(Palabras del crítico de arte Píter Ortega Núñez al catálogo de la exposición bipersonal «Fragmentos utópicos», de Alicia de la Campa Pak y Sinecio Cuétara Menecia»)
Cuando la mariposa se parece al llanto:utopías, ilusiones, mundos paralelos
La obra de Alicia de la Campa se cimienta en alguna medida sobre la base de los recursos de la estética surrealista, entendida esta como la yuxtaposición o coexistencia de elementos pertenecientes a realidades dispares, incompatibles entre sí, sobre un espacio o escenario que a su vez les es ajeno. La iconografía desarrollada por la artista tiene un gran componente de espontaneidad, onirismo, fabulaciones. Muchas de sus figuras parecen salidas del mundo del subconsciente, más que del estrato de la conciencia o el raciocinio. Son seres mixtos, mutantes, preñados de lirismo y desasosiego. Habitan la ambivalencia del placer y la angustia, la dicha y el desamparo, el ensueño y la vigilia. Féminas que padecen ilusiones distendidas, utopías no resueltas, empeños fatuos. Y en este sentido resulta primordial el tratamiento de las miradas, la insondable y enigmática expresividad de esos ojos apenados, afligidos, lánguidos. Ausentes. Apagados. Se trata de rostros que nos desafían desde su frialdad, desde su desafecto. Fisonomías que transpiran hastío, tedio, ansiedad. Melancolía. Desarraigo. Pareciera que ellas quieren “volar” bien lejos, desaparecer, pero ya sabemos del costo que supuso para Ícaro su soberbia, su desmesura.
El propio título de la serie (“La ilusionista”) alude a ese ambiente inaprehensible, místico, recreado por la artista. Atmósferas esotéricas, ilusorias, apócrifas. Cuasi mágicas. La mayor virtud de Alicia es sin duda el poderío y la fertilidad de su imaginación. Su facultad para engendrar espejismos, quimeras. Sus habilidades en la empresa de generar mundos paralelos, soterrados (pero no por ello descomprometidos del todo con nuestra realidad más cercana, con nuestros trances existenciales, socio-culturales).
Una de las piezas que ostentan mayor poesía visual dentro del conjunto es aquella titulada “Mariposas de lágrimas”, en la que resulta reveladora la contraposición de sentido entre la simbología del insecto mariposa –de tintes positivos, lozanos, primaverales– y la connotación doliente del llanto, del lamento. De la lágrima. Estas mariposas despiertan escepticismo más que simpatía. Desamor antes que cordialidad. Vienen quizás a esparcir la desdicha, la desventura. El infortunio de esa joven que se maldice en silencio, y cuyo mutis deviene “alarido” de dolor, de resignación.
El hecho de que la creadora se ocupe mayormente de las figuras, sin prestarle mucha atención a los fondos, responde a ese afán de penetrar en la psicología de sus personajes, en sus interioridades más profundas. Pero hay otro elemento que resulta curioso, o más que curioso desestabilizador, y es el empleo de la gama cromática. Cuando impera la desazón en el orden temático, para la cual hubiese sido más “idónea” (dirían algunos) una paleta fría, neutra, Alicia se vale en cambio de colores predominantemente cálidos, intensos, de apariencia festinada. Lo cual provoca una paradoja o contrasentido que le concede cierta insolencia a la representación, y que, desde luego, más que una falta se convierte en un valor agregado. En un indicador de calidad.
«La Ilusionista», (2009) De la serie La Ilusionista.Carboncillo y acrílico sobre lienzo, (100 x 130 cm). |
El propio título de la serie (“La ilusionista”) alude a ese ambiente inaprehensible, místico, recreado por la artista. Atmósferas esotéricas, ilusorias, apócrifas. Cuasi mágicas. La mayor virtud de Alicia es sin duda el poderío y la fertilidad de su imaginación. Su facultad para engendrar espejismos, quimeras. Sus habilidades en la empresa de generar mundos paralelos, soterrados (pero no por ello descomprometidos del todo con nuestra realidad más cercana, con nuestros trances existenciales, socio-culturales).
«Mariposas de lágrimas», (2009) De la serie La Ilusionista. Mixta/ Lienzo, (100 x 130 cm). |
El hecho de que la creadora se ocupe mayormente de las figuras, sin prestarle mucha atención a los fondos, responde a ese afán de penetrar en la psicología de sus personajes, en sus interioridades más profundas. Pero hay otro elemento que resulta curioso, o más que curioso desestabilizador, y es el empleo de la gama cromática. Cuando impera la desazón en el orden temático, para la cual hubiese sido más “idónea” (dirían algunos) una paleta fría, neutra, Alicia se vale en cambio de colores predominantemente cálidos, intensos, de apariencia festinada. Lo cual provoca una paradoja o contrasentido que le concede cierta insolencia a la representación, y que, desde luego, más que una falta se convierte en un valor agregado. En un indicador de calidad.
Ciudad, distopía, escozor.De ahogamientos y otras tempestades
Sinecio Cuétara es un pintor de la ciudad y sus entuertos, sus tribulaciones. Le interesa nuestra urbe en tanto escenario de agitaciones y conmociones múltiples, en tanto espacio del escozor, de la borrasca. Nos muestra una ciudad “sumergida”, ahogada en su propia nulidad, sujeta a “tempestades” disímiles. Y si en un momento determinado lo hizo valiéndose de la pintura figurativa (de una manera bastante explícita), ahora asume el enorme reto de afrontar dichas variantes temáticas y discursivas desde la abstracción, o bien justo desde el punto límite entre ambas estéticas. De modo que ha ganado en sutileza, está logrando decir más con menos, lo cual es un buen indicio.
Entre la abstracción expresionista y la geométrica, el artista prefiere la primera, quizás por ser la que mejor se aviene a la “convulsión” y el “caos visual” que le interesa reflejar. Se apoya en recursos muy eficaces como el intenso trabajo con las texturas, con el universo de la materia palpable, de lo sensorial. Sinecio apela sin reservas a todo tipo de herramientas o instrumentos: el pincel, las espátulas más insospechadas, el aerógrafo, el rodillo, sus propias manos… El resultado es una visualidad que seduce desde la primera ojeada, justamente por su dinamismo y por la integración de elementos diversos. Por su heterogeneidad, por su complejidad compositiva.
En cuanto a las piezas más cercanas a la figuración (las de la serie “Ciudad sumergida”), en las que aparece la reja como simbología fundamental, es preciso destacar esa sensación –virtual, por supuesto, simulada– próxima a la imagen fotográfica “fuera de foco”. Recurso que actúa en el orden metafórico como indicador de la “inaccesibilidad” y el carácter “incomprensible” de dichas fachadas, representativas de la ciudad como un todo. Una ciudad distante, desdibujada, que se sumerge sin que sepamos dónde, que se nos presenta harto enrejada, recluida. Confinada.
Serie Ciudad Sumergida II, (2009). Mixta/ Lienzo, (130 x 200 cm). |
Entre la abstracción expresionista y la geométrica, el artista prefiere la primera, quizás por ser la que mejor se aviene a la “convulsión” y el “caos visual” que le interesa reflejar. Se apoya en recursos muy eficaces como el intenso trabajo con las texturas, con el universo de la materia palpable, de lo sensorial. Sinecio apela sin reservas a todo tipo de herramientas o instrumentos: el pincel, las espátulas más insospechadas, el aerógrafo, el rodillo, sus propias manos… El resultado es una visualidad que seduce desde la primera ojeada, justamente por su dinamismo y por la integración de elementos diversos. Por su heterogeneidad, por su complejidad compositiva.
Serie Ciudad Sumergida III, (2009). Mixta/ Lienzo, (130 x 200). |
Píter Ortega Núñez
Crítico de Arte
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