«Ahora estamos ante el futuro y es bueno y conveniente que sepamos que el único camino para nosotros y para nuestros conciudadanos es contribuir, de una manera eficaz, a salvar nuestra ciudad», señaló Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, durante el acto por el 496 aniversario de San Cristóbal de La Habana que tuvo lugar en el Templete, bajo la ceiba «que adorna el sitio», este lunes 16 de noviembre.
Y no perezca en lo porvenir la fe habanera
Vueltas a la ceiba: Pasado y futuro de una tradición
La fundación de las primeras villas como problema histórico

 

 «Cuando recorremos los sitios donde la mano ha sido colocada, la de ustedes, resulta que todo renace, edificios, espacios públicos, jardines, grandes monumentos».


Una vez más estamos aquí, en este lugar tan significativo para La Habana. Lugar que es el símbolo del nacimiento de la ciudad. En la columna de piedra que aparece al centro, el árbol primigenio se representa marchito. El escultor tomó las ramas y el tronco para simbolizar el período en el cual aquella planta había secado. En el Templete, inaugurado en 1828 y cuyas pinturas veremos hoy, un día más, aparece la escena que debió ocurrir en el año 1519 según rezan las lápidas. Una de ellas está perdida, pero mi predecesor de feliz memoria, maestro nuestro, Emilio Roig de Leuchsenring, tomó una impronta en yeso que se conserva en la sala arqueológica de la Parroquial Mayor. Ahí dice y ordena a los que pasan que detengan el paso, a los andantes que detengan el paso y que contemplen este lugar, que es el sitio en el cual la ciudad recibió su bautismo.
Si es verdad que esto ocurrió en el año 1519, documentalmente no lo sabemos, es la tradición, la voz popular que es una de las fuentes de lo histórico, la que lo revela. Como saben, las Actas Capitulares son minuciosas, pero ellas comienzan en el año 1550. Cinco años después, el pirata Jacques de Sores dañó a La Habana, arrebatando la campana de su templo, dañando a la ciudad. Ciudad que fue defendida valientemente por Juan de Lovera y un puñado de habaneros cerca de aquí, en el viejo castillo de madera. Unos pocos años antes, en 1535, también ellos volvieron a La Habana o quizás otros, quién sabe, y dañaron a La Habana gravemente. A partir de ese momento se tomó muy en cuenta el acontecimiento, y la ciudad empezó a prepararse para este y otros desafíos como el ciclón o el fuego.
Es por eso que cuando venimos aquí y nos acercamos al árbol que se plantó hace medio siglo y notamos sus ramas sin follaje, debemos sentirlo como uno más de aquel que fue el primero, en que según aquella tradición, a su sombra se reunió el cabildo. Si leemos las Actas, todas ellas bajo nuestra custodia, vemos que se dice todo: la llegada de un gobernador, las noticias de la guerra, la muerte del príncipe, una epidemia, una flota que llegó… Son minuciosas al contar la historia. Por esa razón, quizás algún día una copia de esas actas relacionadas con el Cabildo habanero aparezca en el prolijo archivo que la Corona Española creó en la ciudad de Sevilla, o quizás en el archivo de Simancas llamado del Sello, en la ciudad de Valladolid. Porque fue aquella una civilización de notarios y de escritos y de testamentos y de juramentos. Por lo tanto, la constitución de un Cabildo definitivo en este lugar, no podía hacerse sin estos requerimientos.
Hay también una verdad: La Habana, la vieja ciudad, quiere decir San Cristóbal, se fundó primero. ¿Dónde? En la costa Sur, mirando a la tierra firme. Así lo afirman toda la tradición, las Cartas de Relación del conquistador y el comentario atinado del Padre Bartolomé de Las Casas que fue testigo. Melena del Sur ha conservado un padrón de piedra que dice: “Desde hace muchos años aquí nació La Habana”. Cuando uno sale del pueblo y recorre lo que lo separa hasta la orilla donde desemboca el río, hay un pequeño bosque que quizás conserve el misterio de un asiento humano que tuvo que dejar una huella arqueológica cierta: las tumbas de los que murieron, la cerámica que no fue destruida por el fuego, los restos de alimentos… Ahí, en un punto en la Ensenada de la Proa, aún los expertos buscan en su pesquisa un punto más occidental. Sin embargo, los serios mapas antiguos revelan dos pequeñas iglesias: una al sur y una al norte; una San Cristóbal y la otra La Habana. Cuando ambas se fundieron surgió una sola ciudad, un solo ente. Es esta la memoria verdadera.
Otras ciudades cubanas fueron trasladadas de su asiento original. Así la Trinidad, así San Salvador en Bayamo, por solamente citar dos ejemplos. En cuanto a La Habana, hubo un asiento cerca de la costa que arqueologías recientes parecen demostrar y afirmar categóricamente. En cualquier momento nos traerán la buena noticia, porque las cosas se huelen y es probable que estemos sintiendo la proximidad del testimonio histórico irrefutable. Aquí están los difuntos, enterrados según la tradición cristiana; se encuentran cerca de ellos, siempre, los aborígenes, entre los cuales quizás esté uno, ignoto, que le dio nombre a este sitio: Habaguanex. Que no es precisamente una empresa turística, es un hombre histórico que existió y del cual dicha empresa toma su nombre. Como también se llamó Puerto Carenas una empresa constructora que debía contribuir a la restauración ¿Por qué? porque en el año 1508 un navegante gallego, Sebastián de Ocampo, llegó al puerto de La Habana y le llamó de Carenas,pues sus naves lo requerían. Venían dañadas por el viento y por el largo camino que demostró que la isla de Cuba lo era, y no parte de un continente inhóspito, como afirma Colón y hace levantarlo en un acta, a punto de realizar su último viaje a nuestro archipiélago.
Ahora estamos ante el futuro y es bueno y conveniente que sepamos que el único camino para nosotros y para nuestros conciudadanos es contribuir, de una manera eficaz, a salvar nuestra ciudad. Nosotros tratamos de hacerlo, pero estoy consciente, y lo hacemos, de que no podremos llegar a tiempo a todos los lugares. Sin embargo, cuando recorremos los sitios donde la mano ha sido colocada, la de ustedes, resulta que todo renace, edificios, espacios públicos, jardines, grandes monumentos.
Hay un calendario ya colocado sobre el túnel y cerca de la Punta que  marca este año y lo que están por venir, hasta el aniversario 500. En el transcurso de ese anuario verán concluido el Gran Teatro, que por un esfuerzo del Ministerio de Cultura se concluirá el primero de enero. Al otro lado el Capitolio, que retoma su función de sede parlamentaria y que también para enero, excepto el hemiciclo, tendrá concluida la parte norte. Solo queda el desafío de la cúpula, una cúpula colosal que se levanta a 90 metros de altura, cuya linterna es un empeño inmediato de los restauradores.
Hemos concluido para este día, el muelle flotante y el Paseo con las palmas que marcan el camino desde La Punta hacia la parte interior del Centro Histórico. También hoy se abre ese castillo, cerrado después de la violencia del huracán que dañó la linda exposición que allí estaba y que no fue posible salvar, sí los objetos.
Gracias por venir; sobre todo porque los que están afuera demostrarán su devoción dándole tres vueltas al árbol. Gracias por venir a este sitio. Dentro están los cuadros restaurados. Han luchado los restauradores como los primitivos habitantes de La Habana. Según la justificación para abandonar el lugar de la fundación, a pesar de haber invocado a San Marcial, las hormigas se lo comían todo. En este caso las termitas. Me aseguran que están debajo del edificio. Hemos horadado los cimientos, colocado todo tipo de insecticidas. Las hemos buscado debajo del árbol, detrás de los cuadros y hemos logrado, al menos, una victoria momentánea. Siempre habrá que luchar contra hormigas o contra gigantes, como el Quijote. Siempre veremos en esos molinos, cuyas astas dan vueltas, a los gigantes que intentan ponerse en el camino de nuestra esperanza. Como el Quijote, como el ilustre alucinado que marca el devenir de nuestra historia, que ha sido siempre el diálogo entre el Quijote y Sancho, entre el sueño y la realidad, salgamos adelante. Felicidades a todas y a todos.

Eusebio Leal Spengler,
Historiador de la Ciudad de La Habana.

 Imagen superior: Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, durante su discurso a propósito del 496 aniversario de San Cristóbal de La Habana. Imagen inferior: Público en el ritual de las tres vueltas a la ceiba en El Templete.

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