Grabadores, escultores y pintores que laboran fuera de su natal Camagüey exponen por estos días en el CENCREM. «Casabe y matajíbaro» tiene por título esta muestra en que concurren creadores de diferentes generaciones. Desde el 28 de junio pueden apreciarse las obras de quienes «cuentan ya con un reconocido lugar en la historia más reciente de nuestras artes plásticas».
Lo que sí no puede olvidar nadie, por suerte, es la importancia de los artistas aquí reunidos, quienes vienen de una larga tradición pictórica. La muestra proyecta sus obras en un escenario común a todos ellos.

Ya lo decía Lezama con sobrada razón: el azar, es sin dudas, concurrente. Y ahora vuelve a cumplirse: un conjunto de casualidades me ofrece la posibilidad de escribir estas palabras para un proyecto en el que están involucrados artistas plásticos a los cuales me une amén de lazos familiares y amistosos con algunos la admiración que siento por su obra y el detalle de haber nacido todos en la misma región del país, la del casabe y el matajíbaro.
 
Obras de algunos de los 13 artistas que integran la muestra «Casabe y matajíbaro». Arriba: Vuelos (2007), de Aisar Jalil. En el medio, de izquierda a derecha: lienzo de 2004 correspondiente a la serie Las Nocturnas, de José Antonio Hechavarría; y Café para todos (2003), de Flora Fong. Abajo: Equilibrio cubierto (2007), de Maykel Herrera.
De hecho, me parece excelente el título que Agustín Bejarano sugirió para esta idea de Maykel Herrera de agrupar, por vez primera en una exposición colectiva,1 a aquellos artistas camagüeyanos residentes en Ciudad de La Habana que cuentan ya con un reconocido lugar en la historia más reciente de nuestras artes plásticas. De sobra sé que mucha gente en Cuba desconoce qué cosa es el casabe, o lo conocen tarde y no pueden congeniar el paladar con la sutileza de un sabor que nos viene de taínos y siboneyes y es uno de los escasos sobrevivientes del encuentro entre esas culturas y la occidental. También me consta que muchos ignoran las delicias gastronómicas y lingüísticas del matajíbaro, mezcla africano-española de plátanos verdes y pintones con chicharrón de puerco molido o machacado que chovinismo aparte supera al cotidiano fufú, mogo o machuquillo, como suelen llamarle en otras zonas de la isla. Lo que sí no puede olvidar nadie, por suerte, es la importancia de los nombres aquí reunidos para nuestras artes plásticas: el dibujo de Fabelo, Aisar o Roberto Hernández, el juego con la naturaleza en Flora, los grabados de Agustín, las esculturas de Esterio, las fotos de Alain, el uso del color en Maykel, las instalaciones de Kadir y José Antonio, el manejo peculiar del autorretrato en Franklin, Yasbel y Ayizadé. Ellos, como el casabe, vienen de una larga tradición que tuvo en Ponce uno de los más personales y perturbadores pintores cubanos de todos los tiempos el gran referente; y, como el matajíbaro, conforman una mezcla variopinta de poéticas, técnicas, estilos, lenguajes y generaciones, amalgamadas por el origen común, pero, y esto es de veras lo esencial, por una depuración conceptual y formal que los vuelve imprescindibles, como el casabe y el matajíbaro, para nuestra cultura más raigal.

1 Se titula «Casabe y matajíbaro». En el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) están expuestas obras de los artistas Agustín Bejarano, Aisar Jalil Martínez, Alain Pino, Aziyadé Ruiz, Esterio Segura, Flora Fong, Franklin Álvarez, José Antonio Hechavarría, Kadir López, Maykel Herrera, Roberto Fabelo, Roberto Valentín Hernández y Yasbel Pérez Domínguez.


(Palabras al catálogo de la exposición colectiva «Casabe y matajíbaro», inaugurada el 28 de junio de 2007 en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología).
Jesús David Curbelo
Poeta, narrador y crítico literario

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