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 Bajo la aureola del lirismo y la fantasía, dibujos y pinturas del joven artista Julio César Rodríguez pueden apreciarse en el Museo de Arte Colonial desde el 11 de enero. «Hallazgos de un velador» se titula su más reciente muestra personal con un lenguaje de matiz «poético, de fácil credibilidad, pero acompañado de novedosas añoranzas o quimeras, de una técnica donde todo se renueva».
La obra del pintor Julio César emociona por la técnica de un dibujo convincente, por los trazos de firmes realidades que asocia a una bullente ilusión.

 
 El bosque extraviado (2004). Técnica mixta sobre cartulina (70 x 50 cm).
Arriesgarse es experimentar, es buscar, es encontrar, es hallar, es ir hacia ese lugar desconocido o ignoto del hallazgo, hacia las concurrentes sorpresas donde nos conduce en esta oportunidad Julio César Rodríguez (Holguín, 1976) con la acumulación del trabajo y el talento que no cesa, como aquella fuente que siglos atrás nos proponía, junto a las murallas de Ávila la poeta Teresa Sánchez Cepeda y Ahumada, exaltada más tarde por su vida y su poesía al territorio de la santidad, semejante camino, acude al primigenio y sempiterno paraíso del bosque, en este caso de la cubanísima espesura de la manigua que nos circunda, desde la fronda criolla nacen en la imaginación develada estas piezas en ocasiones con la favorecida necesidad insular de estar rodeado de agua por todas partes, no con el fatalismo piñeriano, sino con la consagración bautismal de la unción contra el imperfectamente llamado pecado original y todos los pecados constantes o concurrentes, como la bendición de aquel. Acción como reto de una consecución que no por acostumbrada de los primigenios asaltos de su obra ya nos había revelado como secretos conocidos y reconocidos.
Eva reconvertida en vida y obra personal, semejante a la obra de aquel carpintero en su soledad, llamado Gepetto, el que buscando la humana compañía creó en la madera a Pinocho, al igual Julio César, crea su entidad humana, con la ternura y la belleza femenina émula del trabajo del Ser Supremo, junto a la misma simiente germinal de donde saldrá su creador como agregado fruto, aquí el misterio y la magia con que este velador insomne plasma el intento de iluminar, techar la capilla de esta mayúscula ambición humana en el cuerpo de mujer, porque ya el barro y el agua fueron utilizados desde la génesis y el material de esta Eva es ígneo, es acurrucado combustible, es calor, puede ser como es, convertido en llama y fuego, incendiar desde este trozo de lienzo las angustias y soledades, así como tantos otros. Es casi toda la obra de un verdadero artista, correr el riesgo de buscar, de hallar aunque sea hurgando en las cenizas o las brazas con el peligro de quemarse, incinerarse en su obra, perder lo íntimo, los ojos de velador, de soñador, de artista.
 
 Los dos tronos (2004). Carboncillo sobre cartulina (100 x 70 cm).
Ojos velados por una real fantasía humana, que nos entrega con este oficio desde el conflicto en la creación.
La obra de Julio César nos emociona no sólo por la técnica de un dibujo convincente, en trazos de firmes realidades que asocia a una bullente ilusión, sin apropiarse de falsas dicotomías o repetitivas escuelas, paseándose en particular lenguaje poético, de fácil credibilidad, pero acompañado de novedosas añoranzas o quimeras, de una técnica donde todo se renueva, se recrea. Parte a la vez de una herencia de la misma razón creativa, la suma de esta sensorial necesidad de lo expresado, pero desde tan adentro que permite fácilmente esa necesaria y absoluta comunión que están obligadas las sucesivas expresiones del arte, el objetivo y motivaciones de su propia existencia, lo valedero.
Vale entonces el intento de acompañar en este nuevo recorrido a Julio Censar Rodríguez, agradecerle, al conocer los riesgos que se corren para encontrar los hallazgos de un velador, no sin peligros, de una comprometida aventura sigilosa, como señalara Lezama, que si bien no ha podido conocer los cuatro grandes ríos –«el Ganges, el Sena, el Amazonas y el Almendares»–, como Mariano Rodríguez, Julio César ha sido ennoblecido por las aguas del Jigüe, el Marañón, y los manantiales de los frescores de sus sábanas.


(Palabras al catálogo de la exposición «Hallazgos de un velador», del pintor holguinero Julio César Rodríguez, que fuera inaugurada el 11 de enero de 2007 en el Museo de Arte Colonial).
José Luis Moreno del Toro
Poeta