La ciudad abstracta, escenográfica, otra... de Sándor González Vilar (La Habana, 1977) puede apreciarse en los dibujos que integran su exposición «Ejercicios», abierta al público en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.
Dibujos en carboncillo sobre cartulina o sanguina sobre tela, conforman esta muestra de ciudades flotantes, arquitecturas imaginarias...

 
 Trabajo de control (2007). Carboncillo sobre lienzo (200 x 285 cm).
Ejercicios de creación, consecuencia y coherencia


Un paseante insensible diría que estamos ante un urbanista frustrado. Un pensador minúsculo creería que el artista es un utopista arrepentido. Un esteta de manual lo etiquetaría en alguna de las gavetas expresionistas que nunca ha registrado.
Vacuas razones, cuyo único valor estaría en hacerlas reversibles. Porque Sándor González Vilar, con esta muestra está al alcance de ustedes en uno de los puntos neurálgicos y más carismáticos de la capital cubana, se reafirma como un imaginador de arquitectura poéticas sugerentes, un cuestionador de construcciones ideológicas preconcebidas y un dinamitador de códigos acomodaticios.
Todo esto sea dicho a partir de lo hecho, es decir, sin la certeza de tener toda la verdad en la obra. El propio título de la exposición, «Ejercicios», es expresión de una vocación propositiva y nada concluyente, como las que en realidad abren cauce a novedades plausibles.
Estamos en un caso en el que un artista asume y, a la vez discute, contradice y especula diversos legados visuales de la modernidad pictórica.
Donde aparece la oreja peluda de Beuys, advertimos la navaja filosa de una composición que invierte los términos de la definición del conflicto. Al linaje espacial que sugiere a De Chirico, le nace una ramificación mortificante y negadora. A las espirales de Tatlin se le cercenan los círculos.
La ciudad escenográfica que ideó Orson Welles para su versión de El Proceso, de Kafka, se diluye y reconstruye en una posibilidad que se desmarca de los atavismos de Klimt.
El crítico supuestamente «puesto al día», a la caza de influencias y conexiones, obsesionado por imbricar al creador en la trama de los códigos internacionales al uso, debe visitar Alamar, las ruinas portuarias de las ciudades cubanas, intentar trasladarse del Distrito José Martí al centro de Santiago de Cuba, o permanecer durante una semana varado en la inexistente Ciudad Nuclear de Jaraguá, en Cienfuegos, antes de buscar referencias artísticas para explicar la imaginería arquitectónica de Sandor.
También debe bucear en una tradición visual al margen de los tópicos de la cubana. Porque el ascetismo lúdrico de Sándor, sus aparentes faltas de apoyo para la composición, su especial manera de crear microcosmos que parecen inadvertidos en la resultante final de cada obra –incluida la provocadora instalación que remata la muestra– tiene que ver muchísimo con la asimilación crítica de la visualidad de sus coetáneos.
Conviene también dejar constancia de una sugerencia. Asóciela a su experiencia particular. Siéntala como un testimonio de su tránsito por esta isla imaginativa y retadora. Será un buen ejercicio para anticipar inquietudes...


(Palabras al catálogo de la exposición «Ejercicios» del artista Sándor González Vilar, que el 30 de abril de 2007, quedó inaugurada en la galería de arte de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena).

Virginia Alberdi Benítez





 
 Tarea (2007). Carboncillo sobre lienzo (110 x 175 cm).
La ciudad de Sándor


La ciudad superpoblada que asciende y se hunde, se levanta y sumerge en cíclico y agónico espiral, la ciudad tenebrosa desgastada, la urbe que encierra y sugestiona, perturba y agobia, que se retuerce y te domina...
La ciudad callada, expectante y desplomada después de un arduo bullicio...
La ciudad que nos acoge en su abigarramiento, la ciudad dormida, despierta, lacerada o aguerrida, pero a pesar del tiempo y los agravios, Viva.
La ciudad, causa y efecto del individuo.
Es esa la ciudad de Sándor González, la sugerida desde el trazo simple y enérgico de su carboncillo o sanguina como mejor metáfora de la dialéctica de la vida, como modo más idóneo para ilustrar las relaciones de dependencia mutua, la crisis existencial contemporánea, los procesos de interminable retroalimentación, las emergencias de nuevas fases en los periodos de evolución ante las degradaciones y esperas, las producciones ascendentes y necesidades incubiertas, los estancos prolongados y las precariedades insolutas...
La ciudad de Sándor es una ciudad abstracta, como escasos y enmascarados referentes contextuales, que cuando se asoman incluso, lo hacen como un ínter texto. Su estética no es preciosista ni su lenguaje es académico en el sentido más ortodoxo, tampoco es colorido su trabajo. La gestualidad presurosa de la dinámica urbana se expresa espontánea y simbólica a través del dibujo. Sus ciudades no convidan a la contemplación, incitan a la conmoción.
En esta propuesta, el ritmo cronometrado de la urbe y sus imperativos de eficiencia y agudeza, se reflejan en el propio proceso creativo. Trabajar directamente sobre el lienzo sin imprimar le confiere a estas piezas el sentido de lo inmediato y lo irreversible, a la vez que revela los vericuetos del ejercicio del arte: la autenticidad del primer gesto, la práctica de lo repetido, el estudio de lo que puede ser corregido...
Y en el ejercicio del pintor que repite su ciclo mientras adiestra su oficio, aparecen motivaciones e incidencias que, de manera subyacente, develan al ciudadano que espera una nueva jornada, acaso una ciudad y una circunstancia renovada.


(Palabras al catálogo de la exposición «Ejercicios» del artista Sándor González Vilar, que el 30 de abril de 2007, quedó inaugurada en la galería de arte de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena).


Onedys Calvo Noya

Redacción Opus Habana

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