Considerado por la crítica el primer artista de los muchos que contribuyeron a la creación del Renacimiento italiano, la celebridad del pintor, escultor y arquitecto Giotto di Bondone se debe a los famosos frescos que pintara en el interior de la Capilla de los Scrovegni, en la ciudad de Padua en el noreste de Italia.
Justamente una reproducción fidedigna de estos frescos, puede ser admirada por el público habanero gracias a la muestra itinerante «Giotto y su tiempo», abierta hasta el mes de mayo en el Salón Blanco del otrora Convento de San Francisco de Asís.
Surgida en 1987 para conmemorar el 650 aniversario de la muerte de Giotto, la exposición, fue inaugurada en presencia de, entre otros, Doménico Vecchioni, embajador de Italia en Cuba; Monseñor Luigi Bonassi, Nuncio Apostólico en La Habana; Sr. Ubaldo Lonardi, Presidente de la Agencia del Turismo de Padua y Gertraud Ojeda, directora de esta institución dedicada al arte sacro en el Centro Histórico.
Después de haber sido mostrada en España, Alemania, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bélgica y otras ciudades italianas, hoy está a disposición del público cubano esta exhibición que se compone del modelo a escala 1:4 de la también denominada Capilla Arena (9x4x3.75); la reproducción fotográfica de los frescos —que incluso pueden ser apreciados por los visitantes dentro del interior de la maqueta— y paneles fotográficos dispuestos en el salón.
Dedicada a Santa María de la Caridad, la capilla de los Scrovegni fue erigida, entre 1303 y 1305, por orden de Enrico Scrovegni, quien pretendía así expiar los pecados de su padre, conocido usurero retratado por Dante en la
Divina Comedia en términos no muy halagüeños. La Capilla tenía finalidad funeraria, y el propio Enrico, muerto en 1336, está enterrado allí. Su sarcófago se encuentra detrás del altar.
Así, el rico mercader compró las ruinas de la vieja arena romana de Padua, los edificios aledaños, el huerto y el viñedo. Era un terreno pequeño sin iglesia, por lo que pidió la autorización al obispo Ottobono de Raíz para construirla.
Según una placa conmemorativa ahora perdida, tres años después, el 23 de marzo de 1303, Enrico inauguró la Capilla con una ceremonia de consagración y para pintar los frescos invitó a Giotto quien sugirió alargar la estructura del inmueble. El 25 de marzo de 1305, cuando se completaron los frescos, se celebró una nueva consagración.
Después de esta segunda inauguración y tras haber pintado el crucifijo en el iconostasio y los paneles de madera con las doce constelaciones en la Sala della Ragione, Giotto se fue de Padua y nunca regresó. La Capilla Scrovegni se convertiría en obra maestra de valor universal.
Los frescos están dispuestos en tres bandas horizontales superpuestas, y cada una de ellas en seis recuadros sucesivos, lo que hace un total de 36. El orden narrativo es de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
En la banda superior del muro izquierdo, se relata la vida de San Joaquín y Santa Ana. Su continuación, en el muro frontero, es la historia de la Virgen. De nuevo en la pared izquierda se relata el nacimiento e infancia de Jesús. El lado opuesto se inicia con la disputa con los doctores, y continúa con escenas de su vida pública (bautismo en el Jordán, milagro de las bodas de Caná, resurrección de Lázaro, entrada en Jerusalén y expulsión de los mercaderes del templo). Las bandas inferiores de ambos muros están dedicadas a narrar la Pasión y Resurrección de Cristo. El último de los 36 cuadros representa el milagro de Pentecostés, inicio simbólico de la acción de la Iglesia en la tierra.
La iconografía de los frescos tiene su origen no sólo en el
Nuevo Testamento, sino también en tradiciones apócrifas procedentes de
La leyenda dorada, de Jacobo de la Vorágine acerca de la Virgen María y de sus padres, San Joaquín y Santa Ana. A su vez, el origen último de estas tradiciones se remonta al evangelio apócrifo conocido como
Protoevangelio de Santiago. Además de estas, existen otras pinturas: en el arco triunfal de acceso al ábside se representa la Anunciación de la Virgen (por encima de esta escena aparece Dios despidiendo a Gabriel, que va a cumplir su misión, tema poco usual en el arte sacro). En la pared opuesta, a los pies de la iglesia, se representa un grandioso Juicio Final, en el que, según los críticos, Giotto cedió parte del trabajo a sus aprendices.
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En las bandas inferiores de los muros, por debajo de las escenas de la vida de Cristo, Giotto pintó 14 alegorías de Vicios y Virtudes. Los Vicios están en el muro izquierdo, mientras que las Virtudes se encuentran en el derecho. Los Vicios se corresponden con la parte izquierda de la pintura del Juicio Final, donde se representa a los pecadores condenados al infierno, en tanto que las Virtudes están en relación con la parte derecha de la misma pintura, en la que aparecen los bienaventurados. El mensaje es claro: los Vicios conducen al infierno, y las Virtudes llevan a la salvación.
Giotto representó la vida no como oposición a la violencia, sino alzándose hacia el azul inmaterial de la espiritualidad, recordando la vida interior y los significados que trascienden a la existencia humana.
El 6 de febrero de 2000 Padua celebró el séptimo centenario de la adquisición de la vieja arena romana de Padua y del comienzo de las obras de construcción de la Capilla Scrovegni. Desde entonces, y durante la actual década, el mensaje de Giotto se propone y se propondrá al mundo una vez más.
Hoy gracias al impulso de Turismo Padova Terme Euganee, La Habana recibe en San Francisco de Asís, museo consagrado al arte sacro, estas imágenes de espiritualidad.