Semanario Especial Opus Habana : Opus Habana. Semanario Digital.
CLAVES CULTURALES DESDE EL CENTRO HISTÓRICO
Boletin No.71/2004  
 
 Jueves 13 de mayo



     

Un elefante ocupa mucho espacio... en el Centro Histórico
Durante la 9na. edición del Festival Castellana 2004, se presentó, en el Convento de Belén, el grupo El Ciervo Encantado. Dirigido por Nelda Castillo, este colectivo interpretó Un elefante ocupa mucho espacio para unos 500 niños y jóvenes discapacitados de la capital.


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Proyección de (e)spacios
Las poéticas individuales de los artistas Roberto Fabelo, Ángel Ramírez, Arturo Montoto, Alfredo Sosabravo, Esterio Segura y Los Carpinteros (Dagoberto Rodríguez y Marcos Castillo), han cobrado una nueva dimensión visual con la propuesta urbanística «Un proyecto es un Proyecto», del grupo (e)spacios.


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Un elefante ocupa mucho espacio... en el Centro Histórico
Este espectáculo ha logrado un derroche de plasticidad, lirismo y sentido del humor y ha cautivado desde hace ya algunos años a niños y adultos.

 Pocos espectáculos teatrales logran la apoteosis del auditorio, en el sentido de exaltar su ánimo y hacerle disfrutar de esa situación intermitente del ser que llamamos felicidad. Sobre todo si se trata de un público inusual, como el que colmó la improvisada sala de la antigua iglesia del Convento de Belén, en los predios del Centro Histórico.
Cerca de 500 niños y jóvenes discapacitados —en su mayoría, con síndrome de Down y otras formas de retraso mental— fueron felices la mañana del pasado martes 25 de mayo cuando El Ciervo Encantado actuó para ellos, transmitiéndoles tal alegría y efusividad, que difícilmente pueda reproducirse dicha vivencia en una reseña escrita.
Dirigido por su fundadora, Nelda Castillo, este grupo teatral interpretó el espectáculo Un elefante ocupa mucho espacio, cuyo derroche de plasticidad, lirismo y sentido del humor ha logrado cautivar desde hace ya algunos años a niños y adultos de toda Cuba, además de haberse representado exitosamente en otros países: México, Colombia, Canadá, España, Corea...
El elefante del circo se ha desplomado y sus compañeros (el mono, los payasos…) se movilizan para levantarlo. A partir de este tema —basado en un pequeño cuento de la argentina L. Devetach— se genera la puesta en escena, totalmente gestual, que trata de involucrar al público en esa situación límite.
Valiéndose de muchas pelotas en colores, al compás de la música circense, los actores configuran la imagen del infeliz mastodonte: sus enormes orejas, patas y trompa, su andar bamboleante… hasta que, plum, las pelotas —o sea, el elefante— caen al piso.
 Una de las genialidades de la apropiación de Nelda Castillo es que, a partir de ese momento, el personaje principal del cuento apenas se insinúa y, sin embargo, la sensación de su presencia resulta cada vez mayor, hasta que por fin nos damos cuenta que el elefante que habrá de levantarse… ¡somos nosotros mismos!
Lanzadas hacia arriba, esas pelotas han contribuido a mantenernos en suspensión dramática por cerca de una hora. Como si reiteraran visualmente el mensaje de la obra: «Hombre, detrás de una caída, por estrepitosa que sea, siempre hay una posibilidad de empinarse».
Podría complicarse esta apreciación intelectiva hasta el extremo de entender Un elefante ocupa mucho espacio como una reflexión sobre el arte del actor, las relaciones arte-vida y la individualidad creadora…, pero cualquier disquisición teórica sería estéril si no valorara que, por encima de todo, esta obra teatral hace brotar en sus potenciales espectadores —los niños— la carcajada, el asombro y, en algunos casos, hasta el sobresalto.
Cuando haciendo de chimpancé, en una verdadera disertación de expresividad corporal y mímica, el actor Eduardo Martínez Criado se abalanza hacia la chiquillería e interactúa con ella, se produce una de las escenas quizás más hilarantes de todo el teatro cubano.
Salta con las piernas cruzadas, de modo que las manos se le vean más largas que el torso, y desfigura el rostro hasta caracterizar a un simio irritable, maldito, travieso, jocoso… pero, en resumidas cuentas, amistoso y gentil. Del susto, los infantes más pequeños corren o sollozan; otros, más atrevidos, le tocan el rostro curiosamente como preguntándose hasta qué punto es un mono de verdad… y la mayoría, sobre todo los que están más lejos de su alcance, se desternillan de la risa.  Otra escena crucial es cuando una de las payasas desfallece —o se hace que ha muerto— y su compañera acude a los espectadores para que le ayuden a esclarecer su estado. Aquí, en su personaje de clown emprendedora y autoritaria, Mariela Brito hace gala de sus inusuales facultades de improvisación tras subir al escenario a cuanto chicuelo se atreva y comprometerlo a reanimar a su colega (Lorenis Amores).
Las cotas de participación que se alcanzan son altísimas, al punto de vitorear todo el teatro cuál decisión se deberá tomar:
–¿Echarle un buche de agua?– pregunta mímicamente la actriz.
–¡Noooo... Siiií…! –respondía a sus gestos el público en la sala improvisada del Convento de Belén.
– ¿Entonces, hacerle cosquillas?
–¡Noooo…Siiií…!
–¿Darle con un palo?
– ¡Noooo…Siiií…!
He visto en varias ocasiones este espectáculo desde aquella primera vez en el vestíbulo del Teatro Nacional, a mediados de 1997, cuando El Ciervo Encantado apenas tenía un año de fundado. Y siempre disfruto.
Su representación exitosa esta semana ante centenares de niños y jóvenes discapacitados en el Centro Histórico avala el nombre dado por Nelda Castillo a su grupo. Ella lo tomó del famoso cuento de Esteban Borrero, y así mismo nombró su primer espectáculo: una alegoría histórica sobre el destino de Cuba.
Y aunque después se ha centrado en el público adulto con las premiadas De dónde son los cantantes y Pájaros en la playa, inspiradas en sendas obras de Severo Sarduy, nunca ha renunciado —por suerte— a representar El elefante…
Porque a veces necesitamos que nos emocionen como a niños, para sentir en nuestro interior que también el espíritu… ocupa mucho espacio.
 
Proyección de (e)spacios
Inspirado en el sello artístico de varios creadores, esta propuesta se sustenta en el emplazamiento de cinco edificaciones en diversos puntos del Malecón habanero que han perdido sus construcciones originales.

 Transitando la ciudad, aguzamos la mirada frente a cada detalle del entorno, y mucho más, cuando se trata de añadidos arquitectónicos.
Así, el grupo (e)spacios pudo advertir en un tramo del Malecón habanero algunas zonas desprovistas de sus originarias edificaciones. El deseo de completar el vacío generado por un derrumbe, permitió que este equipo de tres profesionales concibiera una propuesta artística, en la que confluyen arte, diseño y arquitectura. Hablamos de un modelo hipotético, inspirado en la obra de siete artistas cubanos contemporáneos: Roberto Fabelo, Ángel Ramírez, Arturo Montoto, Alfredo Sosabravo, Esterio Segura y Los Carpinteros (Dagoberto Rodríguez y Marcos Castillo). Con la exposición «Un proyecto es un Proyecto» (Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, mayo de 2004) hemos conocido de cerca la sorprendente factura de estas propuestas de diseño arquitectónico que, aunque no están implementadas en la realidad, han sido esbozadas a través de líneas, colores y cálculos en forma de proyecto. Con ejemplos de esta naturaleza es fácil desistir de otras variantes que nos circundan, como los establecimientos que ofertan alimentos y/o bebidas, ubicados en cualquier parte derruida o solitaria del entramado urbanístico. Precisamente, algunos de esos sitios fueron elegidos por (e)spacios para situar hipotéticamente los resultados de su trabajo.
Si tales inmuebles no existieran, quizá la arquitecta Vilma Bartolomé Arencibia y los diseñadores Raidán Valdés Hung y Maikel Sánchez Cal —incluida la diseñadora Sulumi Sánchez Herrera, como profesional invitada en esta oportunidad— hubiesen persistido con su habitual diseño de interiores o ambiental, que constituye la labor esencial de (e)spacios. Pero a ellos les resulta difícil dejar de repensar cada tramo urbano. De ahí la motivación para proponer otra visualidad en cinco puntos de la ciudad, a través de este proyecto con valores de artisticidad, capaces de ser mostrados en una galería.
El final ideal de semejante propuesta sería el de su materialización, y de no ocurrir, quedaría como un bello sueño de varios implicados: todos, incluso los verdaderos autores de las cinco obras referenciadas.  Además de cumplir un fin social, los establecimientos ideados por (e)spacios  poseen un sentido visual de gran impacto. Serían construcciones con una durabilidad limitada, si tenemos en cuenta sus materiales principales: acero y lona. En un sentido pragmático, este proyecto aspira a la remoción de esas formas inexpresivas que son los expendios de víveres en los sitios donde sólo queda el vestigio de una construcción anterior.
El virtuosismo de estas apropiaciones arquitectónicas no sólo radica en la novedad urbanística, sino que sobresalen por el tratamiento atípico que se le ha dado a las poéticas particulares de los artistas elegidos. Representa una forma muy diferente de percibir el sello personal de cada uno de esos creadores o, al menos, de un meritorio instante de su bregar artístico. Hablamos de la extrapolación de sus rasgos o códigos individuales a una escala mayor y tridimensional.
De consumarse, se trataría de una «invasión» espacial en calidad de préstamo, más que de la tradicional relación pintura-escultura-arquitectura en cualquier casa o edificio cubanos.
Expuesta durante todo el mes de mayo, la muestra «Un proyecto es un Proyecto» incluye imágenes exteriores e interiores de Mar adentro. Pescados y mariscos (Águila y Malecón: Roberto Fabelo); Lava día. Bar de tapas (Lealtad y Malecón: Ángel Ramírez); El desconcierto. Frutas y vegetales (Gervasio y Malecón: Arturo Montoto); La algarabía. Helados y dulces (Campanario y Malecón: Alfredo Sosabravo) y El sueño. Fast food (Belascoaín y Malecón: Esterio Segura). Estas soluciones se complementan con la propuesta artística de las ciudades transportables del grupo Los Carpinteros.
 

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