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Bajo los designios de una arquitectura que oscila entre lo renacentista y lo barroco, fue restaurada la Iglesia de San Francisco de Asís —ubicada en la calle Cuba entre Amargura y Aguiar. Puertas adentro este espacio conserva un impactante diálogo entre la majestuosidad eclesiástica y la belleza propia de una obra de arte. Desde esta última perspectiva, un acercamiento que privilegie la representación musical sin duda encuentra interesantes detalles en algunos de sus ángeles, portadores del imaginario que nos ha llegado desde el llamado Viejo Continente.

 

 Aquellos que asisten a la Iglesia de San Francisco de Asís, encuentran conjugados laúd y trompeta a modo de las primeras representaciones que de ellos se hicieron en tiempos medievales.

Bajo los designios de una arquitectura que oscila entre lo renacentista y lo barroco, fue restaurada la Iglesia de San Francisco de Asís —ubicada en la calle Cuba entre Amargura y Aguiar. Antiguamente conocida como Convento de San Agustín, esta construcción tiene enclavado sus pilares en el siglo XVII cuando, según el historiador Arrate, «(…) el obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano no esperó la licencia del Real Patronato y pese a los reparos del gobernador, comenzó la edificación»1. Hasta el momento en que las leyes de desamortización los obligaron a abandonar el lugar, habitaban sus galerías aproximadamente treinta padres agustinos. El antiguo convento pasó a manos de la Tercera Orden de San Francisco. Sería entonces reconocido con el nombre de convento de San Francisco. Aunque los padres franciscanos tuvieron que abandonar la edificación durante algún tiempo, regresan a finales del siglo XIX. Ya para 1896 comienza un proceso de reconstrucción ahora bajo el patronazgo de San Francisco de Asís, y con el nombre de iglesia de San Francisco el Nuevo.
El camino de la restauración recorrido por esta iglesia continúa durante varios momentos del siglo XIX, e incluso alcanza etapas del XX y el XXI. Aunque más allá de las remodelaciones que ha ido albergando, puertas adentro este espacio conserva un impactante diálogo entre la majestuosidad eclesiástica y la belleza propia de una obra de arte. Desde esta última perspectiva, un acercamiento que privilegie la representación musical sin duda encuentra interesantes detalles en algunos de sus ángeles, quienes cargan en sus alas la cosmovisión que nos ha llegado desde el llamado viejo continente. Como parte de la visón conceptual de la iglesia, que erige su imaginario en torno a San Francisco de Asís, en el altar mayor se describe al santo con los brazos abiertos y levantados en estado de éxtasis al recibir los estigmas. Revoloteando justo encima de él, aparecen dos figuras aladas, una de ellas —la de su derecha— posee en las manos un laúd, que a modo de ofrenda reafirma la escena mística. En esta composición, el cuerdófono como símbolo de deleite, armonía y sanación —desde su aparición en la Edad Media, estas lecturas iconográficas se han ido incorporando al imaginario alrededor de este instrumento— se mezcla con la noción del vino sagrado que sostiene el otro ángel.
No concluye en esta imagen la decoración musical que acompaña la perspectiva religiosa reproducida en el interior de la iglesia, sino que diseminado en las alturas hallamos un nuevo instrumento, pero esta vez un aerófono. Largas trompetas en manos de ángeles, cruzan de un lado a otro las amplias galerías. De su interior parece que emergiera un mensaje divino. Ellas «son la voz de Dios o de los apóstoles», como bien expresa el estudioso Raimundo González Herranz («Representaciones musicales en la iconografía medieval», en Anales de Historia del Arte, No. 8, 1998, p.77).
En este caso parecen transmitir, con una mano extendida hacia abajo en dirección de los feligreses, la escena recreada en el altar mayor. Con la fuerza de quien pone todo su empeño en hacer llegar un mensaje, el sonido vigoroso de la palabra divina también resuena en cada esquina de la edificación.
Aquellos que asisten a la Iglesia de San Francisco de Asís, encuentran conjugados laúd y trompeta a modo de las primeras representaciones que se hicieron de ellos en tiempos medievales. Sobre los inicios de la figuración instrumental afirma González Herranz que «Las primeras combinaciones no son arbitrarias y respetan algunas costumbres tradicionales de equilibrio: los pares, que se asocian en los siglos XII y XIII, un instrumento monódico de cuerdas frotada o de viento, a un instrumento polifónico de cuerdas pulsadas, (…). Son ambos instrumentos combinados, a pesar de ser completamente diferentes, un ejemplo de la estética musical eclesiástica donde los ángeles músicos tocan instrumentos para acompañar a imágenes y advocaciones.

Viviana Reina Jorrín
Opus Habana

Imagen derecha: Altar mayor de la Iglesia de San Francisco de Asís. Imagen superior: Detalle del ángel que posee en sus manos un laúd. Imagen inferior: Parte de las figuras aladas que sostienen en sus manos trompetas.Fotos: Yadira Calzadilla.