Aquella mañana del 10 de julio de 1555 las velas de los bajeles De Sores asomaron de manera amenazadora frente a la costa habanera. El vigía, apostado en el Morro, dio la señal acompañada de un disparo de cañón que estremeció la ciudad.

A sus 90 años, César García del Pino se nos presenta como un noble caballero medieval. Quizás uno de los mayores placeres de quienes lo hemos conocido ha sido el de gozar de su prodigiosa memoria, la cual atesora vívidos relatos que parecen salidos de la pluma de Emilio Salgari, pero con la total confianza en el acierto y la veracidad histórica de todo cuanto dice.

La quietud habita hoy los márgenes de la bahía habanera, pero en el siglo XVIII, al poniente de la ciudad, en el extremo hacia el sur, a continuación de la muralla de mar, carpinteros de ribera, calafates, fundidores, tallistas, veleros, buzos, peones, militares, esclavos y forzados fueron protagonistas de una épica realidad: dotar de los mejores bajeles a la Armada española.

Cinco conferencias impartidas por oficiales de la Academia Naval Granma, el intercambio con un grupo de guardiamarinas y la visita a las salas expositivas del Museo Castillo de La Real Fuerza caracterizaron el II Taller Científico de Historia del Arte Naval.