La arquitectura centenaria que identifica los antiguos portales y edificios de la Plaza Vieja fueron escogidos como «ambiente propicio y subrayado idóneo» de la opulenta escenografía que rememora los teatros isabelinos, diseñada por el cubano Ricardo Reymena para Shakespeare y sus máscaras.
Rehabilitado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, tan caro espacio acogió la coreografía de Alicia Alonso, que tuviera su estreno mundial el 23 de julio de 2003 en otro escenario sin igual: la Nave de Sagunto, de Valencia, lugar para megaespectáculos teatrales erigido en el antiguo edificio de los Talleres Generales de esa localidad española.
Pero las noches del primero y 4 de noviembre fueron diferentes para la representación de los clásicos personajes de la tragedia shakesperiana.
Lugar idealAl aire libre y sin la tramoya del Gran Teatro de La Habana, donde aconteciera la premier cubana, la nueva representación en la Plaza Vieja de Shakespeare y sus máscaras o Romeo y Julieta, se tradujo como referente de excelencia de los más recientes acontecimientos del Ballet Nacional de Cuba.
En un principio pudo ser la Plaza de la Catedral el «escenario natural» que rodearía la representación de Shakespeare y sus máscaras, pero evidentemente aquel espacio «no tiene nada que ver con la escenografía», dijo su diseñador a Opus Habana.
«Escogimos la Plaza Vieja como lugar ideal, teniendo como fondo la casona de los condes de Jaruco, porque parecieron más adecuadas sus columnas y arcos de medio puntos que aun, cuando no es el mismo estilo del diseño, repiten la idea escenográfica».
Con una vasta experiencia como diseñador de no pocas escenografías para la compañía cubana, Reymena señaló –además– como interesante la representación de Shakespeare y sus máscaras en la Plaza Vieja, a la vez que importante para futuras posibilidades de la puesta en escena en espacios abiertos.
Representada por primera vez entre 1596 y 1597, la tragedia de los amantes adolescentes tuvo ahora una particular realización en la puesta cubana, caracterizada por la agilidad narrativa y el virtuosismo clásico de su interpretación, en singular equilibrio con el entorno arquitectónico que la rodeó.
La representaciónCuando Alicia Alonso calificó a Romeo y Julieta como «una historia de fuerza inigualable», no hizo más que describir en síntesis su versión coreográfica, concebida según el libreto de José Ramón Neyra sobre la obra original, con música del francés Charles Gounod para su ópera homónima y adaptaciones orquestales de Juan Piñera.
En su puesta danzaria la coreógrafa da vida al dramaturgo, convirtiéndolo en un vendedor de máscaras con las que el Shakespeare-actor guía el destino de sus personajes, que como en la obra original participan de escenas colectivas e íntimas.
Fueron estas últimas las que escogió la Alonso para traducir en pas de deux los conocidos «duetos» de Romeo y Julieta que la crítica evaluara en Shakespeare y sus máscaras como «preciosos y difíciles».
Entretanto, las escenas de grupo validan el virtuosismo de la compañía cubana, al tiempo que permiten soluciones dramáticas determinantes para el discurso coreográfico: puntos de giro que contribuyen a la dinámica danzante desde una credibilidad particular en la nueva versión cubana sobre Romeo y Julieta.
Tamaña realización que coronara en 2003 las presentaciones del Ballet Nacional de Cuba durante las conmemoraciones de su aniversario 55, se revitalizó –ahora– en la Plaza Vieja, devenida en espacio singular y protagonista de un acontecimiento que nunca antes sucediera en el lugar, cuyos principales edificios están restaurados para otorgarle un nuevo enfoque urbano al centenario enclave de La Habana colonial.
El espectáculoDesde todos los balcones que rodean a la Plaza Vieja y en unas más de mil lunetas, los espectadores asistieron a tan singular presentación de Shakespeare y sus máscaras.
La coreografía en un acto tuvo entonces el agradecimiento de no pocos aplausos y la satisfacción de sus protagonistas.
Quien fuera en la primera de las puestas el personaje de Benvolio, primo de Julieta, Joel Carreño, opinó que la experiencia resultó inigualable.
«El entorno fue adecuado y creo que no hubo menor ocasión que un Festival para hacerlo, en un lugar con tanta historia. Pero no es el lugar habitual, y eso te puede predisponer. Sin embargo, con el calor del público fue diferente», dijo el primer bailarín de la compañía cubana al término de la representación.
Elegante y sensible, excelente en su posición de partenaire como Romeo, Rómel Frómeta también manifestó su satisfacción por la puesta, porque «aunque es muy difícil llamar la atención de miles de personas, fue una experiencia nueva y por tanto disfrutable».
Mientras, para Víctor Gilí, versátil en la hilarante personificación de Mercucio, resultó «increíble que se llenara la Plaza Vieja y más, por un público que no habitual del ballet en los teatros».
«Dentro de este plaza y como han bailado me ha parecido mágico. Creo que es el entorno perfecto para presentar Shakespeare y sus máscaras», dijo a Opus Habana Inmaculada Gil, representante de la Generalitát Valenciana, al elogiar la puesta donde participara nuevamente el Centro Coreográfico de esa comunidad española.