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 Un retorno a claves visuales de otras etapas artísticas traslucen las obras que integran la muestra «Con el corazón en la mano», del pintor Joel Jover. En estas recientes telas que por estos días se exhiben en la Casa Oswaldo Guayasamín, el artista evidencia además la grandeza del universo simbólico y conceptual, ese que le ha caracterizado a base de espirales, círculos concéntricos, manos, puntos cardinales y perfiles con lenguas puntiagudas.
Esta nueva muestra personal recupera al Joel Jover más crítico y patético, el que no sólo tiene sabiduría para pintar, sino muchísimo qué decir.

 Cuando un artista ha llegado a su madurez, puede permitirse el retorno a claves y maneras que en otra etapa de su obra resultaron distintivas. «Con el corazón en la mano» es una demostración evidente de este tipo de recurrencias. Si a partir de su serie El cuerpo, el creador parecía inclinarse hacia una pintura de fuerte voluntad hedonista donde la comunicación con el espectador derivaba del disfrute más o menos puro de las posibilidades plásticas del cuerpo femenino, aunque siempre se reservara un margen para el discurso simbólico, con esta nueva muestra parece volver por los fueros de un conjunto como Mediterráneo. Reaparecen en sus lienzos los signos distintivos de aquella: espirales, círculos concéntricos, puntos cardinales. La «mano poderosa», expresión de la unidad universal, vuelve a compartir el centro del cuadro con los perfiles humanos de lenguas aguzadas. Una pintura de las superficies y de la belleza evidente, ha vuelto a ser sucedida por otra más abstracta, densamente conceptual y de áspera concreción en la tela.
Mas en arte, los fenómenos no se producen dos veces de manera idéntica. «Con el corazón en la mano» es el producto de todo un largo aprendizaje: la técnica mixta empleada –yeso, acrílico, carbón, sobre tela– ofrece a la vez una imagen de solidez y soltura, de maestría conseguida, muy superior a cualquier otro antecedente. Por otra parte, Jover ha sabido escapar del peligro constante de la esterilidad en el juego con los símbolos: obras como A la deriva, El Karma y Corazón en la mano, no son sólo elaboraciones intelectuales, sino poseen además una carga vivencial, una potencia sentimental, sin excluir un humor amargo, que las convierte en algo mucho más vital y trascendente que algunas especulaciones anteriores.
«Con el corazón en la mano» recupera al Joel más crítico y patético, el de las grandes series, desde Cuadros humanos, el que no sólo tiene sabiduría para pintar, sino muchísimo qué decir.
De izquierda a derecha: A la deriva (2005). Técnica mixta sobre tela (162 x 130 cm); Hablar de lo eterno (2005). Técnica mixta sobre tela (100 x 81 cm); Autorretrato con serpiente (2005). Técnica mixta sobre tela (100 x 81 cm).


(Palabras al catálogo de la exposición «Con el corazón en la mano», inaugurada el 6 de diciembre en la Casa Oswaldo Guayasamín)