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CLAVES CULTURALES DESDE EL CENTRO HISTÓRICO
Boletín Especial  
 
 Viernes 18 de marzo



     

Una nueva mirada a las construcciones pétreas del Centro Histórico
Arquitecto de profesión desde hace más de dos décadas, Sergio Raymant Arencibia Iglesias ha dedicado su vida profesional al estudio de las piedras. En su quehacer constan varios cursos recibidos sobre la temática de la conservación y diagnóstico de los materiales pétreos en las edificaciones históricas. En 2018 defendió en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría su tesis doctoral «Caracterización y valoración del deterioro de la piedra en construcciones de valor cultural del Centro Histórico de La Habana Vieja».



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Una nueva mirada a las construcciones pétreas del Centro Histórico

Arquitecto de profesión desde hace más de dos décadas, Sergio Raymant Arencibia Iglesias ha dedicado su vida profesional al estudio de las piedras. En su quehacer constan varios cursos recibidos sobre la temática de la conservación y diagnóstico de los materiales pétreos en las edificaciones históricas. En 2018 defendió en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría su tesis doctoral «Caracterización y valoración del deterioro de la piedra en construcciones de valor cultural del Centro Histórico de La Habana Vieja».

Usted se gradúa en 2000 de la carrera de Arquitectura en la CUJAE y desde ese mismo año presenta trabajos académicos relacionados con edificaciones patrimoniales del entorno colonial. ¿Cuándo inicia estos vínculos con la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) y su posterior actividad docente-investigativa con el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana?

Comienzo los vínculos con la OHCH a finales de los años 90 del pasado siglo, en segundo año de la carrera de Arquitectura, gracias a un taller internacional La Habana-Sevilla, sobre la rehabilitación del Malecón habanero. El objetivo principal era realizar propuestas de diseño a escalas arquitectónica y urbana. No fue hasta el cuarto año de la carrera que comencé a interesarme por el tema del deterioro de las construcciones de piedra, motivado por la Dra. Lucrecia Pérez Echazábal. En aquel entonces realicé unos trabajos de campo, pero no en La Habana Vieja, sino en Miramar.

Un año y medio más tarde fue que me inserté de lleno en la problemática del Centro Histórico y se fortalecieron mis vínculos con la OHCH. El Plan Maestro para la Revitalización del Centro Histórico me abrió sus puertas para comenzar a investigar. Rafael Rojas, Patricia Rodríguez y Maite Najarro resultaron imprescindibles en mis inicios.  Mi actividad docente investigativa en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana comenzó desde la inauguración del primer curso 2007-2008. En ese tiempo trabajaba como proyectista principal en Restaura, otrora Dirección de Proyectos de la OHCH.


Dentro de sus estudios pétreos enmarca los procesos de deterioro que tienen las fachadas y paramentos exteriores en construcciones de alto valor cultural. Sobre este tema, en el Seminario Internacional de Conservación de Piedra, desarrollado en México en 2015, enfatizó sobre la necesidad de una aproximación al léxico universal del deterioro para su corrección, simplificación y agrupación de términos que ayuden a la labor de arquitectos, ingenieros y demás actores del patrimonio. ¿Cómo valora la terminología utilizada en el Centro Histórico con respecto a la alteración y deterioro de la piedra? ¿Cómo influye el manejo de una clasificación adecuada de los signos de alteración y deterioro de fachadas y paramentos pétreos en los criterios de actuación para que no se vea afectada la integridad del material constructivo?

La terminología utilizada en el Centro Histórico habanero es muy amplia. No existe un criterio consensuado para la identificación y determinación del estado patológico de la piedra, sus mecanismos e indicadores de alteración y deterioro. En Medicina, por ejemplo, la palabra empleada para una determinada sintomatología es única y, a la vez, universal. Pero en el caso del diagnóstico de los materiales pétreos nos enfrentamos a una gran cantidad de términos para identificar un mismo fenómeno. Pueden darse contradicciones debido a que algunos de ellos no describen el deterioro como tal, sino la posible causa que lo provoca.

Es decir, la gran variedad de términos complejiza el registro, descripción e interpretación de las morfologías de alteración y deterioro de la piedra, principalmente las que tienen como origen los microorganismos y la acción del hombre.

Una clasificación apropiada permitirá un adecuado diagnóstico, y, por consiguiente, tratamientos eficaces. Explicándolo desde la necesaria clasificación, tomando como caso específico las pátinas, algunas veces se describen como un envejecimiento del material; un cambio de color al paso del tiempo o la aplicación de determinados productos que modifican el aspecto original. En otras ocasiones se describen según el color  −negra o naranja−; la composición de la suciedad; su naturaleza biológica o el origen de oxalatos.

Considero que la denominación más adecuada es según sea la forma con que se expresan sobre la superficie del material. Por ejemplo, pátina naranja o negra, porque no condiciona ni presupone la causa de su origen, hasta tanto no haya sido comprobada mediante pruebas adicionales de laboratorio para determinar sus propiedades físicas −color, porosidad, altura capilar, y ángulo de contacto o menisco−; o la simulación de ensayos de alteración de forma acelerada.

Esas pátinas han sido estudiadas en inmuebles patrimoniales en toda Europa, principalmente en Italia. En diversos trabajos que tratan esa temática puede verse que existe controversia sobre sus orígenes.
Un informe de diagnóstico sobre una pátina, cuya terminología se exprese en términos de su origen puede conllevar a acciones inadecuadas, en caso de que no sea posible la realización de ensayos por diversos motivos económicos, tecnológicos o la propia gestión. Lo mismo sucede con las costras cuando se describen como un estado avanzado de la pátina o como formaciones por deposición de diversa naturaleza sobre el soporte pétreo.

Estas maneras de agrupar permiten entender claramente los mecanismos que tienen lugar en la formación de pátinas y costras, pero pueden entrar en contradicción si se tiene en cuenta que muchas de estas formaciones son causadas por la acción de microorganismos, como es el caso de las cianobacterias. Eliminar o rebajar la pátina no resulta lo mismo, pues reducir milímetros de su espesor sin tocar la piedra a la cual se encuentra adherida, puede considerarse un criterio de actuación adecuado. Según pudo observarse en el trabajo de campo, la eliminación total de la pátina puede conllevar a una erosión por desgaste o desagregación granular, además de la pérdida de valor de integridad del monumento y la alteración de la imagen vetusta por la que es reconocible.


Tras profundos estudios realizados en las edificaciones de piedra, Usted plantea que para una mejor valoración del comportamiento del deterioro se deben tener en cuenta tres escalas de análisis: medioambiental, microambiental y nanoambiental. ¿Qué diferencias analíticas son perceptibles al estudiar un objeto patrimonial desde estas tres escalas? ¿Sería el estudio nanoambiental la clave para una actuación diferenciada a la hora de llevarse a cabo la rehabilitación del monumento?

Los estudios se basan en la confluencia de un sistema integral de escalas que abarca el medio ambiente, el micro ambiente y nanoambiente. El nanoambiente se caracteriza por presentar características ambientales particulares y zonas más reducidas. Se diferencia de los microambientes en que los límites son menores que los designados actualmente para dilucidar los factores que influyen en la alteración de la piedra, áreas de un mismo sillar o su posición en el paramento.

Al efectuarse la comparación cuantitativa del porcentaje de daños, pudo comprobarse su comportamiento no uniforme. Esto pone de manifiesto que, aunque predominen características ambientales específicas, las fachadas de un inmueble pueden sufrir deterioro debido a condiciones no notables en el orden microclimático o microambiente. Al corroborarse que en un mismo microambiente se produjeron conductas diferentes, las evidencias exigieron replantearse una nueva escala de análisis que permitiera precisar en el comportamiento desigual observado: el nanoambiente.

La observación de los factores medioambientales a escala nanoambiental descarta muchas de las hipótesis planteadas a escalas mayores. Por ejemplo, la aseveración de que la contaminación atmosférica y cercanía del mar son determinantes en la formación de pátinas y costras en las fachadas. A escala nanoclimática, no todas se manifiestan como una deposición de partículas, y no siempre se corresponden con los niveles de polvo determinados, en contraposición con los  niveles en el microambiente que se movieron de media a alta.

Se presuponen entonces causas de origen biológico (microorganismos) o de otra naturaleza, asociadas a la formación de pátinas en las superficies. Con el estudio se puede afirmar que existen diferencias nanoclimáticas de un mismo sector microclimático. No considero este estudio la clave para una actuación diferenciada, pero sí desempeña un rol importante en la aplicación de soluciones eficaces. Es importante destacar que el uso de los nanoproductos y la Nanotecnología, por su elevado costo y precisión, se dirigen a zonas específicas donde lo requieran, no a todo el paramento, y, mucho menos, a toda la edificación. Sin un resultado de diagnóstico preciso, sea de la escala que se trate, un tratamiento como la limpieza mecánica —por ejemplo— con microesferas de vidrio u otro nanocomponente, puede resultar muy efectivo para intervenir en una costra, pero al mismo tiempo puede ocasionar una desagregación granular de la superficie pétrea por efecto de la erosión mecánica.


En su tesis doctoral se demostró la presencia de una nueva variedad de piedra llamada calcarenitas. ¿Qué importancia le brinda a este hallazgo en miras de las futuras intervenciones patrimoniales? ¿Pudiera enriquecer el conocimiento específico del tipo de material  constructivo en las acciones restauradoras de un objeto de alta significación histórico-cultural?

El trabajo demuestra científicamente la existencia de piedra calcarenitas. No lo considero un hallazgo, sino una corroboración de que las construcciones coloniales cubanas están constituidas por variedad de piedras de nuestras canteras, así como aquellas que llegaron de diversas regiones. No se trata solamente de la caliza conchífera, como suele expresarse mayoritariamente en la literatura revisada sobre el deterioro de la piedra en las construcciones habaneras.

La importancia radica, fundamentalmente en que, por sus características, las piedras calcarenitas constituyen una de las rocas que más se afectan por los diferentes agentes (químicos, físico-mecánicos, biológicos y microbiológicos). Esas piedras están compuestas esencialmente por calcita; poseen gran variabilidad en cuanto al tamaño de los clastos y poros, el cemento o matriz es escaso, por lo que su elevada porosidad hace que se deteriore fácilmente. A simple vista no se distingue de la caliza conchífera.

Al estar formada mayoritariamente por fragmentos fácilmente reconocibles de conchas calcáreas, a veces enteras, no se hacía distinción con la variedad ampliamente difundida, lo cual confirma aún más la importancia de una actuación diferenciada, criterio referido en el estudio de las diferentes escalas de análisis. Todo conocimiento sobre las características y propiedades de un material enriquecerá las acciones llevadas a cabo en el objeto de valor cultural del que está constituido. La propia naturaleza de las calcarenitas, reconocida por su escasa compacidad y una amplia red de poros, constituye un factor intrínseco a tener en cuenta antes de acometer cualquier intervención. En este caso surgen nuevas situaciones problémicas, como la existencia de variedades de piedra en un mismo monumento que fueron sometidas a un similar tratamiento. Tipos de piedras consideradas calizas y que pudieron ser calcarenitas o, incluso, otra variedad no identificada hasta el momento.


En ocasión del III Taller de Fortificación y Museología, que sesionó en junio del 2019 en la ciudad de Matanzas, la Dra. Tamara Blanes, reflexionó acerca de las acciones para el cuidado del sistema de fortificaciones hispanas en el Caribe como un patrimonio vulnerable al cambio climático, al incrementarse los fenómenos de tormentas tropicales y huracanes y ser este patrimonio fortificado construido en las cercanías de la costa. Planteó la necesidad de estrategias para salvaguardar estos inmuebles y también contar con un plan de mantenimiento continuo para enfrentar el deterioro de sus estructuras pétreas, provocado por agentes externos agresivos. ¿Qué daños considera Ud. que son los más acentuados en estas construcciones monumentales?

Se trata de un taller trascendental y de gran importancia. Quiero aprovechar la pregunta para agradecer, ante todo, a la Dra. Tamara Blanes por su invitación y su oportuna asesoría, principalmente en la lexicología de los elementos constructivos que componen las edificaciones militares. En el caso de las fortificaciones habaneras, estas se caracterizan por ser obras de fábrica resistentes, de grandes proporciones.

Para conversar de los daños más acentuados que suelen aparecer, me remonto a los estudios de diagnóstico realizados a la fortaleza San Carlos de la Cabaña que detectaron importantes alteraciones producidas por microorganismos. Los resultados permitieron comprobar la presencia en la piedra de levaduras, hongos y bacterias como principales causantes del deterioro. Actualmente se aprecia una pérdida de los revestimientos aplicados durante su rehabilitación.

De igual forma, en el Castillo de La Real Fuerza, los nuevos síntomas y el estudio de diagnóstico efectuado hace ya dos décadas, y las investigaciones arqueológicas más recientes, constituyen una base fundamental para cualquier intervención que se realice a partir de las cuestiones relacionadas con la degradación de los materiales pétreos de los muros, principalmente la formación de diversas pátinas, que no han podido ser del todo resueltas.

En San Salvador de La Punta existen antecedentes de análisis de intervenciones constructivas desarrolladas con anterioridad, y el uso de morteros no compatibles con el soporte y cómo esto influye en la erosión de la piedra. Respecto a la fortaleza de Santo Domingo de Atarés, el Gabinete de Arqueología de la OHCH ha dado a conocer la periodicidad de los elementos constructivos y sus modificaciones. Estas investigaciones arqueológicas sirvieron de referencia para su reciente restauración.

Por otra parte, mi investigación abordó el deterioro de la piedra directamente relacionada con las transformaciones realizadas en los muros escarpados, las bóvedas de cañón, parapetos y garitas. En cuanto a su relación con el entorno, estas construcciones monumentales se encuentran afectadas por su proximidad a las fuentes contaminantes, las sales provenientes de la bahía, la lluvia y la humedad, lo que facilita la formación de las pátinas y costras negras y muchos otros indicadores de alteración y deterioro expresados en la clasificación propuesta.

El gran universo de valiosos edificios de piedra que poseemos nos invita a continuar investigando y profundizando, asumiendo su análisis a diferentes escalas ambientales. También identificando las variedades de piedra que pueden estar contenidas en ellos, diferenciando adecuadamente la alteración natural de la roca por el paso del tiempo, del deterioro nocivo como resultado de agentes que lo provocan, con criterios para una actuación diversificada. En síntesis: Una nueva mirada a las construcciones pétreas Centro Histórico.

Imágenes superior e intermedia: Arquitecto Sergio Raymant Arencibia Iglesias. Profesor. Doctor en Ciencias Técnicas y Máster en Conservación y Restauración del Patrimonio Construido. Actualmente ejerce como Vicedecano de Investigación y Postgrado en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana de la Oficina del Historiador de la Ciudad - Universidad de La Habana.
Imagen inferior: Presencia de conchas y restos marinos en la piedra utilizada en construcciones de valor cultural del Centro Histórico de La Habana Vieja.

 

Escrito por Mileny Zamora Barrabí
Redacción Opus Habana

 

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