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 Pinturas y dibujos integran la exposición «Erosión del límite», del pintor Raciel Gómez Golpe, que quedará abierta esta tarde en la Galería La Acacia. En esta ocasión, el artista ha logrado exteriorizar «las disyuntivas gnósticas, espirituales, en las que se ha visto involucrado durante su labor exploratoria por La Habana de los márgenes».
En esta exposición, Raciel sumerge de súbito al espectador dentro de la escena, lo hace testigo y cómplice de su tangibilidad.

 
Serie «Erosión del límite»; interior 87 (2007). Carbón sobre lienzo (130 x 110 cm).
Desde la muestra del año 2005 titulada «Puzzle», Raciel Gómez Golpe comenzó a dar evidencias de una concepción desconstructiva e inquiridora del paisaje. Algunos pudieron haber pensado que su pintura se dedicaría a exaltar el impacto visual, el hedonismo contrastante de ciertos espacios marginales, a juzgar por ese magnífico lienzo suyo de culto al asolamiento, a la ruina, denominado «Perspectiva», que le granjeo el primer premio del Salón Nacional de Paisaje a mediados del 2000. Sin embargo, el artista se ha ido encargando poco a poco de demostrar que su pintura no sólo pretende concentrarse en la revalorización perceptual, de enfoque, reconocible también en algunos paisajistas contemporáneos, sino continuar manipulando el recurso de la elucubración compositiva, de la disquisición estética, como artificio de remisión alegórica.
En «Puzzle» se mostraban imágenes de fachadas e interiores de casas precarias, que aunque no parecían pertenecer a una misma estructura, recreaban una similitud de atmósferas y estados. Pero a la hora de distribuir esas imágenes en la galería, el artista alteraba concientemente el orden de la relación, para crear una especie de ejercicio lúdicro de referencias, y atenuar cualquier intento de previsión interpretativa por parte del público. Uno escudriñaba las piezas del conjunto y enseguida le asaltan una serie de interrogantes básicas: ¿Es realidad o atrezo, testificación o montaje?, ¿Estamos ante un paisaje de incitación formal o alegórica?
 
Serie «Erosión del límite»; interior 6 (2007). Carbón sobre lienzo (110 x 130 cm).
Sin embargo, en esta exposición reciente de La Acacia, Raciel se decide a superar por completo esa ambigüedad de percepciones, y con una estratégica ubicación de las piezas, sumergir de súbito al espectador dentro de la escena, hacerlo testigo y cómplice de su tangibilidad. Casi se puede decir que improvisa el levantamiento de una casa típica de esas zonas, con sus puertas clausuradas, sus techos ahuecados, sus ventanas desvencijadas, sus columnas removidas, y entonces las preguntas comienzan a cambiar de perspectiva: ¿Podríamos llamarle a eso que se representa un hogar o una vivienda? ¿Podría alguien haber llevado una vida medianamente digna dentro de ese hábitat?
Quien conoce bien a Raciel, se percata de que no está haciendo otra cosa en la actualidad que exteriorizando las disyuntivas gnósticas, espirituales, en las que se ha visto involucrado durante su labor exploratoria por La Habana de los márgenes; que ese sentido desbordado ahora de lo escenográfico, e incluso de lo instalativo, para exhibir sus obras, es una prueba de la madurez y el compromiso testimonial de sus paisajes; el mejor indicio, incluso, para corroborar que todas esas incursiones suyas –cámara en ristre– por algunos barrios desamparados de la Capital, de absoluto ensimismamiento compositivo y estético, no han extraviado la huella denotativa del ser social y sus adversas contingencias.
David Mateo
Periodista y Crítico de arte