En una «crónica de arte» fechada en 1917 el periodista François G. de Cisneros describe el taller de Jaime Valls y cita como referencia, para caracterizar el decorativismo refinado y la actualidad de su obra, una extraña relación de pintores europeos en la que los nombres de algunos impresionistas se mezclan con los de Helleu, Kirchner, Bakst, Klinger… El lugar es un «cenáculo de elegidos»: muebles diseñados por el propio artista, mamparas de laca, divanes de colores futuristas, paredes adornadas por sus
affiches… Y termina el cronista recordando el rudo contraste experimentado al toparse –a la salida de un lugar que tantas sorpresas ofrecía a los habaneros sedientos de novedad– con el ambiente de la vieja ciudad colonial (1).
¿Por qué, entonces, recordamos a Valls en la sede de un museo dedicado a una tradición contra la que el joven artista –junto a tantos otros– reaccionó con fuerza? A pocos pasos del salón en el que hoy apreciamos su obra, trabajó Valls durante una de las etapas más importantes de su vida, cuando en la antigua casa de Don Luis Chacón radicaba el diario
La Discusión. En una de las habitaciones con ventanas abiertas a San Ignacio tuvo su mesa de trabajo y fomentó su prestigio como dibujante político, un episodio de su trayectoria prácticamente desconocido. Allí creció una popularidad que le sirvió de catapulta para otras actividades y sentó algunas bases de su personalidad futura.
La fama de Valls se ha establecido, quizás de manera excluyente, en dos instantes de su carrera. El primero corresponde a sus campañas publicitarias de los años veinte a partir de escenas costumbristas; el segundo –para muchos su «momento moderno» por antonomasia–, a su acercamiento al «arte nuevo» a través de sus dibujos de tipos afrocubanos. Pero desde antes Valls había sido protagonista de páginas importantes en la introducción del gusto moderno en Cuba y había ganado reconocimiento como pionero en disciplinas como el dibujo humorístico, los carteles y los «anuncios artísticos». A aquellos años iniciales de Valls dedicamos esta exposición que quiere evocar, con valiosos originales, así como con publicaciones periódicas, impresos y otros materiales inéditos del archivo del artista, ese lapso que va desde sus primeras obras publicadas hasta aquellas realizadas a mediados de los años diez.
El joven Valls –formado en la Barcelona del modernismo– se establece en La Habana desde 1899. Se cita como su primera obra realizada en Cuba un escudo en relieve para la perfumería Crusellas, en 1904. Pero, con un sentido muy agudo de las oportunidades, el escultor encauza su
obra hacia el periodismo gráfico, la cartelística y, finalmente, hacia la naciente propaganda ilustrada. En 1905 es «director artístico» del semanario
El Chato Cómico y aparecen ilustraciones suyas en
El Fígaro, por citar sólo dos ejemplos. La prensa se transforma, se introducen nuevas técnicas de impresión y surge la publicidad moderna. De estos cambios se beneficia el dibujante que se convierte, a su vez, en uno de sus animadores más activos. Aunque se vincula a algunas instituciones oficiales –como la Academia Nacional de Artes y Letras– está ausente de los conservadores Salones de Bellas Artes y se muestra indiferente a «San Alejandro». Valls ilustra también con dibujos convencionales algunos libros de texto para La Moderna Poesía, pero pronto estará diseñando carteles modernos, ampliando sus colaboraciones en periódicos o revistas literarias, participando en los Salones de Humoristas e iniciándose en los anuncios comerciales. En menos de una década Valls avanza desde el anonimato hacia su consagración crítica y su afirmación como figura bien conocida entre el público. Cuando el periódico
Cuba publica en 1913 un reportaje sobre la casa-estudio del pintor, el anónimo cronista comenta que en los últimos tiempos la fama de Valls «ha alcanzado un grado verdaderamente envidiable». Y prosigue: «No hay una sola revista ni un solo diario capitalino en que no figuren dibujos del popular artista, sobre todo, los que él titula ‘dibujos industriales’, que son los que ilustran anuncios (2).
Sus primeros pasos, bien conducidos, lo han llevado a esta posición. Entre ilustraciones al uso, cuyo tono se debió seguramente a imposiciones del encargo o del editor, va emergiendo un artista inquieto y seguro, más creativo. Puede apreciarse, por ejemplo, en las tempranas caricaturas que ahora exhibimos; las de Morúa Delgado y Juan Gualberto fueron calificadas por
El Fígaro en 1911 como «dos soberbias exageraciones». O en las incursiones en el dibujo político, a veces muy ácido, de la revista
¡Ataja! (1908-1909), cuyo conocimiento compensa todo lo que ignoramos acerca de su temporada en
La Discusión. Recuérdese también su premiada labor como cartelista –de la que sólo se conservan fotos del archivo del artista– considerada como la de un adelantado para el medio habanero. En cuanto a los anuncios, a ellos dedicará su mayor esfuerzo profesional y artístico en lo adelante. A mediados de la década del diez Valls ha comenzado a darle una nueva orientación a su oficio. Su estudio –que había funcionado tanto en
La Discusión, como en su propia residencia cuando radicaba en una casa art-nouveau de la calle Cárdenas 13– se independiza finalmente en 1909, transformándose en un «buró de propaganda».
Mostramos un conjunto importante de originales para anuncios publicados casi todos en 1915 y reproducidos en una colección de folletos mensuales en los que la empresa, llamada «Propagandas Artísticas Valls», ofrece sus variados servicios. En algunos se ven rezagos modernistas, pero en otros, aunque sigan siendo productos decorativos, se ha abandonado esta línea a favor de una tendencia más realista, derivada después en la larga serie de anuncios «populares».
En esta selección hemos querido limitarnos a la época menos conocida –pudiéramos decir que ignorada– de un artista que necesita una revisión completa. Valls vivió intensamente su vida personal y profesional; fue testigo y protagonista en tiempos de transición, estuvo atento a los cambios, a veces vertiginosos, que se sucedían a su alrededor y trató de ponerse a tono con ellos sin dejar de ser él mismo. En cierto sentido, su obra total es el reflejo de los vaivenes de una modernidad que fue adoptando diversas caras sucesivas. Por eso este arranque de Valls, interesante en sí mismo, es algo más. Nos habla del nacimiento contradictorio de una sensibilidad diferente que, pugnando por liberarse de las supervivencias de la Colonia, iba preparando el movimiento renovador de los «vanguardistas» criollos. Y en esta función precursora, nuestro artista fue también uno de los más persistentes abanderados. IDTop has always been the #1 source for fake ids over the years. Amerircan students in colleges refer to them as the "ID GUYS" and most of the sales are of word of mouth. There is no doubt that IDTop is
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(1) François G. de Cisneros: «Jaime Valls»,
Social, La Habana, enero, 1918, pp. 20-22.
(2) «Visitando a Jaime Valls. Cómo trabaja el mago dibujante. Sus triunfos»,
Cuba, La Habana, 28 de marzo de 1913.
(Palabras al catálogo de la muestra «Jaime Valls: sus primeros pasos», inaugurada el 6 de octubre de 2005 en el Museo de Arte Colonial. En dicho catálogo podemos leer además lo siguiente: «Todas las obras originales exhibidas en esta muestra, así como el numeroso material de archivo, pertenecen a la colección de Avelina Alcalde Valls, sobrina y ahijada del artista, quien durante años ha preservado con celo este valiosísimo patrimonio. La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, en particular el Museo de Arte Colonial, le agradecen su generosa colaboración para este homenaje»).