El dramatismo de un futuro apocalíptico y de un andar hacia la autodestrucción se profetizan en la más reciente propuesta de Favier Felipe Mesa (La Habana, 1977), joven artista graduado de San Alejandro en 1996 que aún enrumba su camino en la pintura, pero cuyas obras develan a un hacedor oficioso que domina volúmenes, perspectivas, claroscuros y proporciones, y que logra dar organicidad a sus composiciones con la intención de decir, más que de agradar.
Articulando diversos lenguajes apegados a la academia, su quehacer acusa cierto aliento romántico en el uso melancólico de los colores que preferencian la lírica lóbrega de los ocres y en el tratamiento metafórico de los temas. Las inquietantes composiciones de Favier establecen asociaciones espaciales y temporales que trascienden toda mimesis de la realidad para proyectar un discurso existencialista en busca de la esencia y no de la circunstancia.
Resulta pasmosa la sensación aparentemente ingenua y conformista con que sus personajes asumen destrucción, olvido, gloria, poder, aislamiento, escapatorias, ensueños, tormentos y extravíos, para develamos la desasida actitud que adoptamos al quedar inermes frente a la cosificación contemporánea, al exacerbado interés material ya las ansias de poder, en escenas que remiten al riesgo cada vez más frecuente de potenciar el lado oscuro del ser humano. Envidia, ambición, crueldad, pereza, violencia, incomunicación, intolerancia y egoísmo, paradójicamente son evocados desde la edad de la inocencia. Haciendo protagonistas a los niños, la parte más pura y sensible de la humanidad, el
artista acentúa la fuerza de los conflictos que refiere y a la vez establece una ambivalencia discursiva. Sus «Profecías» resultan alarmantes al enfrentamos a un deterioro aparentemente irrevocable, pero también nos instan a la lectura inversa, a desenterrar la esperanza y a mantener la fe en que desde el alma descontaminada de los niños pueda hacerse resistencia a la deshumanización. ¿Acaso será posible?
Su visión está marcada además por un alto grado de autorreferencialidad. Este gesto de autorrepresentación no solo tiene que ver con que muchas de sus reflexiones partan de experiencias personales: asumir los conflictos ajenos desde la individualidad implica una postura ética de alto comprometimiento. El creador sabe que habla de todos y de sí, tiene conciencia de que aun cuando se pondere cada vez más el individualismo, y quizá como consecuencia de ello, en tanto ser humano marcha junto a su especie hacia un mismo destino. La alerta de Favier Felipe Mesa ya ha sido evocada desde varias manifestaciones por diversos creadores. Retomarla habla de su vocación humanista, de su sentido común y de la osadía al abordar un tema tan acuciante para proponer su poética en el complejo y disímil panorama de la pintura cubana actual.