Con sus chispeantes anécdotas y haciendo gala de una gran lucidez, Mongo P. se sintió como pez en el agua durante un reciente homenaje que le rindió la Taberna de La Muralla, Complejo Plaza Vieja, Compañía Habaguanex, (Oficina del Historiador), que le otorgó el título de cliente ilustre.
Firmado por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, el certificado honorífico le ratifica su condición de «El último bohemio», apelativo que titulara la velada conjunta de la revista
Opus Habana y ese establecimiento, devenido sitio de reunión para intelectuales y creadores de diferentes expresiones artísticas.
Inaugurada el 6 de junio de 2003, la Taberna de La Muralla oferta dos tipos de exquisita cerveza —clara y oscura— que se elaboran con tecnología austriaca en el propio local, situado en la esquina de las calles San Ignacio y Muralla, en la cada vez más reanimada Plaza Vieja.
Como parte de esa reanimación cultural, en ese establecimiento se vienen realizando espectáculos artísticos y tertulias con veteranos de las artes y la literatura, durante las cuales —en un ambiente distendido y acogedor— se abordan las más disímiles aristas, como fue el caso del encuentro con Mongo P. Aunque nacido el 27 de octubre de 1919, en San Antonio de los Baños, este ingenioso personaje considera –sin embargo– tener sólo 39 años. Y es que si bien Ramón Guerra González (su verdadero nombre) vino al mundo hace 84 años, Mongo P. lo hizo en 1965 gracias al ingenio del ya desaparecido dibujante, ilustrador y caricaturista José Luis Posada, quien le puso ese seudónimo.
Tanto los epítetos de «Mongo P.» como «El último bohemio» dan pie para que este periodista costumbrista-humorista, como él mismo se define, entreteja anécdotas alrededor de momentos de su vida vinculados a personajes famosos, incluidos el escritor norteamericano Ernest Hemingway, y los cubanos Nicolás Guillén, Bola de Nieve, Víctor Manuel…
Justo eso fue lo que sucedió la tarde del 23 de enero, cuando Mongo P. charló durante una hora en la Taberna de La Muralla, rodeado de familiares, amigos, admiradores de ambos sexos y diferentes edades, quienes se sintieron cautivados por el fino humor y el gracejo criollo que caracterizan a ese cubano de pura cepa.
«Tengo una vida llena de incidencias y de incidentes», afirmó
risueño, al remontarse a sus inicios en la profesión allá en su natal San Antonio de los Baños. Aunque escribía desde los 14 años, aclaró que fue periodista profesional sólo a partir de 1983. Antes trabajó en una fábrica de muebles, en un laboratorio de farmacia…
La existencia de Mongo P. está también muy estrechamente ligada a dos sitios de la Habana Vieja: el bar Floridita y la Bodeguita del Medio. Según una fotografía que guarda celosamente en su álbum personal, en este último lugar, el 8 de septiembre de 1956, bebió un mojito junto a Hemingway.
Tal testimonio, en su momento, echó por tierra la tesis sustentada por el periodista cubano Fernando G. Campoamor de que el autor de la novela
Adiós a las armas jamás había estado en la Bodeguita del Medio. «Ese día fuimos juntos. Y ahí está la foto con Sara Hernández Catá, entre otros, para demostrarlo. Estuve dispuesto a discutirlo con Campoamor, pero dio la callada por respuesta».
Declarado primer Hijo Ilustre de Bauta, por residir desde hace más de 40 años en la playa Baracoa, Mongo P. tiene publicado cuatro libros:
San Antonio en mí,
La Habana de Mongo P.,
Costumbrismos cubanos y
Nicolás Guillén en la Bodeguita del Medio.
Pero todavía está insatisfecho con su obra. Por eso, hace planes para seguir escribiendo… «En mis ruegos a solas pido vivir tres o cuatro años más, mientras tenga claridad mental».
Habló complacido del trabajo de recuperación del Centro Histórico.
Y pone como ejemplo las labores de rehabilitación que hicieron desaparecer aquel «parqueo utilitario, horroroso…» que había en la Plaza Vieja —una de cuyas esquinas ocupa ahora la Taberna de La Muralla— «y verla ahora remozada, para traer un surtidor inagotable de recuerdos a los viejos y a los jóvenes que aprenden tales historias de gentes como yo».
Por eso, interpretó el homenaje en la Taberna de La Muralla como un motivo más de agradecimiento a Leal «lo que ha hecho Eusebio Leal es rescatar el espíritu de la Habana Vieja. No los edificios que —en definitiva— son los mismos después de restaurados».