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Martes 25 de febrero
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Renace el Teatro Martí
Tras casi cuatro décadas de inactividad, el Teatro Martí, sitio emblemático de la escena y la historia cubanas, fue reabierto la noche de este 24 de febrero, en presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, así como de las principales autoridades del Partido y el Gobierno.
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«Volver al Martí»
Un variado programa conformó la gala de apertura del llamado Coliseo de las cien puertas, rehabilitado luego de un esfuerzo conjunto de trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad y otras instituciones que se sumaron al empeño. Ahora, con su nueva puesta en funcionamiento, se restituye a La Habana y a la nación toda uno de sus más entrañables símbolos, patrimonio del teatro, del vernáculo, del género lírico y, sobre todo, de la cubanía.
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Rosita Fornés recuerda su paso por el Martí
La vedette de Cuba —una de las más queridas intérpretes que dejaron su estela de gloria en este escenario—, quien no pudo estar presente en la reapertura por encontrarse en el extranjero, rememoró en exclusiva para Opus Habana detalles de su relación con uno de esos lugares emblemáticos de su época de esplendor.
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Con la presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, reabrió sus puertas —luego de casi cuatro décadas— en la noche de este lunes 24 de febrero el insigne Teatro Martí, hecho calificado por Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana, al finalizar la velada, como un "tributo modesto y pequeño a la nación cubana".
A Fidel y a Raúl también agradeció Eusebio con su verbo claro y profundo. Al primero, por su pensamiento profético de que en primer lugar lo que debía salvarse era la cultura y contribuir así a esta gran obra de la Patria. Al segundo, porque a pesar de las dificultades económicas que enfrenta nuestro país, tampoco ha dejado de apoyarnos.Continuar
Palabras pronunciadas por Eusebio Leal Splenger
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Vista exterior del Teatro Martí (foto superior). Debajo, a la derecha, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Lo acompañan, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Eusebio Leal Spengler y Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Terminada la gala de reapertura, el Historiador de la Ciudad pronunció su discurso (imagen de la izquierda).
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Los reconocidos actores Aurora Basnuevo y Mario Limonta fueron los encargados de descorrer el telón con una estampa costumbrista de la autoría de Alberto Luberta. Un popurrí con números musicales de La bella del Alhambra, así como una versión de otro clásico: Mesié Julián, fueron momentos estelares del espectáculo para la ocasión, que contempló además fragmentos de piezas antológicas como son las zarzuelas Cecilia Valdés, María la O, Amalia Batista y las operetas La viuda alegre y Lola Cruz, muchas de las cuales tuvieron su estreno en el Martí. Jóvenes intérpretes del canto lírico tuvieron a su cargo los roles principales de estas obras, demostrando la vitalidad de este género musical tan en boga durante la primera mitad del siglo pasado. Por ello, y apoyado en imágenes de grandes estrellas que le precedieron en estos repertorios, llegó el justo tributo a Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona y Rodrigo Prats, Rita Montaner, Alberto Garrido, Candita Quintana, Alicia Rico, Carlos Pous, Esperanza Iris, Esther Borja, Bola de Nieve, Rosita Fornés..., entre tantos que engrandecieron la escena de su tiempo y de todos los tiempos. En la gala cultural, dedicada especialmente a la memoria de Eduardo Robreño y Enrique Núñez Rodríguez, dos fieles defensores de que el teatro fuese recuperado, participaron los coros Nacional de Cuba, Vocal Leo y el del ICRT, el Conjunto Folclórico Nacional y los ballets de Lizt Alfonso y el del Anfiteatro del Centro Histórico, cuyo director, Alfonso Menéndez, fungió como director general. La dirección musical recayó en Miguel Patterson. El Teatro Martí es considerada una obra patrimonial con grado de protección número uno, tanto por sus valores intrínsecos como por la historia que ha acumulado a lo largo de casi 130 años, desde su apertura en 1884, como Teatro Irijoa, que era el apellido de su propietario. No fue hasta 1899 en que lo rebautizaron con el nombre que ha llegado hasta nuestros días, en honor al Apóstol de nuestra independencia, el «hombre que supo unir, inspirar, movilizar, apuntalar la fe de todos aquellos que creyeron en la posibilidad soñada y diseñada por él», y para quien «nunca será suficiente el tributo de aquellas, de estas y de las venideras generaciones», al decir del Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler en sus palabras al término de la función. Hay que decir que un momento significativo en su devenir lo constituyó el que, hace 115 años, justamente el 24 de febrero, se estrenara allí la zarzuela El Grito de Baire, para conmemorar el cuarto aniversario del inicio de la guerra de liberación, y que contó con la presencia del general Máximo Gómez y otros altos oficiales del Ejército Libertador. Por otra parte, durante el periodo de ocupación norteamericana, antes del establecimiento de la República en 1902, el Martí acogió las sesiones de la Asamblea Constituyente —desde noviembre de 1900 hasta inicios de 1901—, de la que emergió la carta magna y donde entre los más acalorados debates estuvo la imposición de la Enmienda Platt, el apéndice que sesgó la soberanía de la patria, contra el que alzaron sus voces los patriotas Salvador Cisneros Betancourt y Juan Gualberto Gómez, como recordara Leal Spengler. El también llamado Coliseo de las cien puertas ha sido rehabilitado luego de un esfuerzo conjunto de trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad y otras instituciones que se sumaron al empeño. Ahora, con su nueva puesta en funcionamiento, tras casi cuatro décadas de inactividad, se restituye a La Habana y a la nación toda uno de sus más entrañables símbolos, patrimonio del teatro, del vernáculo, del género lírico y, sobre todo, de la cubanía.
Redacción Opus Habana
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Arriba, los actores Aurora Basnuevo y Mario Limonta en la estampa costumbrista que dio inicio a la gala cultural. Debajo, a la izquierda, Milagros de los Ángeles Soto, en la «Romanza» de la zarzuela María la O. A la derecha, un popurrí de La bella del Alhambra, protagonizado por Maylú Hernández (en primer plano), Laritza Pulido y Xenia Gálvez. La imagen inferior corresponde al término de la función, cuando todo el elenco subió al escenario.
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Rosita Fornés recuerda su paso por el Martí
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Durante la función de reapertura del Teatro Martí, y específicamente durante la puesta en escena de un fragmento de la opereta La viuda alegre, esta devino propicia para rendir homenaje a la vedette de Cuba: Rosita Fornés, quien no pudo estar presente por encontrarse en el extranjero. Ella fue una de las más queridas intérpretes que dejaron su estela de gloria tras aquellas paredes; no por gusto el Historiador de la Ciudad agradeció públicamente a ella y a otro imprescindible: Luis Carbonell. Semanas atrás, Rosita Fornés rememoró en exclusiva para Opus Habana detalles de su relación con este escenario, uno de esos lugares emblemáticos de su época de esplendor, que al fin ha sido rescatado: «Te voy a contar algo que nunca antes he dicho: los primeros recuerdos del Teatro Martí se remontan a la época en que yo debuté en la radio como artista aficionada. Un día, por algún motivo que no alcanzo a aclarar hoy, quisieron llevar La Corte Suprema del Arte, el programa radial donde debuté, al teatro. Y, por supuesto, allí estuvimos las estrellas nacientes. Yo salí a cantar un número, ¡por primera vez en un teatro!, y ese escenario fue precisamente el Martí. ¡Anótalo!, ¡por primera vez! Salí, temblándome las piernas, canté, me aplaudieron y me fui enseguida hacia dentro.» Aquel sitio me pareció inmenso, por eso, más que sobrecogerme, pasé tremendo susto; solo que un agradable susto. El auditorio era numeroso, y yo no había experimentado lo que significaba estar cara a cara con tanta gente, porque al estudio de Monte y Prado, donde tenía su sede la CMQ, asistía público, pero eran cuatro gatos, porque el espacio era pequeño. En esa época no había micrófonos; el artista contaba solo con la acústica del teatro. Tuve que aprender a proyectar mi voz, para que me escucharan hasta en la última fila de los niveles superiores. De hecho, los años que trabajé regularmente en el Martí fueron de constante preocupación y mayores exigencias, debido a que a aquel le llamaban el Coliseo de las cien puertas, y aunque estas se cerraban muchas veces para las funciones, no eran herméticas, de modo que la acústica no se podía comparar con la lograda, por ejemplo, en el Principal de la Comedia, un encanto que desgraciadamente desapareció. »Más adelante, claro está, se comenzaron a instalar unos microfonitos colgando en el techo, y eso ayudó. Cuando retorné a Cuba en 1946, después de filmar una película en México, reanudé mis contactos con Antonio Palacios y Miguel de Grandy, y volví a presentarme allí. En los cincuenta, cuando me consagré a la televisión, como vedette regresé una vez más al Martí. Abrimos con Pardon, madame (Victoria y su húsar). Allí realicé largas temporadas del género lírico. Ciertamente, se trata de un lugar entrañable, como una parte de mí...».
Fragmento de la entrevista concedida por Rosita Fornés, que aparecerá en su totalidad en el próximo número de Opus Habana (Vol. XV, núm. 3)
Mario Cremata Ferrán Opus Habana
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Arriba: Olivia Méndez, escoltada por Ramón Centeno y Bryan López, mientras interpretan «Callen labios», de la opereta La viuda alegre. Al fondo se proyectaba una secuencia de imágenes de Rosita Fornés, quien aparece en la imagen inferior, precisamente cuando interpretaba esa obra —con música del compositor Franz Lehar y libreto de Víctor León— en la década de 1940.
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