Obras de Haendel, Telemann y hasta las sonoridades preclásicas del tercer hijo varón de Bach —Carl Philipp Emanuel— fueron interpretadas por los cuatro miembros del cosmopolita
ensemble, al que se sumaron tres jóvenes cubanos, dos de ellos integrantes del Conjunto de Música Antigua Ars Longa, anfitrión de Il Gardellino.
Acostumbrado por lo general a una expresión más apasionada de la música, el auditorio cubano disfrutó esta vez de una interpretación basada en la contención y la tersura, en el sentido de que se mantuvo todo el tiempo la pureza de estilo, según los modos en que esa música era ejecutada antaño, de acuerdo con las normas que rigieron su composición.
Sin un formato instrumental preestablecido, como sucede habitualmente en el mundo de la música barroca, Il Gardellino interpretó obras de disímil factura, desde el
Concerto para violín y cuerdas «La Tempesta di Mare», de Vivaldi, hasta la
Sonata para violín en si menor, de Carl Philipp Emanuel Bach, o sea desde la grandilocuencia «tempestuosa» del gran compositor italiano —una de cuyas obras, precisamente, da nombre al
ensemble de marras— hasta el intimismo camerístico del descendiente de Bach.
En esta última obra, impresionó el diálogo perfectamente armónico que sostuvieron el clavecín, ejecutado por el israelí Shalev Ad-El, y el violín del japonés Ryo Terakado. Lo mismo podría decirse de la
Hamburger sonata para flauta y bajo continuo, también de Emanuel Bach, donde la revelación estuvo en el dulce sonido de la flauta traversa de Jan De Winne y el toque preciso del violoncello de Rene Schiffer.
Invitado a La Habana por la Oficina del Historiador de la Ciudad, y gracias al concurso del Gobierno de Flandes, Il Gardellino ha contribuido así a la difusión de la música antigua en Cuba mediante una serie de clases magistrales, la donación de instrumentos históricos, y esa interpretación inolvidable del repertorio barroco universal.