En el acogedor patio de la perfumería Habana 1791 (Oficina del Historiador), este lunes 21 de noviembre, tuvo lugar una especial velada, cuyo objetivo era lograr que los presentes tuviéramos el placer de tocar el olor del novísimo perfume: nos mojamos los dedos con el aromático líquido que se había vertido en una jofaina desde un aguamanil que confeccionó la artesana-ceramista Angialina Antuña.
Desde el momento mismo de trasponer el umbral del establecimiento, fundado en 2000, había comenzado el ceremonial: tras la bienvenida los invitados, recibimos como obsequio marcadores perfumados hechos de papel manufacturado y con la imagen de la obra San Cristóbal, perteneciente al maestro Cosme Proenza.
«Para elaborar esta colonia balsámica, con tenue olor fresco maderable, me inspiré en los aromas que brotan de los baúles de nuestras abuelas; en la fragancia de las flores cubanas, en las emanaciones naturales de las especias...», explicó Yanelda Mendoza, especialista principal de Habana 1791.
Este perfume se incorpora ahora a las 12 fragancias que se expenden en este establecimiento, sito en la intersección de las calles Mercaderes y Obrapía, donde para fabricar los productos ofertados se maceran de manera artesanal los pétalos y resurgen aromas como: rosa, jazmín, violeta, azahar, tabaco, sándalo, cítrica, lavanda, lila, ilang-ilang, pachulí, vetivert...
Habana 1791 debe su nombre al año de inauguración del Palacio de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad), institución insigne de la red de más de 40 museos y centros culturales de la Dirección de Patrimonio Cultural.
Un servicio que desde su fundación le ha distinguido, radica en que el cliente lleva la fragancia elegida en un envase que se sella a la usanza antigua con corcho, además de un verso dedicado a la flor que le dio origen.
El frasco para la comercialización del perfume San Cristóbal de La Habana es obra de dos orfebres cubanos: Rubén Fidalgo, que trabajó la plata, y Roberto Zaldívar Reyes, moldeador del vidrio soplado.
Primer oficial de la Congregación de Plateros San Eloy, Rubén Fidalgo reveló a
Opus Habana que partieron de la idea de que, como dijera Alejo Carpentier, La Habana es la ciudad de las columnas. También tuvieron en cuenta los ornamentos que la distinguen y sus símbolos coloniales: los tres castillos que la defendían, la llave de la ciudad y la corona.
«Con esta pieza pretendimos esencialmente que La Habana luzca atractiva y elegante hasta en una botella, así como demostrar que la espiritualidad de los artistas habaneros puede recogerse en cualquier soporte», puntualizó este orfebre que, desde hace tres años, realiza frascos especialmente para la perfumería Habana 1791.
La velada terminó con la actuación de cuatro de las integrantes de la Camerata Romeu, quienes interpretaron dos «habaneras» y recrearon «las notas musicales que se corresponden con las notas olfativas de la colonia San Cristóbal de La Habana», precisó Yanelda Mendoza, creadora del perfume.