Rescatar del olvido la música que en otro tiempo sonó a diario en las iglesias y catedrales de América es, en el presente, una de las más fascinantes labores de la musicología. Así como el restaurador se maravilla cuando logra ver el antiguo mural oculto tras gruesas capas de pintura, escuchar esta música tras siglos de silencio nos coloca ante una historia que revive, devolviéndonos los sonidos perdidos en el tiempo.
Tal fue la experiencia aquella tarde de junio de 1997 en que el Conjunto de Música Antigua Ars Longa de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana interpretó –por primera vez en Cuba– en la Basílica menor del Convento de San Francisco de Asís, La Habana Vieja, unos manuscritos de música del siglo XVIII encontrados en el archivo de la también habanera iglesia de la Merced.
Quiso la providencia que en La Merced se conservara una parte de los fondos de la Catedral de La Habana que Alejo Carpentier dio por extraviados desde 1946 cuando afirmó en un capítulo de su libro
La Música en Cuba: «El archivo de la iglesia [se refiere a la Catedral de La Habana] conservaba, seiscientas veintitrés partituras, que parecen haberse perdido en su totalidad. Había allí obras de (…) Goetz, de Gavira, de Pagueras, de Rensoli, a más de misas de los grandes maestros europeos».
Muy cerca de dicha Catedral, a donde Carpentier acudió en busca de esas obras para completar uno de los capítulos de su citado libro, encontré en 1995 cinco obras de Cayetano Pagueras (Barcelona? s. XVIII-La Habana? s. XIX) dentro de un armario de la Iglesia de la Merced. El hallazgo de la obra de Pagueras cambió los textos de la historia de la música en Cuba pues, aunque el pasado musical de la Isla poseía ya su más temprana evidencia escrita en el siglo XVIII, hasta entonces se hallaba exclusivamente representado por la creación de Esteban Salas (La Habana, 1725-Santiago de Cuba, 1803), maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Cuba.
Se sabe a través de los escritos de Carpentier y las Actas Capitulares de la Catedral de La Habana que Cayetano Pagueras desempeñó su labor como músico primero de la Parroquial Mayor y luego de La Catedral de La Habana. Entre 1779 y 1803, el entonces maestro de capilla, Pbro. Manuel Lazo de la Vega, privado del don de la composición, encargaba a Pagueras las obras que debían estrenarse en cada oficio religioso. De esta manera se inserta en la historia de nuestra música un joven que, según afirma Carpentier, había llegado a La Habana alrededor de 1750, procedente de Barcelona, donde había sido organista.
Además de componer las obras para el maestro de capilla, el músico catalán detentó las plazas de organista y contralto de la Catedral habanera. La última noticia que de él tenemos data de 1806, cuando logró un nombramiento de maestro de capilla interino, apenas por un mes. El hecho de que durante catorce años, entre 1750 y 1764, Salas y Pagueras coincidieran en La Habana conduce a pensar que bien pudieran haber intercambiado criterios sobre composición musical.
Aunque un catálogo de la Catedral de La Habana enumera más de ochenta piezas escritas por Pagueras, de ellas sólo se conservaron cinco obras en la Iglesia de la Merced (La Habana) y otras tres en la Iglesia de San Francisco (Santiago de Cuba). De ellas se interpretan, por primera vez fuera de Cuba, la
Misa de Difuntos y los
Responsorios de Resurrección, además de una antífona y un himno del oficio de Domingo de Ramos.
En este programa dedicado a la ida y vuelta de la música y los músicos entre el Viejo y el Nuevo Mundos, entre Cataluña y Cuba, hemos alternado la música del catalán Pagueras con la de su contemporáneo criollo, nacido en la Isla, aunque con apellido paterno presumiblemente de origen catalán: Esteban Salas.
Este último recibió del obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz el nombramiento de maestro de capilla de la catedral de Santiago de Cuba en 1763. Nacido en La Habana en 1725, realizó estudios de Filosofía, Sagrada Teología y Derecho Canónigo en la Universidad, pero no se ha precisado aún quienes fueron sus maestros en el arte de los sonidos. Su vinculación a la Parroquial Mayor de La Habana desde 1734 como tiple de coro es la única pista que nos habla de su formación musical, la cual –por la vía que fuese– adquirió totalmente en Cuba, pues nunca emigró.
A partir de su llegada a Santiago de Cuba en 1764, y hasta su muerte en 1803, Salas desplegó una intensa actividad musical que abarcó la creación de más de cien partituras entre obras litúrgicas, villancicos y cantadas.
A la obra de Salas y Pagueras, hemos sumado un pequeño verso de Joan Baptista Cabanilles (Valencia, 1644-1712) y tres tonos de Francesc Valls (Barcelona, ca. 1671-1747), el maestro de capilla de la Catedral de Barcelona y autor del famoso tratado
Mapa Armónico Práctico.
Para la música cubana representa un hecho trascendental la presentación, en el concierto de apertura del 25 Festival Internacional de Músiques de Torroella de Montgrí, de la obra Cayetano Pagueras y Esteban Salas, pues constituye un importante paso en la divulgación y disfrute de una música hasta el presente casi totalmente desconocida. Pero no se trata sólo de valor histórico; desde el punto de vista estético, estamos en presencia de músicos mayores cuyo arte es tan rico e interesante como el de Valls, Cabanilles o cualquier otro compositor europeo o latinoamericano de la época.