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 Figuras de la cultura española y cubana entablan un diálogo pictórico en la exposición «La generación del 27», de Geisys Gómez. Abierta el 2 de marzo, en la Casa de la Poesía, la muestra formó parte del Primer Encuentro «De Brujas y Mariposas» que tuvo como sede también al Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, y que fuera clausurado con un concierto en el Día Internacional de la Mujer.
La artista se reafirma «una vez más en el retrato, en las veladuras en negro a ratos disueltas en rojo vino. La museografía que propone al compás de sus piezas edifica un espacio destinado al rito, al acontecimiento visual como suceso».

 
 Federico García Lorca (1898-1936). Poeta español.
La primera mitad del siglo XX es significativa para la consolidación del mundo hispanoamericano, primero porque ya existe una producción literaria en castellano desde América y luego, porque ésta se abre, de múltiples maneras, a la búsqueda de figuraciones autóctonas en España y el continente. En Cuba, los artistas identificados con las vanguardias artísticas, pero también con la ideología del movimiento revolucionario de los años 30, abordan los temas del negro y lo afrocubano, las tradiciones en el campo, el eclecticismo habanero. De igual manera, en España alrededor de la generación del 27 o más bien partiendo de ella, se reivindica el siglo de oro de las letras, el romancero gitano; se esboza el sueño republicano. Algunos de los artífices de esta historia común se presentan en nuestra muestra.
El punto de partida de esta exposición es el año 1927. A partir de la fecha, se establecen los vínculos entre la generación española y la vanguardia cubana, que expone por primera vez en ese momento. Sin embargo, la relación se plantea a través de la representación de algunos de los protagonistas, del retrato, un género que por sí mismo se sustrae del tiempo. Entonces, la historia se teje cruzando relatos de vida que hilan las tensiones entre modernismo y vanguardia bajo el vestido de otras y la misma identidad.
Los artistas retratados nos encaran como sujetos, dialogan bajo otra mirada. Y es que el retrato retracta a los personajes del medio en que se encuentran inmersos. Penetra la apariencia para captar al otro, al cual aísla e interpreta, fuera del tiempo, en una dimensión estética. No capta al alma, ni al espíritu, sino del yo en su comprensión del mundo. Al momento de la creación este yo se diluye entre el representado y la artista, y continuamente se reinventa. Este proceso, que termina por ser una construcción colectiva, explora un ámbito de significaciones secretas, ocultas, que habitan lo íntimo. Algunas igualmente sutiles, un tanto más evidentes, quedan expuestas.
 
 Carlos Enríquez (1900-1957). Pintor cubano.
Lorca reta con la mirada, está impregnado de fuerza, se impone en lo más oscuro. Se da, gravita. Picasso en cambio se pierde entre la luz, se descompone cuando se dulcifica. Carlos Enríquez tiene aires de Quijote, Víctor Manuel no llega al primer plano, distante, triste. Así, la experiencia de ellos y nosotros en juego. Interesante también es que detrás de esto hay una especie de culto; un volver a situar al sujeto en medio de la desintegración posmoderna. La historia se revive desde nuevos derroteros.
Geysis se reafirma, con esta exposición, una vez más en el retrato, en las veladuras en negro a ratos disueltas en rojo vino. La museografía que propone al compás de sus piezas edifica un espacio destinado al rito, al acontecimiento visual como suceso. A ella le consterna la dificultad de ver, ver y no ver, ser observado, el otro como revelación y sentido. En ese trance hay seducción, coqueteo y urdimbres de tiempos que se atraviesan en la memoria. Una trama de las complejidades humanas.

(Palabras al catálogo de la exposición «La generación del 27», inaugurada el 2 marzo de 2007 en la Casa de la Poesía, como parte de la primera edición del evento «De Brujas y Mariposas», intercambio entre culturas a través de sus mujeres creadoras).
María Victoria Véliz
Historiadora del arte