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 Convertida de hecho y de derecho en la Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias y, consecuentemente, en la frontera imperial del sistema colonial español en el Caribe, a La Habana se le otorgó el título de ciudad el 20 de diciembre de 1592.
Reseña histórica que evoca cómo hace 400 años, por mandato del monarca español, se otorgó a La Habana oficialmente el rango de capital de Cuba.

 Cuando se inició en 1510 la conquista y colonización de Cuba, la autoridad del monarca español, estaba representada en la Indias por el virrey Diego Colón, radicado en La Española1.
Fue en calidad de Teniente del Virrey, es decir, como su delegado, que emprendió Diego Velázquez la conquista de Cuba. Como tal, estaba investido no sólo de autoridad militar sobre los hombres que mandaba y los territorios que ganare, sino de la superior autoridad civil y con ésta de la judicial; pues la justicia era una atribución anexa a las de carácter administrativo.
De hecho, Velázquez, desde el momento mismo de su desembarco en Cuba, actuó como autoridad única y asumió el cargo de Gobernador de la Isla de Fernandina. «Nuestro capitán y gobernador de la dicha isla», lo titularía el rey de España, Fernando V, El Católico.
La primera zona ocupada por los conquistadores lo fue el extremo más oriental de Cuba donde Velázquez fundó en 1512, en el lugar que los aborígenes denominaban Baracoa, una población a la que se denominó Nuestra Señora de la Asunción y se le otorgó desde ese momento el carácter de villa. De hecho fue Baracoa, la primera capital de Cuba. De allí partieron las columnas españolas que explorarían y ocuparían todo el territorio cubano.
Tan satisfecho estaba con la actuación de Velázquez el monarca español que le confirió, en 1513, el cargo de Repartidor de Indios, fortaleciendo con ello la autoridad del conquistador pues le otorgaba un poder que el virrey Diego Colón había reservado para sí. Por otra parte, con una serie de disposiciones relativas a la nueva colonia y con sus instrucciones directas a Velázquez, el soberano debilitó la dependencia de éste respecto al virrey.
A partir de octubre de 1513 Velázquez abandonó Baracoa para consolidar la ocupación mediante la fundación de nuevas villas, proceso que terminó en julio de 1515 con la fundación de la séptima y última villa, Santiago de Cuba, que fue escogida como sede del gobierno.
Siguiendo una práctica observada en La Española y que tenía su origen en Castilla, Velázquez creó en cada una de las villas que fundó cabildos o consejos municipales, cuyas atribuciones no se ajustaron a ordenanzas escritas hasta muchos años después, pero que fueron basadas en la tradición.
Los cabildos constituyeron el gobierno de las villas y en ellos descargó Velázquez la autoridad que no podía ejercer en todas partes a la vez; si bien se reservó el derecho de presidirlos cuando se reunieran donde el estuviese, así como nombrar tenientes gobernadores que lo sustituyeran en esa función. Los cabildos eran integrados por dos alcaldes (primero y segundo) y varios regidores (cuatro por lo general). En ausencia del gobernador o su teniente, era el alcalde primero quien presidía las reuniones del cabildo. A falta del primero, presidía el alcalde segundo.
La importancia de los alcaldes, como la del cabildo, aumentó con el tiempo. El cabildo regulaba la vida municipal: creaba contribuciones destinadas a atenciones locales; autorizaba el desempeño de oficios y comercios y fijaba los precios de los artículos de primera necesidad. Más adelante, los cabildos asumieron facultades privativas del rey, como mudar villas y otorgar tierras. Por último, daban posesión a todos los empleados públicos, incluso al gobernador. Más de una vez un alcalde de la villa capitalina desempeñó el cargo de gobernador por ausencia o fallecimiento del nombrado por el rey.
Cada cabildo ejercía su autoridad sobre verdaderas provincias. Por ejemplo, la jurisdicción del cabildo de La Habana, durante mucho tiempo, se extendió «desde el cabo de San Antonio hasta más allá de Matanzas»
Los alcaldes ejercían además de funciones administrativas, las propias de los jueces, lo mismo en materia civil que criminal. Contra sus decisiones judiciales podía recurrirse ante el gobernador. De lo resuelto por el gobernador en la cuestión planteada había el derecho de recurrir ante los Jueces de Apelación, que residían en Santo Domingo, en La Española. Estos jueces formaban la primera Audiencia que funcionó en América, la Audiencia de Santo Domingo.
De hecho, la obra de los primeros gobernadores de Cuba tuvo todas las características de un ensayo. Este ensayo tuvo como rasgo más sobresaliente los conflictos con las otras autoridades de la Isla: los cabildos, el obispo y los funcionarios de la corona.

Los gobernadores trasladan su residencia a La Habana
Una de las primeras villas fundadas lo fue la de San Cristóbal de La Habana. Le correspondió hacerlo a Pánfilo de Narváez, uno de los lugartenientes de Velázquez. La fundación tuvo lugar entre abril y mayo de 1514 en un lugar de la costa sur de Cuba que no ha sido aún bien determinado. El asentamiento se realizó junto a un río o su desembocadura y no quedan restos de este. Años más tarde, alrededor de 1519, la conquista de las regiones continentales del Golfo de México y del Perú motivaron el traslado de la villa hacia la costa norte, a las inmediaciones de una bahía conocida desde 1508 y que había sido denominada Puerto Carenas. El descubrimiento, hacia 1525, por el marino español Antón de Alaminos de la Corriente del Golfo consolidó la importancia de La Habana. El puerto habanero se fue convirtiendo, cada vez más, en centro del tránsito desde y hacia España. Esto hizo que el licenciado Antonio Chaves quien ocupaba el cargo de gobernador de la Isla de Cuba se trasladara desde Santiago de Cuba, la capital designada, a La Habana y permaneciera en ella la mayor parte de su mandato (1546-1550).
El sucesor de Chaves, el también licenciado Gonzalo Pérez de Angulo, quien gobernó de 1550 a 1556, quiso hacer lo mismo pero fue conminado por la Audiencia de Santo Domingo, a instancias del cabildo habanero, celoso de su autoridad, a fijar su residencia en Santiago de Cuba.
Pérez de Angulo se trasladó a Santo Domingo a defenderse ante la Audiencia de las imputaciones que le habían hecho los de La Habana y lograr que fuera revocada la disposición que le ordenaba vivir en Santiago. Consiguió ambos propósitos.
La Audiencia de Santo Domingo dictó el 26 de julio de 1553 un mandamiento que autorizó al gobernador a mudar su residencia a La Habana, porque ésta, expresaba el documento:

«es la confluencia de los negocios de dicha isla por los muchos navíos que allí concurren así de la Nueva España como del Nombre de Dios y Cartagena y Santa Marta y provincia de Honduras».

Fue así que, a partir de ese año, La Habana vino a ser, de hecho, la capital de Cuba.
La población había crecido y prosperado, pero carecía de defensas que se correspondieran con su importancia; no contaba con fortificaciones capaces de protegerla ni de una guarnición adecuada. Todo esto se puso de manifiesto cuando en 1555, durante el gobierno de Pérez de Angulo, el corsario francés Jacques de Sores atacó e incendió la villa, degolló a un grupo de prisioneros y ahorcó a varios negros esclavos, y se marchó después con total impunidad. Este ataque demostró la urgente necesidad de fortificar y defender al que era ya, por su valor estratégico, uno de los puertos más importantes de América. Una consecuencia inmediata, fue la de designar, en lo adelante, a militares para el gobierno de Cuba, práctica que se inició con Diego de Mazariegos, quien gobernó de 1556 a 1565. Otra medida fue el inicio inmediato de la construcción del castillo de La Fuerza2.
El papel preeminente de La Habana en el tráfico marítimo entre España y sus colonias americanas fue reforzado aún más cuando, a partir de una Real Cédula promulgada el 16 de junio de 1561, se dictaron las medidas que condujeron al establecimiento del sistema de flotas y se ratificó a La Habana como el punto de reunión de todos los buques que emprendían el retorno a la metrópoli. La villa se convirtió, de hecho y de derecho, en la Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias y consecuentemente, en la frontera imperial del sistema colonial español en el Caribe.
Teniendo en cuenta lo anterior, creció la necesidad de dotar a La Habana de un sistema defensivo que garantizara su seguridad ante la amenaza creciente de las potencias enemigas de España. A partir de 1589 se comenzaron a construir el castillo de San Salvador de La Punta y el castillo de Los tres Reyes del Morro3.
Aunque supuestamente las flotas debían permanecer en la bahía habanera algunas semanas, los retrasos eran frecuentes y la estancia se prolongaba, por lo general, varios meses. La estancia de las flotas constituyó una fuente de riqueza y crecimiento para La Habana, se fomentaron la agricultura y el comercio. Parejamente, se desarrolló la infraestructura vinculada a los pasajeros de la flota. Para citar un ejemplo, por 1570, la villa disponía de unas 50 tabernas, en momentos en que su población se estimaba en unos 330 habitantes, más la población flotante.
Las necesidades portuarias y comerciales fueron igualmente responsables del desarrollo de un importante sector artesanal, vinculado a actividades marítimas y constructivas, como los carpinteros de ribera, carpinteros «de lo blanco», herreros, tejedores, etc. Hacia fines de los 500, La Habana contaba con un importante astillero. A la sombra de estas actividades y como parte consustancial de las mismas, se produjo un desarrollo de diversas formas de cultura material.
El crecimiento demográfico habanero fue tal que, entre 1570 y 1620, aproximadamente, la ciudad presentó las mayores tasa de crecimiento poblacional de todo el continente, superiores incluso a las de la ciudad de México, Lima, San Francisco de Quito, La Plata, Potosí y Mérida.
El 20 de diciembre de 1592 se le otorgó a La Habana el título de ciudad.

La división de la Isla en dos gobiernos
La ubicación permanente del gobernador en La Habana tendría, entre otras consecuencias, el hecho de que no podía atender adecuadamente los asuntos de la parte oriental de la Isla, con la cual la comunicación era muy difícil, a causa de la actividad de los corsarios y de la falta de caminos. Las poblaciones y costas del extremo oriental no contaban con protección y en ellas se vivía, según reconocía la corona «con mucho sobresalto y riesgo de los enemigos». Bien establecido el hecho, el rey de España Felipe III y sus ministros decidieron dividir la Isla en dos gobiernos, con las cabeceras respectivas en La Habana y en Santiago, correspondiendo la autoridad suprema al gobernador de La Habana. A esos efectos, se emitió una Real Cédula, fechada en Madrid el 8 de octubre de 1607. De acuerdo al documento la jurisdicción del gobernador de La Habana abarcaría, por el este, «hasta cincuenta leguas de la ciudad»4. La del gobernador de Santiago de Cuba incluiría a Baracoa y Bayamo y por el oeste, a Puerto Príncipe (hoy Camagüey). Respecto a la villa de Trinidad, la Real Cédula expresaba que a la mayor brevedad se «resolvería a cargo de cuál de los gobernadores ha de estar»5. Nada se decía en ella sobre la villa de Remedios, que ya existía, ni de la villa de Sancti Spíritus, situada a más de cincuenta leguas de La Habana y fuera del gobierno de Santiago de Cuba. Debido a esta imprecisión el vecindario de estas poblaciones del centro de la isla (Las Villas, como empezó a decírseles) se consideró fuera de toda dependencia respecto a La Habana y a Santiago, y durante los años que duró en aclararse la situación se entregó libremente al comercio de contrabando.
De lo que no se quiso dejar dudas en la mencionada Real Cédula fue en lo referente a la preeminencia de La Habana. En uno de los párrafos el soberano expresaba:

«...y quiero y es mi voluntad que el de los dichos dos gobernadores tuviere á su cargo el gobierno de la ciudad de San Cristóbal de La Habana y los dichos lugares de su distrito sea y se titule mi gobernador y capitán general de la isla de Cuba y de la dicha ciudad como se han titulado hasta agora los que lo han sido de toda la Isla...»6

Y un poco más adelante reiteraba:
«Y por los inconvenientes que se considera podrían resultar de lo contrario, mando que mi gobernador y capitán á guerra de la ciudad de Santiago de Cuba y su distrito esté subordinado en todo lo que tocare y fuere dependiente de materias de gobierno y guerra al mi gobernador y capitán general de dicha Isla y ciudad de La Habana…»7

Fue así, como hace 400 años, por mandato del monarca español, se otorgó a La Habana oficialmente el rango de capital de Cuba.


1 Se dio el nombre de La Española a la isla que actualmente ocupan la República de Haití y la República Dominicana. La capital de La Española era Santo Domingo la actual capital de la República Dominicana.

2 La construcción del castillo de La Real Fuerza (la primera fortaleza abaluartada construida en América) comenzó en 1558 y se terminó en 1579. Era su propósito proteger el puerto de La Habana, pero en este sentido tenía importantes deficiencias, por ejemplo podía ser dominado desde las alturas de La Cabaña y su distancia a la boca del puerto disminuía su valor defensivo. Se calcula que su costo fue superior a los 56 000 ducados. Esta construcción es en estos momentos objeto de un importante trabajo de restauración por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

3 Construidos en la boca del canal de la bahía para cruzar sus fuegos, fueron dos obras cumbres realizadas por el ingeniero Bautista Antonelli, autor del sistema defensivo regional del Caribe hispano.

4 PEZUELA, Jacobo de la: Historia de la Isla de Cuba, Tomo I, Madrid, Carlos Bailly-Balliere, 1868, Apéndice III, pp. 374-376 citado por PICHARDO VIÑALS, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, Tomo I (época colonial), La Habana, Editora del Consejo Nacional de Universidades, 1965, pp. 155-157, de donde fue tomada la información.

5 Ibídem.

6 Ibídem.

7 Ibídem.
Gustavo Placer Cervera
Doctor en Ciencias Históricas