Integrada por siete obras, «Círculos» se encuentra expuesta en la sala María Eugenia Haya, planta alta de la Fototeca, y toma su nombre del juego que hace Fors con esta figura geométrica en su apariencia y visualidad. Pero también en la idea que nos transmite de las marcas del tiempo y su manera de afectar la materia, mientras el creador se vuelve una suerte de coleccionista de objetos que reflejan estas marcas sin importar su tamaño, valor y mérito.
El artista pareciera afirmar junto con la autora norteamericana Susan Sontag, en su ensayo «Sobre la fotografía» (1977): «Las imágenes fotográficas no parecen ser interpretaciones del mundo tanto como piezas de él, miniaturas de la realidad que todo el mundo puede hacer o adquirir».
Las fotografías de Fors, más que obras de arte, aparentan instrumentos de científico que retratan las curiosas maneras de plantas y caracoles, o documentos de la memoria familiar que sólo se han hecho para recordar momentos pasados y personas queridas.
El artífice realiza una inusual experimentación con los formatos, pues trabaja diminutos y grandes tamaños que provocan en nosotros la sensación de asistir a una galería fotográfica no tradicional, en la que se ensaya con el enfoque conceptual, pero sobre todo, con el formal.
El trabajo de la imagen que Fors ha realizado también llama la atención por la expresividad y gestualidad del «trazo» que linda con lo abstracto o matérico, transportando –de esta manera– a la fotografía usos y hábitos de la pintura.
Por su parte, la exposición «Lo que bien se escribe, no se borra» la integran diez obras y se halla en la sala de la planta baja de la Fototeca. Las piezas de la muestra no tienen título, pues su propia gráfica transmite un discurso muy sugerente, por lo que cada espectador puede armar su propio sistema de códigos sobre los sucesos que han trascendido al discurso histórico de la Isla.
Así, hace explícito que las mismas marcas y huellas que se estampan en las cosas, fotografías y documentos, son las que han provocado que los hechos históricos perduren también en la memoria de todos los que fueron sus espectadores.
Con un juego visual de extrema sobriedad, en esta muestra se contraponen fechas relevantes e imágenes donde se sugiere una reflexión sobre la manera en que la cotidianidad se va construyendo, lo que después se presenta como historia, y donde la experiencia personal se conjuga con los momentos que serán parte de la memoria colectiva.
Expuestas durante todo el mes de octubre, ambas muestras fotográficas hacen reflexionar sobre el lapso en que se desenvuelve el quehacer diario de cada uno de nosotros para –sea en círculos o escribiendo sin que se borre– conformar la historia cubana.