Para los creadores es importante el estudio integral de una
obra artística de su admiración. Cuando esto sucede,
indagan hasta conocer el proceso creativo de la misma, para
así estar complacidos. Con seguridad algo similar le
pudo haber ocurrido al joven Ioán Carratalá Corrales
(Ciudad de La Habana, 1984), un recién egresado de la
Academia de Bellas Artes de San Alejandro en el pasado año.
Aunque –al parecer– sus inquietudes han estado más
allá del mero hecho mimético.
«Antología de una Venus» constituye una designación
exacta para su propuesta instalativa emplazada en la segunda
planta del Centro Provincial de Artes Plásticas (Luz
y Oficios), sitio de consulta del arte cubano contemporáneo.
Se trata de una muestra que requirió de la recreación
y hasta el desenfado, para concluir en la idea del museo dentro
de la galería. Aquí el espacio expositivo fluctúa
hacia lo ficticio, y el conjunto artístico de la célebre
escultura debe ser aprehendido a partir de sus fragmentos. Atinada
propuesta «museológica» que pretende adentrarse
en aspectos como el del origen, la historia y la interpretación.
Bajo la égida del 3, Carratalá pudo interpretar,
copiar y/o recrear los supuestos restos arqueológicos
de la clásica Venus, agrupándolos luego en las
áreas de los brazos, las piernas-torso-cabezas y de la
imagen final conocida. Ésta es, precisamente, su convención
visual, que recrea de un modo diferente la historia particular
de las partes de esa pieza escultórica. Y para su mejor
entendimiento, lo ideal era el aislamiento de las unas con respecto
a las otras.
Con esta postura, el joven escultor ha procurado entender e
ilustrar lo histórico desde otro ángulo. El resultado
de su propuesta creadora ha dado solución a ciertas incógnitas:
aquellas dirigidas a desentrañar la historia casi exacta
de una obra como la Venus de Milo, de autor –por demás–
desconocido.
Esta exposición colinda, al unísono, con la veracidad
y la fábula. ¿Qué resulta entonces? Otro
enfoque, un intento de reconstrucción histórica
que nos debe hacer dudar de lo presentado. Aquí, la verdad
resulta aparente. Estamos frente al rescate arqueológico
de «fidedignas pruebas», con las cuales es permisible
enriquecer un mito del arte antiguo.
Los brazos y las manos, los rostros y los pies modelados conforman
el eje del intento reflexivo. Hay porciones que nos resultan
familiares, pero el tratamiento ahora es completamente diferente.
Los incógnitos brazos y las ocultas piernas de la verdadera
Venus son para algunos una inquietud. Tengamos en cuenta que
varias obras escultóricas de la antigüedad son bellas
por la ausencia –a veces– de un componente formal.
Al intentar armar una historia sobre la Venus de Milo mediante
un (efímero) emplazamiento museológico, este joven
creador ha tenido un logro real: pensar un momento del arte
desde el arte mismo sin copiarlo. Ioán Carratalá
ha escapado de la mímesis y de la exquisita visualidad.
Él ha hecho gala del fragmento como imagen total.