«En la muestra se puede apreciar una selección de vasijas del tipo México Pintado de Rojo, así como una gran diversidad de tipos de mayólicas, en los que predominan platos, cuencos, tazas y botes de Puebla de los Ángeles», expresó Antonio Quevedo, Director del Museo de Arqueología, al dejar inaugurada la exposición «Cerámicas arqueológicas mexicanas en La Habana».

Las excavaciones arqueológicas realizadas en áreas del Centro Histórico habanero, a partir de 1968, han aportado notables evidencias testimoniales, entre ellas gran cantidad de cerámicas mexicanas, como las de tipo México Pintado de Rojo1 y Guadalajara Policromo, continuadoras de la tradición del período Azteca tardío (1350-1521).
En el siglo XVI aparece la mayólica en los barrios de Tacuba y La Traza, en la capital del virreinato de Nueva España, mas el lugar de producción y exportación por excelencia fue, en lo adelante, la ciudad de Puebla de los Ángeles, donde aún se mantiene la tradición alfarera de los emigrantes españoles —en su mayoría procedentes de Talavera de la Reina y Sevilla—, portadora de una marcada influencia del Renacimiento italiano y de las porcelanas asiáticas que llegaban por Acapulco traídas desde Filipinas por el Galeón de Manila, sin desdeñar el rasgo morisco debido a la ocupación musulmana de la Península a partir del siglo VIII.
En la muestra se puede apreciar una selección de vasijas del tipo México Pintado de Rojo (1550-1750), que sobresalen por las diferentes formas: cazuelas, cuencos, tapas, cántaros, jarras y un frutero, todos de color rojo con la superficie bruñida. Estas piezas, herederas de la alta tradición alfarera de los pueblos autóctonos que habitaron las tierras del actual México, siguieron produciéndose en la etapa colonial, aparecen abundantemente en los contextos arqueológicos habaneros y no se descarta su elaboración en el resto de Hispanoamérica o España.

Momento de la inauguración de «Cerámicas arqueológicas mexicanas en La Habana» (Imagen superior). Foto inferior izquierda, Plato (Abó  Policromo. Cronología del tipo: 1650-1750). Foto inferior derecha, Plato (Puebla Polícromo. Cronología del tipo: 1650-1725).

Se exponen, asimismo, una gran diversidad de tipos de mayólicas, en los que predominan platos, cuencos, tazas y botes de Puebla de los Ángeles, como son los Puebla Azul sobre Blanco (1675-1850), Abó Policromo (1650-1750), Huejotzingo Azul sobre Blanco (1700-1850), San Elizario Policromo (1750-1850) y San Agustín Azul sobre Blanco (1700-1750), entre otros. Piezas confeccionadas en la ciudad de México, como las de tipo San Luis Policromo (1650-1750), Fig Springs Policromo (1540-1650) y Ciudad de México Blanco (1540-1650), podrán ser apreciadas igualmente por los visitantes. Todas presentan gran colorido y variedad de diseños decorativos, con predominio de elementos zoomorfos y fitomorfos que recuerdan los diseños de las mayólicas sevillanas y de Talavera de La Reina, y los de porcelanas asiáticas, pero con la impronta y originalidad de los gremios mexicanos2.    
Estas excelentes vajillas utilizadas a diario por las clases menos pudientes y hasta por las más encumbradas, llegaron abundantemente a la Isla y su presencia fue muy común en los grandes palacios, las casas más modestas y en iglesias y conventos habaneros, desde la segunda mitad del siglo XVII hasta el último cuarto del XVIII.3  La colección expuesta procede de los trabajos arqueológicos realizados por la Oficina del Historiador de la Ciudad en el Palacio de los Capitanes Generales, iglesia y convento de San Francisco de Asís, convento de Santa Teresa de Jesús, convento de San Agustín, palacio de los marqueses de Casa Calderón, Muralla de Mar y otros importantes sitios.    
Bibliografía
Arrazcaeta Delgado, Roger (2001): «Mayólica tipo San Luis Policromo» en Gabinete de Arqueología (La Habana), núm. 1, año 1, p. 113-114.   
Deagan, Kathleen (1987): Artifacts of the Spanish Colonies of Florid and Caribbean, 1500-1800, vol.1, Smithsonian Institution Press, Washington, D.C., London.
Fournier García, Patricia y M. James Blackman (2007): Producción, intercambio y consumo de lozas vidriadas en Nueva España: Conformación de una base de datos de composiciones elementales mediante INAA, Fundación para el Avance de los Estudios Mesoamericanos. Disponible en http://www.famsi.org/reports/06014es/06014esFournier.pdf
Hernández Oliva, Carlos Alberto (1998): «Cerámica mexicana», en Opus Habana (La Habana), vol. II, núm. 2, pp. 56 - 61. Disponible en http://www.opushabana.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=308&catid=36:articulos-casa-de-papel&Itemid=43
Menéndez Castro, Sonia y Karen Mahe Lugo Romera (2001): «Evidencias aborígenes de contacto entre Mesoamérica y San Cristóbal de La Habana: México Pintado de Rojo» en Gabinete de Arqueología (La Habana), núm. 1, año 1, p. 30-35.

1 «En 1969 es reportada, por primera vez, la presencia de esta cerámica en las excavaciones realizadas en el Palacio de los Capitanes Generales (Leandro Romero, comunicación personal). En lo adelante, su aparición en diferentes contextos arqueológicos en La Habana Intramuros la convierten en la alfarería foránea de tradición prehispana más importante» (Menéndez Castro  y  Karen Mahe Lugo, 2001:30).
2 «Las fuertes similitudes formales y estilísticas entre la mayólica ibérica y la novohispana que data de entre mediados del siglo XVI hasta principios del XVII, así como el surgimiento de tradiciones con cierta originalidad en el virreinato muy probablemente desde fines del siglo XVI que se inspiran en parámetros mudéjares, italianizantes y chinescos, además del desarrollo de patrones estilísticos diversos decimonónicos, evidencian que en la sociedad colonial y republicana las redes simbólicas y las imágenes identitarias se constituyeron a partir de la imitación, la equiparación y, posteriormente, la diferenciación» (Fournier García y  James Blackman, 2007: 28).
3 «Se puede plantear como una generalidad histórica arqueológica validada en la práctica, que la cerámica novohispana  predominó en La Habana desde la segunda mitad del siglo XVII hasta el último cuarto del siglo XVIII, cuando fue desplazada por la novedosa loza inglesa, que ya era fruto de los avances tecnológicos resultantes de la Revolución Industrial» (Hernández Oliva, 1998:61).

Antonio Quevedo Herrero e Ivalú Rodríguez Gil. Director y museóloga, respectivamente, del Museo de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Fotos: Andrea Papi y Ángel Rojas Cabrera.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar