Presentado por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, el más reciente número de la revista Opus Habana (No.3, Vol. VI, Año 2002) tiene portada del pintor Águedo Alonso, cuya exposición «Obra reciente» se exhibe en el claustro norte del Convento de San Francisco de Asís.
Sobre la obra de Águedo Alonso, quien se ha dedicado por largo tiempo a la temática del paisaje, se incluye en este número de Opus Habana —en la sección «El artista y la ciudad»— una entrevista que le hiciera el crítico David Mateo.
Se trata del número 20 desde que dicha publicación vio la luz en 1996 con portada de Nelson Domínguez. A partir de entonces, Opus Habana se ha abierto al amplio espectro de la cultura visual cubana, invitando a sus páginas a artistas de distintas generaciones y estilos: desde miembros de la llamada generación de los 80 como Nelson Domínguez, Zaida del Río, Roberto Fabelo y Pedro Pablo Oliva, hasta autores que alcanzan mayor renombre en los 90 como Cosme Proenza, Arturo Montoto y Ángel Ramírez, o de generaciones más jóvenes como Ernesto Rancaño, Elsa Mora y Leslie Sardinas.
Sobre la obra de Águedo Alonso, quien se ha dedicado por largo tiempo a la temática del paisaje cubano, se incluye en el más reciente número de Opus Habana —en la sección El artista y la ciudad— una entrevista que le hiciera el crítico de arte David Mateo. Y al responder a la pregunta de «¿qué otra cosa le sugiere la palma, más allá de su consabida trascendencia como símbolo de la identidad cubana?», el pintor respondió:
«Nuestro paisaje rural es completamente distinto al resto de los paisajes del mundo: es eminentemente sensual, como lo somos también casi todos los cubanos; y en esa similitud de condiciones entre la naturaleza y el hombre es donde se encuentra buena parte de la sustancia de nuestra nacionalidad. La palma es uno de esos atributos que mejor encarna esa preferencia o afición. Es evidente que la naturaleza de la Isla está llena de plantas que poseen una riqueza plástica ideal para la recreación artística, hay ejemplos tan fascinantes como la mata de plátanos o la propia palma real.
Sin embargo, a mí me cautiva más la sensualidad que se expresa en la mayoría de esas plantas, e incluso, lo que uno descubre en la misma configuración física del territorio: como por ejemplo, la disposición voluptuosa de las montañas, la manera como los ríos penetran en las piedras, y las formas caprichosas con que las raíces se entremezclan y horadan el suelo...; en fin, hay una gama de imágenes tan sugestivas desde ese punto de vista, que nuestra geografía constituiría una fuente inagotable de inspiración para cualquier pintor que le interese el tema». Junto a la temática del paisaje, en su exposición «Obra reciente», Alonso retoma el tema de las crucifixiones —ya trabajado por él en la década de los 80—, pero esta vez se ha apoyado en el uso de materiales desechables que él mismo colecta, recicla y contextualiza, entre otros, pequeñas figuras de biscuit (de niños o ángeles) que añade a la madera.
Esas obras han sido expuestas en un local aledaño al claustro norte del Convento de San Francisco, en lo que pudo haber sido una pequeña capilla, la cual se utiliza por primera vez con fines artísticos.
Sobre la obra de Águedo Alonso, quien se ha dedicado por largo tiempo a la temática del paisaje cubano, se incluye en el más reciente número de Opus Habana —en la sección El artista y la ciudad— una entrevista que le hiciera el crítico de arte David Mateo. Y al responder a la pregunta de «¿qué otra cosa le sugiere la palma, más allá de su consabida trascendencia como símbolo de la identidad cubana?», el pintor respondió:
«Nuestro paisaje rural es completamente distinto al resto de los paisajes del mundo: es eminentemente sensual, como lo somos también casi todos los cubanos; y en esa similitud de condiciones entre la naturaleza y el hombre es donde se encuentra buena parte de la sustancia de nuestra nacionalidad. La palma es uno de esos atributos que mejor encarna esa preferencia o afición. Es evidente que la naturaleza de la Isla está llena de plantas que poseen una riqueza plástica ideal para la recreación artística, hay ejemplos tan fascinantes como la mata de plátanos o la propia palma real.
Sin embargo, a mí me cautiva más la sensualidad que se expresa en la mayoría de esas plantas, e incluso, lo que uno descubre en la misma configuración física del territorio: como por ejemplo, la disposición voluptuosa de las montañas, la manera como los ríos penetran en las piedras, y las formas caprichosas con que las raíces se entremezclan y horadan el suelo...; en fin, hay una gama de imágenes tan sugestivas desde ese punto de vista, que nuestra geografía constituiría una fuente inagotable de inspiración para cualquier pintor que le interese el tema». Junto a la temática del paisaje, en su exposición «Obra reciente», Alonso retoma el tema de las crucifixiones —ya trabajado por él en la década de los 80—, pero esta vez se ha apoyado en el uso de materiales desechables que él mismo colecta, recicla y contextualiza, entre otros, pequeñas figuras de biscuit (de niños o ángeles) que añade a la madera.
Esas obras han sido expuestas en un local aledaño al claustro norte del Convento de San Francisco, en lo que pudo haber sido una pequeña capilla, la cual se utiliza por primera vez con fines artísticos.