En el estilo muy
personal de su autora, la Dra. Marta Arjona (La Habana, 1923),
Patrimonio cultural e identidad contiene principios
esenciales, conceptos medulares e ideas que tienen permanente
vigencia.
No es un «tratado» en el sentido más académico del
término, sino una obra de obligada consulta y de estímulo a la
reflexión porque –como en el caso de Félix Varela– estas páginas nos
enseñan primero, en pensar. Pues nuestra labor implica
constantemente pensar, imaginar y, sobre todo, crear, crear siempre
como lo ha hecho Marta a lo largo de su vida, asimilando
selectivamente lo mejor de las experiencias y realizaciones del
pasado, procesadas con la óptica del presente y proyectando
valientemente el futuro.
Estructurado en tres partes: «Museos y sociedad», «La experiencia cubana» y «Los numentos», el volumen toma su título del artículo «Patrimonio cultural e identidad» que es –en gran medida– un estudio pionero en nuestro país, con un enfoque integral dotado de una clara lógica y coherencia.
La primera
parte, «Museos y sociedad», integrada por diez trabajos, aborda
desde la función misma del museo hasta la objetividad museográfica y
la práctica deontológica del trabajo profesional, transitando de
modo muy certero sobre los problemas de la educación en/y desde el
museo, siempre centrando esas funciones en el ser social, en la
sociedad y en el contexto específico de nuestro país y de la gran
patria latinoamericana. Esta llamada pedagogía museológica va más
allá de los primeros gabinetes pedagógicos de los museos
norteamericanos de fines del siglo XIX, y de ciertos alardes
tecnológicos del mundo contemporáneo no desechables –por cierto–
aunque asimilables en la medida de nuestras realidades, para
proponer la búsqueda de soluciones propias desde una vocación
regional, latinoamericanista.
Bajo el título «La experiencia
cubana», en la segunda parte se agrupan seis importantes artículos
en los que la línea directriz está marcada por la puesta en práctica
de los principios de la museología popular, dirigida a poner el
patrimonio en función del conocimiento y enriquecimiento material y
espiritual del ciudadano común a partir de la creación y desarrollo
permanente de la red de los museos municipales y de las galerías de
arte visual, experiencia inédita en la región cuya validez ha sido
demostrada en el tiempo. Aquí se presentan de forma clara y
contundente los principios que sustentan esa iniciativa gestada por
Marta Arjona. Más adelante expone, espléndidamente documentada, la
red de museos en todo el territorio nacional.
Como ocurre con el
patrimonio natural, el pensamiento de Marta –integrador y abarcador–
sitúa con claridad la importancia y significación del patrimonio
científico-técnico en Cuba y su inaplazable conservación.
Cierra
esta segunda sección del libro una ponencia medular, «Inventario del
patrimonio cultural, experiencia de Cuba», en el que define la
importancia vital del trabajo de registro y documentación,
indispensable como paso previo para la conservación de ese
patrimonio. A partir de experiencias internacionales,
fundamentalmente latinoamericanas, se propone y diseña el sistema
cubano que ya hoy, a pocos años de su puesta en práctica, e
incorporando sucesivamente los recursos informáticos más avanzados,
es una realidad tangible a la que dedicó no pocos esfuerzos y su
habitual tenacidad.
La tercera parte, «Los monumentos», reúne
siete trabajos en los que no sólo puntualiza conceptos generales,
sino que, además –con esa visión integradora de su modo de ver
siempre más allá– dedica una atención muy especial al patrimonio
natural y a la hasta entonces olvidada, al menos en nuestro ámbito,
arquitectura vernácula e industrial.Todos los temas de
Patrimonio cultural e identidad ponen de manifiesto –aunque
no haya sido el propósito de la autora– su labor premonitoria y
pionera enrumbada al rescate y preservación, entre otros, de los
centros históricos de la Habana Vieja y Trinidad, así como su
reconocido desempeño durante años en la UNESCO y en la Convención
del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, uno de cuyos logros ha
sido su decisiva contribución a la inscripción de siete importantes
centros y sitios de nuestro país en la lista del Patrimonio
Mundial.
Se trata de un libro en el que encontramos, además de la
historia, el esfuerzo realizado, los trazos preliminares, la
valoración justa, desde los inicios de un patrimonio extraordinario
y la urgencia de su conservación y restauración, labor que hoy los
que bebieron en esas ideas llevan a cabo con resultados en los que
–como se evidencia en el texto– se asumen al hombre y a la sociedad
como protagonistas principales.