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 Tres reconocidos fotógrafos cubanos contemporáneos unieron sus fuerzas en la exposición «Tres maneras de ver el mundo», inaugurada el pasado 29 de enero en la galería del Hostal Conde de Villanueva, evocando de un modo muy original el décimo aniversario de la emisora Habana Radio. Liborio Noval, Roberto Salas y Julio Larramendi celebraron también el hecho de ofrecer obras que marcan puntos de inflexión en sus correspondientes ejecutorias, imprimiéndole  frescura, espontaneidad y universalidad al arte fotográfico, entre paisajes, reflejos, texturas y retratos.

Según Liborio Noval «Quisimos hacer una cosa diferente por el aniversario de Habana Radio: Julio,  que casi nunca trabaja en blanco y negro, lo presenta todo de esa forma; Salas expone fotos hechas con una cámara infrarroja, una especie de experimento, y yo he hecho los paisajes, los detalles, incluso en diferentes partes del mundo».

 

 

 Cuando nos hablaron del décimo aniversario de Habana Radio nos surgió la idea y se nos ocurrió mostrar facetas poco conocidas de cada uno de nosotros, afirmó Julio Larramendi (a la derecha), junto a Salas, al centro, y a Noval.

Tres conocidos artistas de la fotografia cubana contemporánea se interrelacionaron en la exposición «Tres maneras de ver el mundo», inaugurada el pasado 29 de enero en la galería del Hostal Conde de Villanueva, con una gran afluencia de amigos, colegas y amantes del arte fotográfico, evocando de un modo muy original el décimo aniversario de la emisora Habana Radio, con la cual colaboran asiduamente desde hace varios años.
Liborio Noval, Roberto Salas y Julio Larramendi celebraron también el hecho de ofrecer obras que marcan puntos de inflexión en sus correspondientes ejecutorias, imprimiéndole  frescura, espontaneidad y universalidad al arte fotográfico, entre paisajes, reflejos, texturas y retratos. Todo el que tuvo oportunidad de participar de la exposición se sorprendió de la variedad de ángulos que un fotógrafo puede lograr en su constante diálogo con la realidad que le circunda y le devela curiosas perspectivas. Para Rafael Acosta de Arriba, especialista que estuvo a cargo de las palabras inaugurales de la muestra, «la combinación que ofrecen estos tres conjuntos de fotografías se agradece por su diversidad y sentido complementario, por la fuerza de las imágenes, y por la atmósfera cosmopolita que transmiten. Mucho oficio, experiencia y talento se reúnen…».
Imposible de seccionar por la excelente curaduría, pero capaz de señalar trayectorias y evoluciones, la exposición lleva de la mano al público, desde el más avezado hasta al neófito, en un viaje por los resquicios del arte de tres poetas de la imagen, inquietos y diestros, que se despojan de toda categorización y presentan las pinceladas más espontáneas de su labor que, en un contexto como éste, se transmutan en obras de artes con una personalidad propia y una propuesta tangible, aunque su origen haya sido la casualidad, el divertimento o la simple experimentación.
Liborio Noval, reconocido exponente de la fotografía épica de los primeros años de la Revolución junto a los míticos Alberto Korda y Raúl Corrales, entrega imágenes arquitectónicas, escultóricas y urbanas demostrando una búsqueda de detalles curiosos, con una óptica inquieta, humorística, desacralizadora.  Ahora, propone una visión desde diferentes ángulos, ingeniosos, arriesgados y líricos, aunque el fino humor aflora en algunas de las composiciones como un elemento que rompe el protocolo con estilo y delicadeza. Esta vez no regala instantáneas de líderes y personalidades, sino descomposiciones focales por reflejos en diversos tipos de cristales y remansos de agua que trastornan la imagen creando otra, con una nueva  sensibilidad estética.
Noval busca una nueva «reflexión» sobre la realidad y, aunque lo niegue, se hace evidente una poética, la transparencia convertida en traductora de visiones, en mensajera de un mensaje puramente estético. Para él todo parece ser mucho más simple « En el tiempo en que trabajé en prensa, muchas veces encontraba imágenes interesantes al margen de los trabajos periodísticos. He seguido con esa idea, estoy trabajando las texturas, los detalles, los reflejos, los paisajes. Todo lo que veo y me llama la atención lo tomo. No me siento poeta, las fotografías a veces son chiflidos, que no los esperas y están ahí».
Roberto Salas, por su parte, le hace honor a la opinión de Rafael Acosta  de que es «el fotógrafo cubano que más se renueva». En sus obras se percibe un trabajo con el color, con tonos leves en fotografías arquitectónicas y de espacios citadinos en que resaltan los grises, azulados y rosáceos, dándole una nueva visualidad a lugares del Centro Histórico. Estas instantáneas, logradas con una cámara capaz de captar imágenes infrarrojas, descorren las cortinas de la ciudad a través de una nueva visión, para nada maquinal a pesar de la arbitrariedad con que las escoge. En un artista que ha transitado por tantas tendencias estéticas y que todavía no se cansa de buscar novedosos planos, no caben las arbitrariedades. Entre las descomposiciones cromáticas se ve, casi imperceptible, la minuciosidad  escultural del desnudo, el acierto del retrato, la narrativa del paisaje. Es un todo que se funde en pos de otra semiótica.
Salas le confesó a este redactor que «con ellas trato de dar ambientes de colores y buscar efectos distintos. Es una forma de experimentar (…) Soy el mismo Salas, pero yo constantemente me estoy viendo de una forma distinta, mi visión esta en continuo cambio. Trato de no repetirme nunca, cuando hago algo nuevo lo hago de una manera en que no lo haya  hecho antes. Siempre estoy haciendo algo» Cuando le hablo de planes, me dice con un guiño cómplice «ahora estoy trabajado en un nuevo proyecto, pienso que para mayo o junio pueda hacer algo que se titule "Nostalgia de La Habana"».
Julio Larramendi, todavía con los ecos de su éxito por el libro «Las primeras villas de Cuba», realizado a cuatro manos con la investigadora Alicia García Santana, vuelve con una propuesta desconcertante, si se puede decir. Sus fotos se remontan a sus orígenes en blanco y negro, cuando comenzó, 40 años atrás, a tomar fotos con una vieja Kiev. Su obturador capta el sonido de la trompeta de Dizzi Guillespie, la flexibilidad del quinto Beatle, George Martin, la gestualidad de Zenaida Romeu, la solidez de Chucho Valdés y el allegro de Leo Brouwer. Su paso por el mundo científico no le sesgó la acuciosidad y la intuición; ese toque de talento que pasa como un brochazo para quedarse.
Larramendi exalta a sus maestros con sus claroscuros. « Yo hace más de veinte años trabajaba en blanco y negro, pues esos fueron los inicios de todos nosotros y esta exposición me ha dado el pretexto para volver a ella. Yo provengo del mundo científico, pero  nunca dejé de hacer fotografía, pero era como un hobby. De buenas a primeras, en 1997, decidí cambiar el rumbo de mi vida. Creo que soy un hombre feliz, siempre en mi vida he podido hacer lo que he querido. Nos hemos unido tres colegas que nos respetamos mucho, sobre todo de mi parte hacia ellos, que son parte de la historia de Cuba. Como dijo alguien una vez,  se podrá escribir la historia de Cuba sin ellos, pero ellos captaron las imágenes».
Difícil de encontrar un colofón para este despliegue. Sólo faltaría destacar la voluntad creativa y renovadora de un arte en ascenso que, como dice Rafael Acosta, «Como todo arte tiene la capacidad de renovación: En un momento la fotografía no se reconoció como arte, pero finalmente se impuso, pues la fotografía reúne tres grandes modos que le dan su condición de arte: el epistémico, el simbólico y el artístico (…) Esta exposición, continúa, hay que registrarla ya como una de las buenas muestras fotográficas de los últimos años por su originalidad  y calidad artística». Enhorabuena.

Rodolfo Zamora Rielo
Opus  Habana