La presentación en el amplio y acogedor patio del Centro Cultural Dulce María Loynaz del número 10 de la revista de poesía La Isla Infinita, resultó el momento propicio para homenajear al poeta, ensayista, narrador e investigador de la obra martiana
Cintio Vitier Bolaños, a propósito de su cumpleaños 85.
Editada por la Editorial Letras Cubanas, esta publicación fue fundada en 1999 por el propio Cintio –además, su director–, con el propósito manifiesto de difundir «obras ilustrativas de la originalidad creadora de autores cubanos y también extranjeros», entendida la poesía en la acepción griega de «poiêsis»: acto de creación en su sentido más universal.
La velada fue «dedicada a la Patria, a la amistad, a mi abuelo...», según las rimadas palabras introductorias del poeta y pintor José Adrián Vitier, quien tiene a su cargo la realización de La Isla Infinita. Le siguieron una demostración del arte tradicional del manejo de la espada japonesa iaijutsu, por parte de César Towie; así como la actuación del guitarrista Jorge Luis Garcell y de la flautista Niurka González.
Junto al homenajeado se distinguían, entre otros amigos invitados, los Premios Nacionales de Literatura, 1991 y 1989, respectivamente, Ángel Augier y Roberto Fernández Retamar; la profesora, ensayista y crítica de arte Adelaida de Juan; el Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, y la escritora y etnóloga Natalia Bolívar y Aróstegui, además de una amplia representación de la descendencia de los Vitier: hijos, nietos, biznietos y sobrinos.
Sin lugar a dudas, los presentes tuvieron el momento de mayor regocijo cuando Cintio Vitier realizó
la lectura de ocho poemas –incluidos dos madrigales dedicados a su esposa, la poetisa Fina García Marruz–, de un libro aún inédito: Pequeños homenajes y otros sentires.
Nacido el 25 de septiembre de 1921 en Cayo Hueso, La Florida, en «Matancerías», una de las poesías leídas, Cintio hace alusión a la infancia y adolescencia transcurridas en la provincia de Matanzas, donde –narró– la madre Cristina Bolaños, empeñada en convertirlo en «niño prodigio», lo matriculó en la Academia de Artes Plásticas Tarascó. Lo que sucedió en realidad, fue que ya a los 17 años había publicado su primer cuaderno de poemas y, en 1947, se graduó de Derecho Civil en la Universidad de La Habana.
Perteneció al grupo que se reunió alrededor de la revista Orígenes. Trabajó como traductor de francés y como profesor de la Universidad Central de Las Villas que le confirió en 1999 el título de Doctor Honoris Causa. Fue fundador de la Sala Martiana de la Biblioteca Nacional José Martí, así como del Centro de Estudios Martianos, del que ha sido investigador y del que actualmente es Presidente de Honor. En 1988 obtuvo el Premio Nacional de Literatura y, en 2002, el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Además del lanzamiento del más reciente número de La Isla Infinita y el homenaje a Cintio Vitier, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz este martes 3 de octubre quedó abierta al público una exposición de pinturas pertenecientes a los artistas de la plástica Arema Arega-Negussie, Yailin Pérez Zamora, José Ramón Urbay y de José Adrián. Las palabras de presentación estuvieron a cargo de la escritora y periodista Gina Picart.