Palabras de presentación del número uno de la revista digital Caliban, presentada la mañana de hoy jueves 9 de octubre en el teatro de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.

Caliban tendrá, pues, vocación por la historia y el pensamiento social en todos sus ámbitos, siempre enfocado desde reflexiones liberadoras, latinoamericanistas y universales.

Compañero Abel Prieto Jiménez, Ministro de Cultura
Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad
Premios Nacionales de Literatura y de Ciencias Sociales invitados a este acto
Colegas y amigos todos:
Caliban, el anagrama formado por William Shakespeare de la voz caníbal, procedente de caribe, y que en la tradición del pensamiento emancipador de Nuestra América –Aníbal Ponce, Aimé Césaire, George Lamming, Edward Brathwaite,  Roberto Fernández Retamar─,  ha devenido símbolo de resistencia cultural de los pueblos frente a las dominaciones foráneas, da título a esta revista digital de historia y pensamiento. Y lo hace en un momento y lugar de notable significación. El momento es el de la crisis del capitalismo a escala mundial, el cuestionamiento cada vez mayor de la hegemonía estadounidense, y la llegada al poder de gobiernos progresistas  en América Latina, que impulsan cambios radicales en pro de sus pueblos. El lugar es Cuba y su Revolución,  a medio siglo de la gran transformación política, económica, social, cultural y de las personas que se inició con el triunfo del 1 de enero de 1959.
Caliban tendrá, pues, vocación por la historia y el pensamiento social en todos sus ámbitos, siempre enfocado desde reflexiones liberadoras, latinoamericanistas y universales. Nos interesa la historia por la misma razón que una vez le confesó Antonio Gramsci a su hijo: «porque se refiere a los hombres que han vivido y todo lo que se refiere a los hombres, a cuantos más hombres es posible, a todos los hombres del mundo en cuanto su reunión en la sociedad, en el trabajo y en la lucha, en su afán por su propia superación, no puede dejar de interesarte más que cualquier otra cosa».
Frente a las distorsiones y mentiras que sobre la historia de Cuba y de otras naciones enarbolan el pensamiento hegemónico, los intelectuales miopes y los grandes medios al servicio del capital, Caliban defenderá la verdad,  y su divisa será la calidad y el rigor, la diversidad  de criterios y la superación del conocimiento existente, pero también el compromiso, la honestidad intelectual y la defensa de los  ideales  de soberanía de nuestros países.
Además, los lectores de Caliban encontrarán en sus páginas digitales documentos de  gran trascendencia histórica, estudios y ensayos clásicos de nuestra historiografía, entrevistas, reseñas de libros publicados y avances de  títulos relacionados con la historia y las ciencias sociales,  de próxima aparición en las editoriales de nuestro país. 
Este primer número  quiere servir de homenaje  a uno de los hechos más trascendentales de la historia cubana, y también de América Latina: el inicio el 10 de octubre de 1868, de la guerra de independencia guiada por el abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes, y que tras diez años de epopeya sin alcanzar el triunfo definitivo,  nos legó una conciencia nacional fraguada, tradiciones de luchas, una legión de héroes y un arsenal de ideas que abonaría futuras revoluciones.
Asimismo, la revista ha decidido abrir un foro de discusión en torno a uno de los personajes más sórdidos de la historia cubana del siglo XX. Nos referimos a Fulgencio Batista, ex sargento taquígrafo, golpista consuetudinario y funesto dictador, quien parece haber vuelto a «resucitar» en la pluma y los discursos de algunos  escribas trasnochados. Este rescate de su figura, nada ingenuo por cierto, tiene ejemplos como el de un profesor cubano americano que afirma que «Su mente era muy sutil, entendía el poder y los mecanismos para manejarlo. Se convirtió en un hombre fuerte dentro de un gobierno débil». Otro novelista español, con premio incluido, ha publicado una obra donde se interesa por un Batista «de carne y hueso. Ver cómo se enamora de su mujer después de atropellarla mientras ella paseaba, cómo sufre por las consecuencias para su familia al producirse al ataque al Palacio Presidencial».
Una escritora mediocre no vacila en aseverar que «hizo mucho bien a su país por un lado, y vivió un exilio digno, hasta su muerte», y un ensayista conjetura que Batista era «un político dentro de un militar» y para dar fe de esta tesis acude al siguiente sofisma: «Que Batista era un político lo demuestra la manera en que se enfrentó al asalto a Palacio, el 13 de marzo del 57. Desde varios días antes, había sido notificado por el jefe del Buró de Investigaciones, Orlando Piedra, sobre el operativo revolucionario. Los responsables de la seguridad presidencial advirtieron a la guardia de Palacio, pero Batista se opuso a cerrar el tránsito en los alrededores y a impedir el acceso del público a las oficinas de la presidencia y la mayordomía».
Creo innecesario insistir en que  este tipo de análisis,  plagado de tergiversaciones y falsedades, ignora o pretende ignorar quien fue el que ordenó disparar al pueblo durante el entierro de las cenizas de Mella, en septiembre de 1933; contribuyó decididamente al derrocamiento del gobierno de Grau en enero de 1934;  reprimió a sangre y fuego la huelga general de marzo de 1935, y ordenó el asesinato de Antonio Guiteras y Carlos Aponte pocos meses más tarde. También soslaya al corrupto gobernante que en pocos años devino millonario. Por no hablar del desvergonzado nepotismo que favoreció a sus hermanos, familiares y amigos con importantes cargos públicos, gobernadores, representantes a la cámara, senadores y alcaldes. O de los estrechos vínculos que mantuvo con la mafia estadounidense afincada en Cuba. O del trato bárbaro y despiadado que dio a los opositores a su régimen de facto. Como bien dijera la revista Bohemia en los albores de la Revolución, el Batistato había sido «la más perfecta combinación de robo y asesinato que ha conocido la República».
En la próxima entrega de Caliban, aparecerán trabajos que abordarán las razones del fracaso político,  social y moral de la República burguesa neocolonial, y abrirá nuevos debates sobre la necesidad histórica de una revolución en Cuba, como la acontecida hace ya casi medio siglo. Hasta entonces, los invito al primer número de Caliban, y  lo hago con aquellas palabras fulgurantes de Martí sobre Céspedes: «Es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cual fue la fortaleza del que, sin más armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro- ¡tal majestad debe inundar el alma…!»
Muchas gracias a todos

Félix Julio Alfonso
Director de la revista electrónica Caliban

 

 

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar