Las modas van y vienen, las tendencias se reciclan. La moda conceptual que orientó paradigmas como Marta María Pérez, Juan Carlos Alom, René Peña desde el terreno de la fotografía, convive hoy con otros discursos y quehaceres. Mas, generalmente en las artes visuales acontece un interesante fenómeno. Como en la resaca que sobreviene tras los momentos de gloria, se trata de un proceso que empezó reivindicando la desatendida técnica,
1 preponderando lo sensorial, la abstracción de forma o de sentido y el oficio.
El trasfondo conceptual dejó de ser descubrimiento, la marea de juventud que aupaba la locura y aventura del conceptualismo y experimentación parecen haber envejecido en la piel de sus protagonistas. Autores y espectadores empiezan a revalorizar los conocimientos técnicos y a releer el pasado desde esta óptica.
¿Se trata de un refugio en las convenciones como asidero permanente ante el resquebrajamiento de los paradigmas? ¿Una vuelta al arte como ente autónomo e independiente de la historia que enarbolara Clement Greenberg?
Cada época tiene elementos que nos evocan el centro de ideas generadas, que se imponían como innovadoras en el campo artístico, paradigmas de investigación y renovación de un momento dado. Hay épocas que parecen liberarnos de lo viejo, lo rígido... y hay otras épocas de inflexibilidad en las que destacan artistas que se adelantan a los convencionalismos como en una mirada atemporal. Toda retrospectiva o reencuentro vivifica los contrapuntos, los diálogos, los antagonismos, el ojo crítico parece reconstruir la historia.
Creo que el signo mayor que caracteriza a la época actual en nuestro país es el de la relectura. Se propagan los homenajes, las antologías, las retrospectivas. En las conversaciones de sobremesa se coloca el último comentario sobre materiales objeto de la censura, sobre tendencias o individualidades que se rescatan. Y esto no es más que la historia que se rescribe, que arroja sus zonas oscuras ante nuestros ojos. Siempre existieron los pioneros que se interesaron por reivindicar, pero cada vez más se trata de una actitud «de moda» y un ejemplo muy fresco es aquella película titulada
Soy Cuba, desechada hace años por gestores, agentes y profesionales del campo audiovisual de su época, por considerarla poco representativa de ciertos cánones de identidad y por considerar que no cumplía ciertas normas de lo bueno en materia de fotografía entre otros aspectos. Hoy se rescata y resulta triunfante en certámenes y espacios legitimantes en el mundo entero.
Los elementos que se ponen en juego o que animan una retrospectiva son usualmente su práctica como empresa demostrativa del valor de lo exhibido de forma global, llámese «Pintura cubana», «Fotografía cubana», grupos determinados por la técnica, la nacionalidad y que se rigen en percepción inclusivista, que asume la evaluación y selección de las propuestas a partir de amplios espectros epocales. Su valor está también en detentar los criterios de distinción de «lo mejor y más valioso», presentar las evoluciones de la historia a través de largos períodos de tiempo, ejercicio inestimable para los historiadores y críticos, que pueden realizar luego toda clase de asociaciones estéticas o conceptuales.
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La retrospectiva se erige por encima de diferencias generacionales al mostrar la historia más allá de valoraciones artísticas o temporales, de toda tendencia o movimiento. En la fundamentación teórica la misma curadora expresa: «No pretendo confeccionar un tratado antológico, sino formular hipótesis de agrupamiento, secuencias dinámicas y equivalencias sorpresivas. Juicios que en ocasiones escapan al conciente del propio autor. Experiencia que pone a prueba el ojo no siempre sagaz del crítico profesionalizado, hurga en archivos vírgenes, desenfalda colecciones y compromete a los fotógrafos todos».
2 La muestra «Reencuentro» es el resultado de una tormenta de imágenes, un desafío al espectador, quien con sus diversas miradas unifica y le da sentido a todos estos esfuerzos dirigidos a polemizar sobre diferentes aspectos, tales como la manera de disponer en apariencia a todos los artistas en un mismo plano, dejándole al espectador su papel de ubicar a cada uno en ese entramado de opiniones que conforma el campo artístico. Mientras mayor es el esfuerzo curatorial por «borrar fronteras», mayor es la tentación, la provocación que se le lanza al espectador para reubicarlas, trasponerlas, atravesarlas y subvertirlas.Y tras todo esto, está ese mundo pequeño con aspiraciones de grandeza: lo fotográfico y sus pretensiones, miras y saberes que han llegado a caer en momentos de aislamiento, sus pocos, escasos, ingenuos asideros en fórmulas y relecturas debido a la constantemente repetida deficiencia académica. De ahí proviene muchas veces la subestimación que tienen personas provenientes de otros campos por el de lo fotográfico en Cuba y de ahí paradójicamente, su riqueza. De ese mundo de desapego, ingenuidad, sacrificio, puesta en práctica de sus herramientas para el servicio de muchas otras causas es que viene tradicionalmente un aliento de pureza e idealismo de la que todos somos deudores.
Las distintas generaciones parecen amigarse al lanzarse en la conquista del mundo artístico para atribuirse aureolas de expertos verdaderos. Como se lee en el manifiesto realizado con la curaduría: «Cuando, como buenos autodidactas que somos, gracias a nuestra desmemoria, olvidamos al Maestro que nos inició en los misterios del cuarto oscuro, revelándonos los secretos del oficio».
31 Y nos referimos con desatendida al plano teórico porque ya veremos que muchos de sus protagonistas la conocían a la perfección, habiéndola practicado desde el terreno del fotodocumentalismo.
2 Este proyecto expositivo contó con la curaduría de Lissette Solórzano y la museografía corrió a cargo de Katia García y Juan Carlos Alom.
3 Este documento consta de ocho puntos. El citado es el último.
(Palabras al catálogo de la exposición «Reencuentro», inaugurada el 22 de noviembre en el Convento de San Francisco de Asís).