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 Nuevas obras del pintor Esteban Machado pueden verse en la Galería La Acacia desde este viernes 22, cuando se inauguró la exposición «Arcas de Fe», sobre la temática por excelencia del quehacer de este creador: el paisaje. En este espacio y el mismo día, se abrió también la muestra colectiva «Paisaje en La Acacia II».
Entre los muchos y muy buenos paisajistas cubanos de esta hora, Esteban tiene algo muy suyo que decir. Su obra, llena de símbolos, se aleja de la amable contemplación, porque propone, con diálogo inquietante, una manera otra de vernos y de aceptarnos.

 Cuba es una posibilidad que navega en dirección al ser. Desde 1492 hasta hoy. Los vientos y las mareas de la historia la azotan, la acarician y la anclan en una voluntad de existir que es el rasgo más firme de sus pobladores.
Por lo regular los cubanos no «estamos», sino «somos». Esto o aquello. «Estar» es transitorio. «Ser» es la fijeza. Pero la esencia inalterable de la cubanidad —¡vaya paradoja!— es su calidad mutante, una construcción amasada durante siglos, aunque abierta, como la Isla misma, a todos los azares.
¿Qué son estas espléndidas marinas de Esteban Machado sino una aportación de valor al elusivo concepto de identidad nacional? La Isla contenida por sí misma. El coco seminal donde viajamos llevados —a veces muy a nuestro pesar— por las corrientes que nos baten o acunan. Entre los muchos y muy buenos paisajistas cubanos de esta hora, Esteban tiene algo muy suyo que decir. Sus marinas, facturadas con todo el rigor de la academia, no quieren mostrar, ni representar, ni siquiera discutir la naturaleza, al pasarla por una sensibilidad más o menos contemporánea. Su obra, llena de símbolos, se aleja de la amable contemplación, porque propone, con diálogo inquietante, una manera otra de vernos y de aceptarnos. ¿Surrealismo? ¿Realismo mágico? ¿De lo real maravilloso?
 Sí, de todo eso hay. Y más: la sustancia inefable que se resiste a la etiqueta y al fácil reduccionismo del comentador profesional.
Esta es buena pintura no sólo por el «bien hacer», sino, además, porque nos implica en movimientos del alma y reflexiones que son consustanciales al arte con mayúscula; porque nos exalta y abisma en dosis iguales.
Tengo a Esteban Machado por un joven artista, lo cual no alude a la edad biológica, ni a su reciente debut en estas lides, sino a lo inédito de la mirada y a la capacidad de asombro. Su tarea, como la de Sísifo, es llevar cuesta arriba las visiones luminosas con la conciencia de que la meta, como el horizonte, es pura ilusión, y que lo que importa, en definitiva, es el camino, la honradez y el riesgo de la entrega.