Exponer en La Habana era un anhelado sueño de Benvenuti, pues en su opinión «está llena de riquezas» y «es un sitio donde se privilegia el quehacer plástico».
Para la urbe habanera quiso el pintor tener una deferencia dentro de la propia muestra, y entre los rostros de las divas de Puccini incluyó una imagen no menos evocadora de la música: la Catedral de La Habana.
Sus palabras justifican la integración de esta pieza en el conjunto: «Cuando vi ese edificio quedé fascinado por lo suntuoso de su arquitectura. Sentí la música.
Lo vi como un gran órgano que me regalaba la más sublime de las melodías. El exhibir esta pintura en La Habana no sólo abre las puertas a lo que sintió mi espíritu, también es la manera de rendirle homenaje a esta maravillosa ciudad».
La música y el mundo del espectáculo han sido temas recurrentes en la obra de Benvenuti; por eso no es de extrañar que las óperas de uno de los más grandes cultivadores de este género, Giacomo Puccini, hayan estimulado su talento creador.
Remitirse a la producción de su coterráneo (no sólo de nación, sino incluso de región, Lucca) le proporciona –además de una caudalosa fuente de expresión– la posibilidad de acudir a elementos que identifican plenamente su cultura natal.
Otro de los motivos preferidos por el pintor ha sido la imagen femenina, pues para él la belleza de la mujer es inagotable y sublime, y la recrea siempre con su trazo elegante y tierno, delicado pero preciso. Con particular hedonismo el artista ha captado las emociones y actitudes de las divas, a través de cuyos rostros podemos percibir el espíritu de las óperas que protagonizan.
Tigrana, Mimi, Musetta, Magda, Turandot, Manon Lescaut y Cio Cio San (la sufrida heroína de
Madame Buterfly, y que es la preferida de Benvenuti)... han sido recreadas por la sensibilidad de este pintor italiano, cuya muestra permanecerá hasta el 9 de junio en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales.