Construido en el astillero de La Habana en 1620, el galeón Nuestra Señora de Atocha fue almiranta de la Flota de Indias. Tuvo una corta carrera en servicio –tan solo dos años—, pues en 1622 se precipitó a las profundidades marinas junto al Santa Margarita y Nuestra Señora del Rosario, ante el terrible azote de un huracán en las cercanías a las costas de la Florida.
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Con un «Viaje en el galeón Nuestra Señora de Atocha», el modelista naval histórico Juan Carlos Zuloaga Izquierdo inició el viernes 26 de septiembre el grupo de conferencias que habrá de celebrarse los últimos viernes de cada mes en el recién inaugurado Museo Castillo de la Real Fuerza.
Lograr una integración entre modelismo naval y patrimonio arqueológico subacuático es el objetivo del ciclo «Superficies y profundidades», un programa de marcado carácter cultural que comprende la intervención de especialistas en los tópicos afines a la museología desplegada en sus 14 espacios expositivos.
Luego de las palabras introductorias a cargo de Jorge Echeverría, especialista principal del museo, el conferencista disertó sobre el inicio de la construcción de bajeles en La Habana (1616) y su afamado Real Arsenal en un lenguaje coloquial «como si estuviera narrando una película», al decir del propio Zuloaga.
El centro de la alocución fue el acercamiento a la historia del Nuestra Señora de Atocha, uno de los navíos de vida más efímera (1620-1622) de la Armada española, construido en la grada naval de la rada habanera por el armador Alonso Ferrera. A continuación, el el especialista se adentró en las particularidades del modelo de su autoría, exhibido en una de las salas dedicadas a mostrar el interior del bajel en un minucioso despiezo de artillería, casco y velamen.
Según explicó, la motivación principal de la realización de dicho modelo a escala fue la donación a la Oficina del Historiador de la Ciudad de «una planchuela de cobre» que
—proveniente de las minas cubanas— formaba parte de la carga a bordo de ese baje antes de naufragar en las cercanías de las costas de la Florida..
El conferencista forma parte de un equipo multidisciplinar que desarrolla en estos momentos un modelo a escala 1: 25 del navío Santísima Trinidad (1769-1805), considerado el más grande de su tiempo por contar con cuatro puentes y que fuera hundido en la Batalla de Trafalgar. Dicha maqueta, que contará con una pantalla táctil, será uno de los mayores atractivos del Museo Castillo de La Fuerza.
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Como un espacio expositivo donde converge arquitectura militar renacentista, arqueología y modalismo naval, este museo fue inaugurado, el pasado 6 de junio de 2008, en el marco de la ratificación por Cuba de la Convención sobre Protección del Patrimonio Cultural Subacuático por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, y el director de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, Herman van Hooff.
Construido en el astillero de La Habana en 1620, el galeón Nuestra Señora de Atocha fue almiranta de la Flota de Indias. De combés bajo y elevados castillos de proa y popa, contaba con 112 pies de eslora, 34 de manga y 4 de calado, tenía una arboladura de velas cuadras en los palos trinquete y mayor, y una vela latina en el palo de mesana.
Tuvo una corta carrera en servicio –tan solo dos años—, pues en 1622 se precipitó a las profundidades marinas junto al Santa Margarita y Nuestra Señora del Rosario, ante el terrible azote de un huracán en las cercanías a las costas de la Florida.
En su segundo viaje a España portaba una carga conformada por 1038 lingotes de plata con un peso estimado en 24 toneladas, 180 pesos en monedas del propio metal noble, 125 barras y discos de oro, 1200 libras en orfebrería de plata e importantes cantidades de piezas de cobre y fardos de tabaco. A todo esto debe añadírsele otra considerable cifra de objetos no declarados y embarcados de contrabando.
Tras 16 años de intensa búsqueda, Mel Fisher y la tripulación del Treasure Salvors lograron el descubrimiento del pecio, el 20 de julio de 1985, incluyendo su tan ansiada carga, valoradas entonces en 400 millones de dólares. Tras siglos de espera en el fondo marino, hoy puede ser apreciadas ese tesoro en la colección del Mel Fisher Maritime Heritage Society Museum.
Fernando Padilla
fernando@opus.ohc.cu
Opus Habana