Discurso pronunciado por Herman van Hooff, director de la Oficina Regional  de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO en La Habana, al recibir el Premio Internacional Fernando Ortiz, el 13 de enero, en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.


Estimado Dr. Miguel Barnet, presidente de la Fundación Fernando Ortiz, distinguidas autoridades del gobierno cubano, estimados miembros del Cuerpo Diplomático y colegas de Naciones Unidas. Estimados invitados que nos honran con su presencia:

El 24 de febrero de 1950, en el acto de inauguración del que fuera entonces Centro Regional de la UNESCO para el Hemisferio Occidental, el Dr. Octavio Méndez Pereira, su primer director, reconocería que el programa de la UNESCO se fundamentaba «en la fe y la eficacia de la cultura como base de la armonía, la dignidad, la paz y la libertad humanas». Y Méndez Pereira concluiría su discurso con una parábola evangélica al referir: «el grano de mostaza, que aquí traigo desde el Centro de París, un día, no lo dudo, reventará en raíces, y en ramas, y en frutos, por todos los rincones de nuestro continente, que aspira a ser el regazo de una nueva humanidad».
Seis décadas después, estamos seguros de que no hemos cumplido totalmente con esta promesa. Sin embargo, fertilizar el grano de mostaza constituye la finalidad permanente de nuestro desempeño en la Oficina de la UNESCO en La Habana.
Es por ello que recibir el Premio Internacional Fernando Ortiz que hoy se nos otorga nos llena de genuina satisfacción. Primero, porque estamos profundamente convencidos de la importancia de contribuir a la preservación y el enriquecimiento de la identidad cultural cubana, caribeña y latinoamericana desde una cabal comprensión de la diversidad de actores y expresiones que la integran, conceptos que a la vez guiaron la prolífica vida y extensa obra de Don Fernando Ortiz y que hoy conducen el trabajo de la Fundación que honrosamente lleva su nombre. De tal manera, ha significado un enorme privilegio para nosotros acompañarles en la consecución de estos propósitos y trabajar mancomunadamente con la Fundación en favor de proyectos tan nobles como Sitios de Memoria de la Ruta del Esclavo en el Caribe Latino, o la organización y seguimiento de la Red Regional de Instituciones de Investigación sobre Religiones Afroamericanas.
En segundo lugar, aceptamos este premio como un valioso reconocimiento al trabajo de los trece directores que me antecedieron en esta responsabilidad y, en especial, al esfuerzo y dedicación de todos los hombres y mujeres que han colaborado durante más de seis décadas con nuestra institución.
A propósito de este acto, aprovecho también para reiterar cuánto nos enorgullece el haber sido la primera oficina que se creara fuera de la sede de la Organización. Hurgando en las valiosas colecciones de publicaciones y documentos originales que atesora nuestro Centro de Documentación, hemos podido confirmar que no fue casual que se decidiera establecer este primer centro regional para el hemisferio occidental en la Ciudad de La Habana. Tal como relatara en el acto inaugural el Dr. Cosme de la Torriente, entonces Presidente de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, su materialización sería el resultado de largos años de compromiso de la Republica de Cuba con la cooperación internacional. Un hito en este sentido sería la creación del Centro Internacional Provisional de Cooperación Intelectual en la capital cubana, para suplir el cierre temporal de la Comisión e Instituto de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones, con sede en París, ante la ocupación de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Este esfuerzo sería precisamente reconocido por la Conferencia de Naciones Unidas celebrada en Londres en noviembre de 1945 cuando se decidiera fundar la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura, así como, más puntualmente, cuando la Segunda Conferencia General de la UNESCO de 1947 instruyera al Consejo Ejecutivo de considerar la creación de un Centro Regional en La Habana, formalizado luego por la Tercera Conferencia General que tendría lugar en Beirut en 1948.
Pero tendríamos que escribir la historia de nuestra oficina en otra oportunidad.

En este acto queremos reafirmar que, tal como este legado constituye una fuente de inspiración permanente, el premio que hoy acogemos nos anima a asumir un mayor compromiso con todas las tareas que acometemos en cumplimiento de las diversas funciones que desempeñamos. Así, vale mencionar que entre las actividades insignias que desarrollamos como Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe, en estrecha colaboración con otras oficinas de la UNESCO en la región, se encuentran el acompañamiento brindado al Foro de Ministros de Cultura y Encargados de Políticas Culturales de América Latina y el Caribe desde su creación en 1989, así como a su proyecto principal ell Portal de la Cultura de América Latina y el Caribe. Asimismo destacan por su importancia el Programa de Desarrollo de Capacidades para el Caribe para la gestión de los sitios del patrimonio mundial; el fortalecimiento de la red regional de cine indígena y comunitario Cámaras de la Diversidad, el proyecto Sidacult y la revista Oralidad, entre otras muchas acciones.
Por otra parte, en nuestra función como Oficina Multipaís para el Caribe Latino –que abarca a Cuba, República Dominicana, Haití y Aruba— colaboramos en el logro de las prioridades de desarrollo en todas las áreas de incidencia de la Organización. Por ejemplo, como parte del programa de Educación apoyamos el fortalecimiento de las capacidades nacionales para el desarrollo de la educación, en correspondencia con el Programa Educación para Todos. En el área de Ciencias asistimos en el desarrollo de capacidades para el manejo de los recursos naturales así como en la preparación ante los desastres naturales. En las Ciencias Sociales colaboramos con el Programa Martiano en una variedad de actividades entre ellas la promoción e implementación del Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial. En el sector de Cultura dirigimos nuestra atención, entre otros aspectos, a la salvaguardia y promoción de la diversidad cultural en todas sus dimensiones, así como al desarrollo del diálogo intercultural y la cultura de paz. En la esfera de Comunicación e Información trabajamos en incentivar un mejor uso y aprovechamiento de las nuevas tecnologías, y en auspiciar el entrenamiento de periodistas en la cobertura de temáticas específicas tales como género, huracanes, VIH y Sida, patrimonio cultural y natural, entre otras. Asimismo, colaboramos y coordinamos múltiples acciones con las demás agencias, fondos y programas del Sistema de Naciones Unidas, e implementamos con ellos un grupo significativo de programas conjuntos.
Hoy nos sorprendemos gratamente al verificar cuántos y diversos son los proyectos que desarrollamos. Todos ellos, sin embargo, tienen un propósito común: contribuir a la paz y a la seguridad estrechando, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones.
En tal sentido, vale recordar la frase más citada del preámbulo de la Constitución de la UNESCO, cuya vigencia sigue siendo hoy incuestionable: «Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz». Es esta, sin dudas, una declaración de gran fuerza. Pero hay otro párrafo en ese mismo preámbulo que también resulta axiomático: «Que una paz fundada exclusivamente en los acuerdos políticos y económicos de los gobiernos no podría obtener el apoyo unánime, sincero y perdurable de los pueblos, y que, por consecuencia, esa paz debe basarse sobre la solidaridad intelectual y moral de la humanidad». Precisamente estas ideas fundacionales ganan especial actualidad cuando la Sra. Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, nos convoca a desarrollar un nuevo humanismo, tal como recientemente expresara en la ceremonia conmemorativa del 65° aniversario de la Organización al referir: «Para mí un nuevo humanismo es lo que personifica la cultura de la paz y la cultura de los derechos humanos, incluidas las libertades de información y expresión. El nuevo humanismo es alcanzar las Metas de Desarrollo del Milenio —la agenda más humanista que hemos establecido jamás. Es responder al cambio climático en formas que sean sustentables en el futuro para el desarrollo de todos. Es proteger y promover la diversidad cultural, el multilingüismo y su relación con la biodiversidad. Es asegurar los derechos de los indígenas y aprovechar su experiencia y sabiduría».
Y concluye la Directora General en su discurso: «El nuevo humanismo atañe a lo que considero la cuestión central que plantea la mundialización hoy día: ¿cómo hacer frente a la diversidad en un momento en que nuestras sociedades y nuestras ciudades se tornan más complejas y más diversas en
todos los aspectos? Al considerar esta pregunta, mi mensaje es de esperanza y confianza. La UNESCO aporta respuestas esenciales a los interrogantes a que nos enfrentamos hoy día, tales como qué hacer para impedir la fragmentación de la humanidad y cómo echar los auténticos cimientos para el desarrollo y la paz. El mundo necesita creer en el poder de la paz».
Señoras y señores, no quisiéramos dejar de expresar en este acto nuestra gratitud a todos aquellos que nos han apoyado en nuestro quehacer durante estas seis décadas de labor. Primero, deseamos reconocer al Gobierno Cubano y, en particular, a la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, adscrita al Ministerio de Relaciones Exteriores de la República, por el respaldo ofrecido a nuestro trabajo. Muchos intelectuales y diplomáticos del más alto nivel han prestigiado nuestra Organización al presidir la Comisión Nacional, o al desempeñarse como delegados permanentes o representantes de Cuba en el Consejo Ejecutivo en la sede en París. Agradecemos aquí a todos ellos y a sus colaboradores por el sostén dado permanentemente a la actividad que desarrolla nuestra Oficina.
Asimismo, resulta vital reconocer los fructíferos vínculos de cooperación que sostenemos con los ministerios correspondientes a nuestras áreas de acción —ellos son los de Educación y Educación Superior, de Cultura, el de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, el de la Informática y las Comunicaciones—, así como las estrechas relaciones que mantenemos con numerosas instituciones culturales, educativas y científicas –entre ellas las 76 escuelas asociadas y las seis cátedras UNESCO—, con las oficinas de los historiadores y conservadores de las ciudades patrimoniales del país, y, en general, con los diversos organismos regionales, nacionales, locales y no-gubernamentales que colaboran sistemáticamente con nuestro trabajo, listado que, por su amplitud, resulta imposible detallar en esta ceremonia. A todos ellos vaya nuestro más sincero aprecio.
Por último, queremos agradecer particularmente a la Junta Directiva y el Consejo Científico de la Fundación Fernando Ortiz y a su presidente, el Dr. Miguel Barnet, por otorgarnos este valioso premio.
Para terminar, por la extraordinaria vigencia y lucidez que posee, quisiera compartir con ustedes un fragmento del mensaje que el Dr. Jaime Torres Bodet, entonces Director General de la UNESCO, enviara para ser leído en el acto fundacional de nuestra Oficina aquel 24 de febrero de 1950: «En las tierras de Cuba, el Centro que inauguráis encontrará, estoy seguro, estímulos y fervores. ¿No es Cuba, acaso, la patria magnífica de Martí? Bajo símbolo tan augusto, no podrán sino prosperar los ideales pacíficos de la UNESCO. Porque la paz que propaga la educación, que la ciencia defiende y que la cultura derrama en caudal de belleza eterna, representa para los hombres esa victoria que no se mide, como quería precisamente José Martí, por la suma de armas en la mano, sino por el número de estrellas en la frente».

Muchas gracias.

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