Gracias a un proyecto rehabilitador sin precedentes en el país, que evoca los orígenes pontificios de la primera universidad cubana fundada por los padres dominicos en 1728 en el desaparecido Convento de San Juan de Letrán, «se ha logrado un diálogo entre pasado y presente», al decir de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad.
La idea medular ha sido el rescate de los principales símbolos de ese convento y su aledaña iglesia de Santo Domingo Guzmán, los cuales comenzaron a ser demolidos en 1919 tras ser comprados en subasta pública por la empresa privada Zaldo y Compañía para levantar en su lugar una gran edificación.
Pero no fue hasta fines de la década de los 50 que se erigió allí un moderno edificio concebido para que su azotea sirviera de terminal de helicópteros, función que nunca cumplió, en tanto su arquitectura desarmonizaba completamente con el entorno.
Ante la alternativa de demolerlo en su totalidad con lo que «borraríamos un viejo agravio a la historia de la ciudad», según Leal Spengler se optó por transformarlo arquitectónicamente con soluciones que, aprovechando su sólida estructura, replican elementos evocativos de la primigenia sede académica, donde ahora se estudiará una nueva carrera universitaria: Manejo y Gestión de Centros Históricos. En primer lugar se levantó una torre–campanario que restituye a la desaparecida en forma y escala afirmó el reconocido arquitecto José Linares, proyectista general, «sólo que, armada con estructuras de acero y aluminio, esta nueva torre está recubierta con piedra de capellanía mediante tecnología de pared ventilada (no hay enchape sobre mortero, sino agarre mécanico)».
En tanto, «su cúpula sí fue enchapada con pastillas de cerámica, parafraseando a la original, y tiene en lo alto de la linterna la cruz de Calatrava, símbolo de los dominicos», agregó.
Otro símbolo que ha sido restablecido con una reproducción casi exacta es la portada barroca que, construida en 1777, tiene en lo alto, dentro de un nicho, la figura de Santo Domingo de Guzmán, flanqueada por las imágenes de Santo Tomás de Aquino y San Pedro Mártir, respectivamente.
Esa portada es la entrada principal al nuevo Colegio Universitario de San Gerónimo de La Habana, frente a la calle Mercaderes, donde se ha configurado una plazuela con una fuente que extendida entre O'Reilly y Obispo linda con la fachada trasera del otrora Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad.
Atravesando bajo la réplica del pórtico barroco, se accede a un pequeño vestíbulo con una estatua de Minerva perteneciente al antiguo convento y, desde ese punto, se ven el Paraninfo (Aula Magna) y el patio claustral con laureles y un brocal.
Ya ha sido terminada la parte del edificio que fue transformada para ser refuncionalizada como sede académica, mientras que el resto del inmueble será habilitado para acoger el archivo, la fototeca y la biblioteca de la Oficina del Historiador de la Ciudad, así como para aulas, oficinas y salas de proyecciones. La Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo fue la tercera universidad establecida en el área del Caribe y la segunda de origen pontificio, pues fue creada el 12 de septiembre de 1721 por Bula (Breve Apostólico) del papa Inocencio XIII a favor de la que el denominó «Orden de Hermanos Predicadores».
Secularizada en 1842, fue convertida ese mismo año sin solución de continuidad en la Real Universidad de La Habana y, varios años después, sirvió de sede al instituto de segunda enseñanza. La iglesia quedó abierta al culto, pero perteneciente al Estado. En tanto, los frailes dominicos se dispersaron y no fue hasta 1898 que regresaron a Cuba.
En 1902 la Orden de Santo Domingo recibió a modo de compensación la Iglesia Parroquial del Sagrado Corazón de Jesús y la Iglesia del Carmelo, ambas en el Vedado. En 1914 fundaría el nuevo convento en la calle 19 entre I y J, en esa misma barriada.
Luego de tener los más diversos usos y, tras detenerse su demolición en la década de los años 20 por problemas financieros, su antigua sede en La Habana Vieja devino «solar» (cuartería o casa de vecindad) hasta que por fin fue derruida. La demolición de la antigua iglesia y convento fue considerada como un acto lamentable por Emilio Roig de Leuchsenring, entre otros intelectuales, porque no se dejó ni siquiera un muro para recordar que por sus aulas transitaron algunos de los fundadores de la nación cubana.