes, chinerías, refranes, polvo de brillo inundan sus óleos de estos años en los que también Elpidio Valdés fue asumido por el artista como el personaje que «fue, vió y volvió» de sus viajes «hablando en chino» y trasmutando su identidad. Se exhiben también los bocetos o estudios realizados por Flavio para su serie «Refranes», sus instalaciones y pinturas con motivos de cisnes y el Catálogo de formas malas —¿de mal gusto?— que realizara en 1982 sobre hojas producidas por el propio artista y que formaban parte de los libros de artista que por esos años produjo.
Una sala en particular es dedicada a sus conocidas pinturas «abstractas» de frijoles blancos, negros y coloraos que según la crítico de arte Lupe Álvarez «hablaban más del cuerpo que del espíritu» y aludían a supuestas visitas de figuras cimeras del arte moderno (Malevich, Ryman, Reinhardt) a La Habana en años en que la isla se debatía entre la supervivencia y la muerte. Estos frijoles constituyen la génesis de su serie «Una visita al Museo de Arte Tropical»y son en mi opinión el tránsito más diáfano de Flavio del referente contextual de la cultura local al diálogo de ésta con los más vastos horizontes de la historia del arte internacional.
Casi coincidente en tiempo Flavio desarrolló la serie «Tropicalia» (1988-1992) que ahora se reconstruye aproximadamente en otra de las salas de la muestra. Con «Tropicalia» el artista elevó su sentido del humor a niveles insospechados y convirtió los símbolos ideológicos del período socialista en una suerte de carnaval de sexo y jungla. Ambas series de frijoles y brillantina coincidían con los años del colapso del socialismo europeo y, en consecuencia, el colapso de su estética política.
Finalmente, dos salas se dedican a parte de su producción más reciente: la marcada por el mega proyecto de carácter performático y video Auge o decadencia del arte Cubano producida en el Museo Nacional de Bellas Artes durante la Bienal de La Habana de 2006 en la que más de 150 artistas cubanos de todas las generaciones y residencias aceptaron participar con una simple franja de color en un óleo de 20 metros de longitud de manera democrática, sin espacio para estilos ni individualidades; y otra sala presidida por un lienzo de grandes dimensiones, concebido especialmente para esta exposición y que resumen en una síntesis extrema casi todas las referencias y motivos de sus pinturas anteriores. Son estas grandes telas una especie de reciclaje selectivo de sí mismo y que según su título: Cuarto Mundo, representan una extraña geografía, sospechosamente placentera y lírica, que Flavio asegura que se encuentra entre el Tercer Mundo de Lam y otro quinto no identificado.


Cristina Vives,
Curadora

Imagen superior: Retrato de Zaida (1973, óleo sobre tela; 150 x 250,5 cm; col. Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana). Imagen izquierda: De la instalación Tropicalia II (1988, acrílico y polvo de brillo sobre tela; 150 x 130 cm; col. Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana). Imagen derecha: El Museo de Arte Tropical revisitado (2014, díptico; acrílico sobre tela; 100 x 70 cm).

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