Imprimir
Visto: 3776
 Con el objetivo de rescatar tradiciones y organizada por la Casa de la Obrapía, la exposición «Ocarinas cubanas» abrió sus puertas este jueves 10 en la Casa Simón Bolívar, bajo el ancestral sonido del pregón de siete amoladores de tijeras quienes dieron constancia de la permanencia de tal costumbre que, al decir de la curadora Janet Ortiz Vian, está a punto de desaparecer. Además, Ensemble Cantiga Armónica tocó ocarinas especialmente confeccionadas por Frank Valdés y sus hijos, en tanto, el narrador oral Octavio Pino declamó el cuento «La flauta mágica» de Ivette Vian, integrados todos en un espectáculo que dirigió Alfonso Menéndez.
El ilustrador y dibujante Frank Valdés, y sus tres hijos, Roberto, Camilo y Yasser, no pretenden simplemente documentar las tradiciones culturales en medio de las cuales ha evolucionado el uso de este instrumento musical, sino que han encontrado a través de estos objetos, una manera auténtica y singular de expresarse dentro del ámbito de la artesanía popular cubana actual.


«…ese sencillo pitar se intercala de manera muy bonita: vuela el viento…»
«La flauta mágica»
Ivette Vian
«... El pregón callejero o los accesorios que sirven para anunciar sonoramente una ctividad o tipo de comercio se cuentan entre las cosas más misteriosas que puedan atraer la atención de un hombre...»
«Pregones habaneros»
Alejo Carpentier 

 
 Ulpiano del Follo Falcón, de 85 años, es uno de los más experimentado amoladores de tijeras de La Habana. Él encabezó el grupo que estuvo presente en la inauguración de «Ocarinas cubanas».

La palabra ocarina no es muy conocida en nuestro contexto lingüístico, aunque ella en sí misma comunica un concepto de sonoridad.  Pero si decimos pito, o silbato, todo el jolgorio callejero de un pasado cercano despierta en la memoria, y los juegos y pregones de nuestra infancia nos vuelven a visitar.  Ese es uno de los principales encantos de esta propuesta que traen consigo a la Casa Simón Bolívar, la familia Valdés Fortes.
La Ocarina es una flauta «vasija», de timbre muy dulce, que se fabrica preferiblemente en porcelana, cerámica, o metal. Pertenece a la familia de los aerófanos y se emparenta —según sea la región geográfica donde se localicen—, con la armónica, el caramillo o flauta de Pan, el siku, la quena, el rondador y la zampoña.
Estos instrumentos han acompañado a pastores, músicos populares y comerciantes callejeros desde tiempos inmemoriales. Incluso, en nuestra etapa precolombina, los taínos sonaban algo parecido al que llamaban guamo, y, aunque era elaborado a partir de un cobo, lo usaban también para avisar al resto del clan. Así que, desde que la humanidad existe, los hombres han silbado a través de un artefacto de variada complejidad sus melodiosas anunciaciones, convocando el interés de parroquianos y curiosos.
Creado en el 2004 e integrada por jóvenes músicos graduados de nivel medio, y por estudiantes del Instituto Superior de Arte y de las escuelas de superación profesional, el Conjunto de Música Antigua Cantiga Armónica  combina instrumentos de época y contemporáneos. Aunque su línea es la interpretación de partituras de siglos anteriores, no excluye la búsqueda investigativa de nuevos timbres y sonoridades, tal como lo demostró este jueves 10 de diciembre al tocar ocarinas cubanas.

Sin embargo, el ilustrador y dibujante Frank Valdés, y sus tres hijos, Roberto, Camilo y Yasser, no pretenden simplemente documentar las tradiciones culturales en medio de las cuales ha evolucionado el uso de este instrumento musical, sino que han encontrado a través de estos objetos, una manera auténtica y singular de expresarse dentro del ámbito de la artesanía popular cubana actual. Como artistas de la visualidad, inmersos en sus propios universos simbólicos, recrean en esas formas con sentido lúdico, aquellos valores estéticos que les sirven para manifestar su voluntad de estilo. Sus pinturas y dibujos aquí presentes, testimonian un propósito más allá de lo decorativo o lo comercial.La variedad de ocarinas que encontramos en esta exposición se relaciona con sus bellos e imaginativos diseños y también con la diferencia de sonoridades que producen al soplar. Son obras únicas, exóticas y sorprendentes, que han sido elaboradas con técnicas originarias y gran minuciosidad (modeladas —a mano o en torno—, esgrafiadas, bizcochadas y luego decoradas al fresco con acrílicos y otros pigmentos).
 
 Exitosa escritora que ha creado un mundo de fantasía y ensueño poblado de personajes que los niños cubanos conocen y recuerdan, Ivette Vian dice que con sus libros pretende divertir a los pequeños lectores. En la apertura de la muestra, más que declamado, su cuento «La flauta mágica» resultó dramatizado por el narrador Octavio Pino.

Al sublimarse de su función original, se han convertido en verdaderas piezas de colección, gracias al talento y refinado gusto de sus autores.
Estos creadores de formación autodidacta, logran en sus obras una atmósfera muy peculiar, cargada de emociones y significados complejos. Ellos comparten una interesantísima sensibilidad hacia determinadas zonas de la existencia que los hace afines y diversos a la vez. Su valor como núcleo portador de una herencia cultural, está principalmente en el dinámico enfoque que han hecho del tema escogido. La cerámica tiene en nuestro país una vasta representación de artistas y talleres reconocidos internacionalmente por su poética dentro del género. Esta exposición de la familia Valdés Fortes es la cristalización de un proyecto que al asociarse también a los pregones de ciertos oficios —una de las principales fuentes de nuestra música popular—, renueva una tradición urbana prácticamente relegada que debemos esforzarnos en conservar.

Janet Ortiz Vian
Curadora