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 Hoy viernes 21 de septiembre se inaugura la exposición «Simbiosis» en el Centro Hispanoamericano de Cultura, como homenaje al aniversario 97 del natalicio del destacado escultor valenciano y cubano Enrique Moret Astruells.
La muestra esta integrada por unas 15 piezas escultóricas de pequeño y mediano formatos, realizadas en diversos materiales (piedra, terracota, madera, resina…), así como varias gigantografías de los conjuntos y esculturas monumentales.

 
 Toro y torero (1981). Terracota.
Resulta muy interesante la historia que se cuenta a través de la controversial personalidad de Enrique Moret. Su vida transcurre por disímiles etapas que marcan las aristas del hombre y las concepciones de su obra.
Aunque nace en España y se establece en Cuba cuando tenía ya 31 años, no se puede hablar de un Moret español ni de un extranjero adaptado. Su ideología y labor artística están determinadas por una imbricación de las culturas y los contextos históricos en los cuales se desarrolla.
Después de un largo período de formación en talleres y escuelas españolas, Cuba constituye para el escultor el giro hacia la madurez artística, política e intelectual. El triunfo de la Revolución atiza el anhelo de una sociedad en función del hombre. Exaltado el espíritu, sus energías se vuelcan a la labor profesional como medio de colaboración e inserción en los ámbitos de nuestra sociedad.
 
 Millonario cubano (1979). Madera, cedro policromado.
La vanguardia artística cubana apuntaba hacia la búsqueda de una identidad propia que se aferraba a las diversas raíces del patrimonio nacional. Si bien Moret se contagió con esta dinámica, y acogió temas y elementos formales característicos de este movimiento, su evolución técnica y conceptual es en extremo particular.
Desde su perspectiva, Moret nos abre las puertas al mundo real, en el cual no desliga el arte del medio de donde surge. Nos presenta una visión panorámica de lo que él consideraba esencial –el ser humano activo en su cotidianidad– y lo materializa en la escultura.
De manera general, la obra moretiana se caracteriza por la experimentación en todos los aspectos. Muchas veces distorsiona las formas en función de transmitir una mayor carga emotiva; otras, la simplificación alude al símbolo por la imagen conceptual. El estereotipo de las figuras se logra partir de volúmenes redondeados y macizos; mezcla las formas duras y delicadas, sin afectar el equilibrio de la composición. Desarrolla temas de inspiración personal, pero predominan aquellos de carácter social.
 
No te equivoques yanqui que no es vegetal (1970). Bronce.
La obra de Enrique Moret, a pesar de ser muchas veces incomprendida, trasciende su época y las fronteras culturales. Sus preceptos estéticos no se reducen a la búsqueda de una imagen, sino que desarrolla un sistema de fundamentación teórica que sustenta la creación.
Tras largos años de permanencia tan sólo en el recuerdo y en las distantes fotografías de los libros, pueden el hombre y su obra develarnos hoy la magnitud de su valor de manera directa. Es, entonces, un honor para nosotros presentar esta naturaleza simbiótica y original como un merecido reconocimiento por los aportes realizados a la plástica cubana del siglo XX.


(Palabras al catálogo de la exposición «Simbiosis», inaugurada el 21 de septiembre de 2007 en el Centro Hispanoamericano de Cultura).
María Lucía Bernal Delgado y Maylín Lara Ojeda
Curadoras