No han caído en el olvido las costumbres de aquellos primeros chinos que llegaron a Cuba hace ya 158 años y dejaron su huella indeleble en la conformación de nuestra identidad.
Como todo inmigrante, deseaban volver a su país natal. Pero la lejanía, el alto costo de los viajes y el régimen semiesclavista de contratación hicieron imposible el regreso. Sin embargo, pese a los maltratos recibidos, la migración china supo salir adelante.
Así, en 1874, surgió el Barrio chino en La Habana, donde sus habitantes pusieron en marcha comercios y diversos servicios como tiendas y lavanderías, además de introducir las técnicas de cultivo de hortalizas, que ellos usan profusamente como parte de su dieta alimenticia.
El criterio de laboriosidad y arraigo que los chinos dan a su vida familiar, unido a su tenacidad, hospitalidad y moderación en las maneras de interrelacionarse con los demás, fueron seguramente la clave de su prosperidad. Hoy día, el Barrio chino habanero abarca las manzanas enmarcadas por las calles Belascoaín, Estrella, Amistad y San Miguel, pero su corazón lo constituye el espacio comprendido entre Dragones, Zanja y Salud.
Y aunque es notorio el peso de las transformaciones, todavía se conservan atributos que caracterizan la vida de esa comunidad y sus manifestaciones culturales.
A estas ideas responde la exposición «Barrio Chino en La Habana», de la artista Denise Bárbara Domínguez Tejera, que fue mostrada durante todo el mes de junio en la Casa de Asia.
Inmersa en el proyecto de rehabilitación de dicho barrio, esta joven arquitecta se sintió atraída por las tradiciones que allí todavía perviven, formando parte de la cotidianidad.
Con exquisita sensibilidad captó en sus plumillas y aguadas –por ejemplo– las partidas de dominó chino,
mah jong, que aún tienen lugar en las sociedades chinas Long Kong y Mi Shitang. En una de las viñetas se ve a un grupo de jugadores «dándole agua al
mah jong», y casi puede escucharse el sonido de las fichas sobre el tablero.
No podía faltar la fachada de la pequeña imprenta donde se realiza
Kwong Wah Po, Diario popular chino. Otra ilustración representa una vista del pórtico que, situado en la calle Dragones, señala con caracteres chinos el comienzo del Barrio.
Con el título de
Zanja arriba y Zanja abajo, la excelente dibujante captó el nervioso ir y venir por esa arteria que debe su nombre a la primigenia fuente de abasto de agua a la ciudad y que los primeros habitantes del barrio aprovecharon para regar sus cultivos.
Denise Bárbara acierta al emplear la tinta china para transmitir la fugacidad del momento y, a la vez, la quietud de los elementos urbanos. Es muy llamativo también su uso del color, con preponderancia de los rojos y amarillos que tanto proliferan en las llamadas chinerías habaneras.
Pero lo más significativo es, a fin de cuentas, el amor conque la arquitecta devenida artista se ha asomado a ese espacio de convivencia, ese universo misterioso y eterno, pero a la vez vívido y cambiante, que es el Barrio chino en La Habana.