Desde este viernes, pinturas recientes del joven pintor Adrian Pellegrini quedaron expuestas en la galería de arte del Palacio de Lombillo, sede de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Bajo el título «Epopeya de Gilgamesh», integran la muestra siete óleos, fundamentalmente de grandes formatos, bajo una figuración casi abstracta afines con historias y leyendas que han inspirado al pintor.
, dio la bienvenida a los asistentes y le cedió la palabra al poeta Pablo Armando Fernández, Premio Nacional de Literatura (1996), para que dejara inaugurada esta exposición, la segunda que realiza en el Palacio de Lombillo el joven Pellegrini.
El poeta Pablo Armando dio lectura al poema «Contra los adversarios», de reciente escritura luego de visualizar en días pasados algunas de las obras actuales del pintor. «Corresponden a tu mirada y mano/ devolverle a los héroes sus moradas/ pues, Gilgamesh inmerso en el mar del destino,/ en sueños de combate, comparte con la Luz/ el polvo de este suelo y otros orbes celestes», enunció el poeta con sus versos.
De igual manera, el pintor ha volcado sobre el papel juicios y criterios que complentan estas pinturas en las que resaltan la vocación por la variedad y el juego con los colores. Durante un mes podrá ser visitada «Epopeya de Gilgamesh», la más reciente muestra de Pellegrini.
GILGAMESH Y EL MAR AZUL DEL DESTINO
Volcanes y azotes minerales preñaban la Tierra de entonces. Un pardo de tierra mustia, de alientos pétreos y fósiles parecían ser la única caricia en la llanura de barro, en el triángulo fértil del Oriente... los seres y las cosas de aquella edad heroica eran, sin saberlo, héroes ellos mismos. Aún no existía Dios, ni ley, ni Estado en la conciencia de las criaturas, mas se perfilaba la poesía emanada de los astros, y un cielo de límpida noche inauguraba el mundo de la sensibilidad, la urbanidad y el germen de luces y sombras que hoy son el mundo nuestro.
Era un tiempo en que dioses y hombres dormían juntos en el mismo lecho. Ya están, saliendo de entre las capas de lodo que asemejan las hojas del libro de la tierra, los primeros versos, los primeros tratados de botánica y alquimia, la jurisdicción y las lágrimas de un pueblo misterioso y creativo, el de los antiguos sumerios. Surge el héroe y el antihéroe. Una corte de príncipes se suicida bajo los efectos de algún éxtasis religioso: un
arqueólogo encuentra, milenios después, la peineta que una cortesana olvidó ponerse, en el bolsillo de su túnica intacta.
Las tablillas de Gilgamesh contienen el primer indicio histórico del Diluvio, que puede haber tenido lugar, según investigaciones arqueológicas. Un Noé sumerio, Utnapishtin, habla de la eternidad y vive solitario en una isla, que parece ser la actual Chipre y habla del fondo del mar, de una planta milagrosa y la luz del futuro. Seres se añoran y se aman.
Quizás sean las vetustas tablillas el primer documento humano que aspira a la trascendencia por aniquilación del vacío, que es para mí una imagen de la poesía. He querido volcar el sentimiento de seres muertos a mi pintura y los he sentido vivir. Quizás sea un intento vano, pero los fantasmas del pasado, los arquetipos colectivos, viven en nuestra sangre. Y más cuando vivimos una época de titanes, de hombres y mujeres intentando lo imposible que quizás sea la única salvación. En una época en la que la inspiración o se da por vencida o acude a nuevas fuentes.
La improvisación aleatoria que es la misma vida, en la pintura es similar al esfuerzo del compositor musical cuando éste «pinta» con el color de la música. Quizás una pintura del futuro reviva la vida de todos los héroes y esta llegue a los confines de la galaxia. Eso intentemos.
Pidamos lo imposible, que quizás sea lo necesario.
Adrian Pellegrini
CONTRA LOS ADVERSARIOS
Para Adrian Pellegrini
Por su obra.
Escoges el espacio donde has de proyectar
los sueños y desvelos del mayor Campeador.
Nunca te abandonaron sus heroicas hazañas
que dieron a tu ser una visión de luchas
contra la estupidez, la mala voluntad y la codicia.
Te dedicas a emprender sobre el lienzo
la batalla campal. Has de tomar como armas,
los dones del Creador.
El blanco del tapiz en toda su extensión
es un reto a la Luz, entre lindes, anclada.
Por recobrar su gracia,
acude a la mirada y la mano creadoras,
para esparcir en todos los matices
sus variados colores
como lograra hacerlo, en su fase inicial
con muchas maravillas, prodigios y señales
que emana de su cuerpo en lo infinito.
En cada trazo que tu pulso fija al tapiz
están los signos que fluyen de la Luz,
la representan, antes y después del diluvio.
Corresponden a tu mirada y mano
devolverle a los héroes sus moradas
pues, Gilgamesh inmerso en el mar del destino,
en sueños de combate, comparte con la Luz
el polvo de este suelo y otros orbes celestes.
Las gamas del color invaden el tapiz.
Se dispersan y aúnan, testifican los hechos.
El impulso que te anima define las zonas
donde la guerra ensangrienta el suelo
y el aire. Te acoges al ejército
que ha de recuperar el verde agreste.
Te sientes vencedor, aunque el trofeo
corresponda a la Luz y sus colores.
Todo lo destruido reaparece.
Si se atiende a los mundos y las vidas
que tu mirada y mano recobraron,
aquí la muerte ha desaparecido.
Mas, la espada permanece en defensa
del color que ha ganado la batalla.
Tu obra es señal augusta de la Luz,
nos asegura que continuaremos.
Pablo Armando Fernández
Redacción Opus Habana